Ecuador: El ministro neurocirujano
Gabriela Calderón de Burgos
Es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador). Se graduó en el 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Desde enero del 2006 ha escrito para El Universo (Ecuador) y sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), La Nación (Argentina), El Diario de Hoy (El Salvador), entre otros. En el 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.


En una entrevista de esta semana (escuchar a partir de minuto 27) el Ministro Carlos de la Torrehabló acerca de realizar intervenciones a modo de neurocirujano en la economía y que eso es lo que se ha venido haciendo en esta y la administración anterior,  según él salvando a la dolarización. Luego procedió a apelar a su autoridad: “le digo como un observador desde la academia que si conoce de temas monetarios...tengo una base teórica técnica porque mis publicaciones se han expuesto a nivel internacional...me diferencio de muchos analistas porque yo tengo una presencia muy sólida en temas monetarios a nivel mundial”. Sigo buscando en Google las publicaciones del modesto ministro y no las encuentro.
El Ministro dijo que desde el año 2000 y hasta 2014 el Banco Central del Ecuador (BCE) había sido reducido a una mínima expresión, siendo incapaz de salvar la economía en momentos en que esta se enfrenta a shocks externos negativos. Pero la dolarización no depende de unos sabios economistas progresistas, como dice repetidas veces ser el Ministro, sino que a pesar de ellos logra sobrevivir porque depende de la confianza que la gente tenga en el dólar versus cualquier otra opción real.
Nuestra alternativa real, considerando las administraciones demagógicas que ha tenido el país a lo largo de las últimas décadas y que es una verdadera tradición nacional el desorden fiscal desde la fundación de la República, sería algo similar a la orgía de emisión monetaria que realizó el BCE a fines de los noventa, la cual derivó en inflación de dos dígitos y en una profunda crisis financiera. Es fácil pensar que hubiera sido igual o peor en esta última década, considerando cómo han dispuesto alegremente del dinero de otros en el BCE para financiar al gobierno.
Lejos de salvar la dolarización, esta cuestionada práctica sí ha puesto en riesgo la estabilidad del sistema financiero y ha limitado la expansión del sector productivo.
Si realmente quisieran contribuir al mejor funcionamiento de la dolarización, adoptarían una reforma de integración financiera y un sistema tributario territorial, al estilo de PanamáJosé Luis Moreno-Villalaz, quien fue asesor del Ministerio de Economía y Finanzas de Panamá, señala en un estudio que:
“Los bancos internacionales han reaccionado a los eventos inesperados o a los shocks económicos en Panamá aumentando su exposición y utilizando fondos externos para respaldar operaciones locales. Lo han hecho así en 1964, 1967-69, 1973-75, y en 1978-80. Las matrices de los bancos internacionales han funcionado como prestamistas de última instancia, proveyendo liquidez al sistema bancario. Esta característica ha absorbido shocks, una reserva de créditos que reemplaza las reservas de un banco central y reduce el riesgo en la economía, incluso en condiciones de estrés”.
Moreno-Villalaz también explica que Panamá ha sido capaz de resolver sus crisis políticas sin que estas se conviertan en crisis económicas, dado que al estar dolarizados el sistema monetario y el régimen de tipo de cambio dejan de ser un conducto de contagio. 
Pero aquí le han puesto trabas innecesarias a los flujos de capitales y al comercio, han aumentado impuestos y han creado un conducto de contagio entre el desastre fiscal del gobierno y el sistema financiero.


Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 19 de enero de 2018 y en Cato Institute.
 

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