Marchas, cánticos, símbolos: Psicología del nacionalismo tribal
Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad
Libre. Profesor titular de Economía Política I (UCES) y Economía Argentina,
Economía Mundial y Principios de Economía (Cámara Argentina de Comercio). Autor
de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina
2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber
International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la
mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos
reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para
desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada
Británica y la Fundación Antorchas,1999). Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del
Salvador, Buenos Aires) y Magister en Política Económica Internacional
(Universidad de Belgrano), habiendo realizado un Posgrado en Psicología
Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa
"Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation
(Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).
Contacto: msimonetta@atlas.org.ar / Twitter: @martinsimonetta
Marchas, cánticos, grupos con símbolos que los
identifican. ¿Le suena familiar? Estas manifestaciones se han repetido
sostenidamente a lo largo de los 200.000 años que –hasta hoy se piensa- tiene
nuestra especie. Si bien los avances en el
conocimiento formal neuropsicológico de los nacionalismos son relativamente
recientes, claro está que innumerables líderes políticos a lo largo de la
historia de nuestra especie han recurrido a estas herramientas (de forma más o
menos intuitiva) para alcanzar sus fines. Esto se evidencia en los discursos
orientados a las emociones por parte de diversos líderes populistas.
El sentimiento tribal –manifestado en distintas
versiones, entre ellas los nacionalismos- tiene como punto común el desarrollo
de un discurso agresivo, que se nutre del odio generado por lo externo, la
interpretación de la existencia de un “conflicto social” que lleva a la “lucha
de clases”, orientando su mensaje a los sectores mayoritarios, más humildes y
vulnerables de las sociedades. Sólo hace falta mirar los mensajes de personajes
relativamente recientes de la historia tales como Adolf Hitler, Benito
Mussolini, Juan Domingo Perón, más cercanamente a Hugo Chávez -e incluso el
contenido del mensaje de Donald Trump- entre otros, para corroborar esta
afirmación.
La vigencia del sentimiento tribal la podemos
encontrar en diferentes aspectos de nuestras sociedades: desde los deportes
(pensemos en las ceremonias religiosas representadas en los mundiales de
futbol, por ejemplo; así como la competencia entre clubes que representan
distintas ciudades o provincias); así como en la identificación ciudadana con
empresas estatales y las campañas publicitarias que las vinculan con el orgullo
de una sociedad.
Marketing nacionalista
El discurso nacionalista tiene una identidad bien
definida y una estrategia comunicacional muy clara. Algunos de los puntos salientes
de esta estrategia son:
· - Llegada a las emociones de su audiencia. El discurso se encuentra claramente dirigido a las
emociones, no tanto a la razón de su público. Técnicamente, las neurociencias
denominan a esa área del cerebro el cerebro límbico. Imágenes tales como besar
un bebé o un niño, abrazar a una persona pobre o un obrero, hacer un regalo a
una madre, son las típicas acciones que podemos enmarcar en este perfil. José
Ignacio García Hamilton hacía alusión a este tipo de liderazgo y se refería a
Eva Perón (esposa de Juan D. Perón) como “la dama buena que regala lo ajeno”, a
efectos de describir el comportamiento populista de “Evita” que aún perdura en
la memoria de muchos argentinos, más allá de que ella hizo caridad con dinero
que no era de ella sino de los contribuyentes.
· - Promoción de relaciones sociales de suma cero. Para los líderes nacionalistas, la sociedad es
concebida como un ámbito en el cual existen enfrentamientos, donde algunos
grupos están enfrentados con otros. Ya Karl Marx desarrolló el concepto de
lucha de clases para referirse a un concepto vinculado. En este sentido, los
populismos nacionalistas convencen a su audiencia de que la riqueza de los
ricos es la causa de la pobreza de los pobres. También este criterio es
aplicable a nivel internacional, donde la riqueza de los países ricos es la
causa de la pobreza de los países pobres. Este discurso suele ser exitoso en la
medida en que las sociedades no logran comprender la complejidad de los
procesos sociales. En ese marco, es más fácil aceptar tal supuesto. Siempre hay
malos y buenos, siendo los primeros la causa de todos los males de los
segundos.
· - La generación de pobres es funcional a sus
intereses.
