¿Cómo vamos?
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Cuando Mauricio Macri llegó a la presidencia de la Nación, una
bocanada de aire puro alimentó las expectativas de muchos argentinos que
deseaban una democracia mejor y un
cambio de rumbo en la política económica.
Nadie duda del carácter democrático y
republicano del Gobierno aunque quienes se ven perjudicados por actuaciones
delictivas o fraudulentas, durante el
gobierno anterior, expresen injustamente lo contrario.
En el campo económico, la mayoría creyó que el nuevo gobierno
aprovecharía bien la oportunidad y que habría decisión política para encarar
las reformas estructurales necesarias para bajar la inflación y atraer inversiones, sin las cuales no se puede expandir la
actividad económica provocando la tan temida recesión y desempleo.
Las primeras medidas hicieron mantener vivas las expectativas durante varios meses.
Ellas fueron, entre otras, la libertad de cambios, aunque imperfecta,
insertar al país en el mercado financiero internacional, y desburocratizar, en cierta medida, el comercio exterior.
El hecho de no blanquear adecuadamente la ruinosa situación en que se encontraba la economía, hizo pensar
que podíamos salir rápidamente hacia adelante y que, por fin, el país
se ponía en marcha.
La estabilidad política estaba asegurada, y por ello, todos los sectores se
mantuvieron en un compás de espera mientras el Gobierno se acomodaba en sus
funciones.
Si el
cambio de rumbo que se anunciaba hubiera tenido bases firmes, se hubiera
trazado una política que rápidamente hubiera desmantelado la estructura
económica autoritaria que se creó durante el gobierno kirchnerista. No bastaba con crear nuevos ministerios y
seguir, en muchos aspectos, por el
camino que se había recorrido durante los últimos doce años.
La
decisión debía ser revolucionaria en el sentido de trazar una nueva política
como lo hizo el ex presidente Menem en su primera presidencia. Había que
demoler rápidamente los obstáculos y las estructuras que se opusieran a una
economía libre.
En su
última entrevista por televisión, realizada por el periodista Luis Majul, el presidente Macri habló de un cambio de
tendencia. Y de eso se trataba, pero en los hechos: ir lo más rápidamente
posible hacia una economía de libre mercado.
La
transferencia de recursos de la administración pública y de empresas del Estado
a la actividad privada, requiere de inversiones del sector privado. El Gobierno se ha dedicado a invertir el
dinero que no tiene en actividades que podrían haber sido encaradas por capital
privado. No ha reducido sus gastos, encarando faraónicas inversiones en un
período de vacas flacas.
Tiene un grave problema repetido en nuestra
historia económica : un fuerte déficit que no permite, como se desea, bajar la inflación. ¿Cuál es la razón? No se
piensa en cómo reducir la actividad estatal.
La
cuestión era atraer la inversión privada y ella solo se podía conquistar dando
confianza en la marcha del país.
Se han
dedicado a buscar capitales en el exterior sin que se haya trazado, con claridad, políticas atractivas para la inversión, la cual prefiere, de este modo, ir a países que las tienen, como es el caso de
Chile , por ejemplo. Nadie arriesga sin saber cuál será la futura intervención
del Estado.
Por motivos eleccionarios no se han hecho las
reformas estructurales pendientes, tampoco se eliminaron muchos de los obstáculos y rigideces que
dificultan la actividad económica. El
intervencionismo estatal se mantiene,
alejado de un sistema competitivo de libre empresa. Esta política
fracasada, tantas veces, en Argentina, limita la inversión y carga el fracaso sobre
la espalda de los contribuyentes.
Ha faltado una eficaz información sobre cuál es
la filosofía económica que tiene el Gobierno. Ello se trasunta en la falta de
firmeza y seguridad en la transmisión de las mismas. Aunque en sus
discursos se refieran a la competencia y
otros elementos de la economía liberal, no son liberales, se han pronunciado
negativamente al respecto. Son “pragmáticos” y por lo visto no enrolados en
doctrina alguna aunque, en los hechos,
muestran una pátina “desarrollista”.
Sabemos que dentro del Gobierno existen
tendencias contrapuestas. Esto, trae aparejado,
que los posibles inversionistas se
mantengan a la expectativa de cuál triunfará. Ello demuestra que no hay un
rumbo claro que ayude al empresario a calcular mirando el futuro, e infunde temor, a que deban cambiarse las políticas enunciadas
inicialmente.
La atención se centra en el déficit de
presupuesto y en la expansión monetaria, destinada a cubrir las necesidades del Estado
o en actividades en las que el Gobierno interviene directa o indirectamente.
Preocupa que éste no tenga una actitud que incentive a la actividad privada.
No existe un plan sustentable que pueda ser
explicado con coherencia y convicción. Eso se nota aquí y en el exterior. Todos
creen en las buenas intenciones del presidente Macri pero, no bastan, si se basan en hacer promesas sin indicar cómo se hará para realizarlas.
Los índices de inflación también inquietan a la
gente, la cual sigue cargada de impuestos sin ver una acción decidida del Gobierno
por contener los gastos. Esto provoca en la opinión pública el temor a que
aumente la inflación y se desencadene
una nueva crisis. El sector privado no puede seguir sobrellevando el
endeudamiento en que ha incurrido el Gobierno para compensar el déficit fiscal.
Es de esperar que predominen en el
Gobierno, las ideas de los dirigentes
que se han podido desprender de falsas ideas colectivistas. Estas hacen que no
se lleven a cabo disposiciones que beneficiarían a toda la comunidad por
consideraciones sociales populistas.
No se puede, para mejorar la economía, olvidar que no hay solo cifras sino personas
de carne y hueso, pero no significa
dejar de tomar medidas que benefician su futuro, aunque importen cierto sacrificio, por fines
electorales.
La receta para progresar es defender la libertad
política y económica y regenerar la institucionalidad, en especial la Justicia.
Mientras se siga gobernando sin llegar a las
raíces de los problemas, tanto más difícil será enfrentarlos en el futuro,
provocando una nueva decepción en los argentinos que votamos con grandes
expectativas.
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