Enemigos del empleo: ¿Tecnología o legislación laboral?
Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad
Libre. Profesor titular de Economía Política I (UCES) y Economía Argentina,
Economía Mundial y Principios de Economía (Cámara Argentina de Comercio). Autor
de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina
2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber
International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la
mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos
reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para
desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada
Británica y la Fundación Antorchas,1999). Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del
Salvador, Buenos Aires) y Magister en Política Económica Internacional
(Universidad de Belgrano), habiendo realizado un Posgrado en Psicología
Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa
"Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation
(Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).
Contacto: msimonetta@atlas.org.ar / Twitter: @martinsimonetta
El desempleo y la pobreza son algunos de los grandes
desafíos que enfrenta la Argentina. Desafíos que se muestran difíciles de
resolver, a juzgar por los resultados de las últimas décadas. En la actualidad,
en nuestro país poco menos de una de cada tres personas es pobre, la tasa de
desempleo afecta a alrededor de uno de cada diez personas de entre 18 y 65
años, y entre tres y cuatro de cada diez personas que trabajan lo hacen de
manera “informal” o “en negro”.
Desempleo y la informalidad reflejan las consecuencias
de normas laborales que desincentivan a las empresas tomar empleados. Esto se
da porque, por un lado, es muy caro contratar empleados “en blanco”, no sólo
por lo que cobra “en mano” el empleado, sino por las llamadas cargas sociales.
Así, por ejemplo y dependiendo de cada sector, si el empleado cobra 10 pesos, a
la empresa le terminará costando 15. Por el otro, contratar a un trabajador le
implica a la empresa la posibilidad de enfrentar en algún momento una costosa
demanda laboral, en el contexto de una legislación que –en caso de conflicto-
favorece al empleado, en contra del empleador.
¿Cuáles son las consecuencias inevitables de tal
situación? Las empresas contratan lo mínimo posible. Generar empleo en
Argentina puede ser muy costoso y no rentable, y además un dolor de cabeza por
las potenciales demandas laborales. A la postre, muchas empresas necesitarían
tomar empleados, pero prefieren no hacerlo, para evitar problemas futuros.
Muchas empresas –que pueden hacerlo en este formato-
continúan trabajando sin dar empleo. Un indicador de esta situación son los más
de 3,2 millones de monotributistas (autoempleados, micro o pequeños
empresarios) existentes en Argentina, que reflejan cuán vivo se encuentra el
espíritu emprendedor en nuestra sociedad y cómo –dada la estructura de
incentivos que brinda la compleja legislación- los pequeños empresarios se
adaptan para sobrevivir y crecer. Como decíamos, muchos de ellos no tienen
empleados, y se caracterizan por una enorme productividad y organización
eficiente de recursos tecnológicos y no tecnológicos, orientación a la
satisfacción al cliente (si no, no sobreviven las empresas) y una cantidad de
horas trabajadas que no reconoce domingos ni feriados. No se quejan y
demuestran que la creación de valor es posible, aún en contextos llenos de
desafíos.
Tecnología y robots
Pero esto no termina acá. La situación descripta se da
en un contexto único en la historia de la humanidad: el desarrollo exponencial de
nuevas tecnologías ha incrementado -y continúa incrementado- la productividad.
Es decir, que con la misma cantidad de recursos (o menos) podemos producir
mucho, pero mucho, más. Y cada vez se puede producir más con menos humanos.
Computadoras y robots son reflejo de este avasallador
proceso. Ni los robots ni las computadoras hacen juicios laborales, huelgas, ni
cobran cargas sociales (y, al menos por ahora, no pagan impuestos específicos),
lo cual suma otro desincentivo a la contratación de empleados.
En este actual contexto de revolución tecnológica, el
viejo discurso sindical reclamando derechos –en muchos casos- poco tiene que
ver con la cultura de la adaptación al medio que demandan las circunstancias,
sino con una especie de queja ante la inevitable ley de gravedad. Parece una
broma de mal gusto o una preocupante incomprensión del proceso innegable de
revolución de los procesos productivos. En este sentido, la Argentina atrasa. Y
mucho. Tal vez una parte de la población no comprende que sólo si existe
rentabilidad empresaria, habrá creación de empleo. Que si se castiga la
actividad empresarial habrá menos empleo. Las manifestaciones populares del mes
de diciembre 2017 –ante intentos de una moderada modificación del sistema de
normas laborales que castigan el empleo- reflejan esta incomprensión de la
profundidad del proceso y conciben la relación empresario-empleado como un
juego de “suma cero”, donde uno gana si el otro pierde. Pero sucede todo lo
contrario: empresarios y empleados están en el mismo barco.
El tsunami tecnológico ya se activó. Quien no se
adapta tiene más riesgos no tener éxito en las nuevas circunstancias. Y la
legislación laboral argentina, de no modificarse, continuará castigando a los
más vulnerables.
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