Paradójicamente, la existencia y crecimiento de la cantidad de pobres es
funcional a sus intereses. Obviamente, los líderes no lo dicen abiertamente,
pero es claro que cuántos más pobres tiene una sociedad, mayor cantidad será la
cantidad de voto fácil y funcional a sus intereses. En consecuencia, si bien su
discurso se encuentra repleto de alusiones de terminar con la pobreza, saben
que su principal capital político se encuentra en la preservación e incluso
aumento de la misma.
Psicología del nacionalismo
Cuando hablamos de nacionalismos, más allá de la
referencia misma al fenómeno político o económico, nos encontramos ante un
fenómeno evolutivamente complejo. El nacionalismo se vincula a instintos
tribales, neurológicamente identificables, que ponen al descubierto tendencias
básicas de nuestra especie. Tal como señala Joshua
Searle-White, en “The Psychology of Nationalism”, en el nacionalismo y otras
formas de identidad de grupo se apoyan en muchos de los conflictos destructivos
que las sociedades experimentan en un momento determinado. El nacionalismo
puede ser cívico, étnico, o una combinación de ambos, pero todos los
nacionalistas desarrollan actitudes y creencias sobre su propio pueblo y sobre
los otros, que hacen sentir un apasionado “attachment” (apego) a la “Nación” y
que –a veces- los pueden llevar a actuar con gran crueldad sobre sus enemigos.
El nacionalismo genera una mentalidad de “nosotros contra ellos”. Desde una
perspectiva de la psciología social, el sentimiento nacionalista pasa por dos
puntos centrales: “attachment” (apego) –ya mencionado- y la identidad.[1]
Daniel
Druckman, sostiene en “Nationalism, Patriotism, and Group Loyalty: A Social
Psychological Perspective”, que la gente ve a los grupos sociales como
proveedores seguridad, así como de status y prestigio en pago por su lealtad y
compromiso. Las naciones toman relevancia personal para los individuos cuando
ellos se sienten sentimentalmente apegados
a su “homeland” (tierra natal o patria), motivados a ayudar a su país y
a ganar un sentido de identidad de autoestima a través de esa identificación
nacional.[2] Y este comportamiento
nacionalista puede llevar al fanatismo. Para el
psicólogo español Federico Javaloy “la mayoría de grandes crímenes se hacen en
nombre de los grandes ideales” pero el logro de esas metas no es el fin último
del fanático, sino que es una excusa para dejar salir impulsos reprimidos, su
narcisismo.”[3]
Pero, ¿cómo y por qué suceden estos procesos en nuestros
evolucionados cerebros de humanos? Tal como señala Pedro Bermejo Velasco,
médico y presidente de la Asociación Española de Neuroeconomía, la amígdala
cerebral “se activa ante aquello que nos resulta desconocido o poco familiar y
propicia un exceso de confianza para todo lo que procede de nuestra región o
país, lo que podría explicar actitudes como el nacionalismo o el racismo.”
Cuando nos enfrentamos a lo desconocido se activan los sistemas de aversión a
la pérdida (a partir de la amígdala cerebral) que nos llevará a rechazar todo
lo vinculado a otro grupo y a preferir lo nuestro. Bermejo Velasco hace
referencia al estudio realizado por Pedro Lylyk, de la Clínica Sagrada Familia
de Buenos Aires, a través de resonancia magnética durante el Mundial de Brasil
2014. Lylyk analizó qué áreas cerebrales se activaban durante los partidos de
la selección nacional de Argentina con equipos de otros países y comprobó cómo
en los momentos de mayor cercanía al gol propio o del equipo contrario, se
activaban las áreas relacionadas con el sistema límbico, las estructuras
cerebrales vinculadas a las emociones.[4]
Los nacionalismos en sus distintas versiones tienen
como punto en común apuntar a los sectores mayoritarios y más humildes de la
sociedad. Saben muy bien que son la “mayoría” y, en consecuencia, encuentran
allí un voto masivo y vulnerable.
[1] Joshua Searle-White, “The Psychology of
Nationalism”. Palgrave
Macmillan US, 2001.
[2] Daniel Druckman, “Nationalism, Patriotism, and
Group Loyalty: A Social Psychological Perspective”. Mershon
International Studies Review, Vol. 38, No. 1 (Apr., 1994).
[3] Tomás Delclós, “La psicología del fanatismo, analizada en una tesis
doctoral”. El País, Barcelona, 1983.
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