Cumbre del Proteccionismo: Ministros del G20 en Buenos Aires
Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Profesor titular de Economía Política I en UCES) y de Economía en Cámara Argentina de Comercio. Autor de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina 2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada Británica y la Fundación Antorchas,1999). Miembro del Instituto de Política Económica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, Buenos Aires) y Magister en Política Económica Internacional (Universidad de Belgrano), habiendo realizado un Posgrado en Psicología Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa "Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation (Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).

Contacto: msimonetta@atlas.org.ar / Twitter: @martinsimonetta


La realización de la Cumbre del G20 que tuvo lugar en Buenos Aires dejó un saldo esperable, en el contexto de una concepción de intercambios de favores proteccionistas entre país.
 
En el encuentro del cual participaron los Ministros de Finanzas y Presidentes de los Bancos Centrales, diversos conflictos comerciales enmarcaron la agenda. Uno de ellos, el que tiene que ver con las medidas proteccionistas que anunciadas por los Estados Unidos de Donald Trump, orientadas a restringir el acceso de acero (el derecho de importación pasa al 25%) y de aluminio (10%) del mundo a ese país, lo cual tensa el diálogo, especialmente con China.
 
Otro de los conflictos que da contexto al encuentro tiene que ver con los intentos de la Unión Europea de “imponer impuestos” para el funcionamiento de empresas tecnológicas tales como Facebook, Google, Amazon, Twitter, entre las más representativas.
 
Este breve panorama muestra –de forma descarnada- la forma en que están planteadas las cosas en las negociaciones entre países dónde se intercambian privilegios, relativas aperturas o cierres de las economías cuyas consecuencias pagan los consumidores. Quienes tienen voz no son los ciudadanos, quienes se verían perjudicados con los cierres de mercados que se utilizan como moneda de cambio entre estados, sino los intereses de las empresas prebendarias que –aliadas con los gobiernos- buscan restringir la competencia y mantener sus cotos de caza.
 
Ya explicaba este proceso el economista Mancur Olson, al estudiar la economía política del “proteccionismo”, y señalar que este “proteccionismo” sólo refleja la voz de los productores (grupos pequeños, bien organizados y con bajos costos de acción colectiva) y no de los consumidores (más en cantidad, dispersos y con altos costos de acción colectiva). Sobre esa naturaleza de las cosas se asientan los fenómenos de búsqueda de rentas (rentabilidades empresarias basadas en privilegios y no en la sana elección del consumidor en mercados abiertos) tal como es el proteccionismo.
 
Se habla de “guerras comerciales” pero en realidad las verdaderas guerras no son entre países o bloques comerciales como EEUU y China o entre Rusia y la UE por el acceso de los productos a los mercados, sino entre ciudadanos y productores. Estos últimos influyen a piacere sobre las políticas de acceso al mercado de sus países (importación, etcétera) condenando a los consumidores a consumir sus productos y servicios sin elegirlos, restringiendo su menú de opciones a lo mínimo.
 
A quién protege el proteccionismo
Por eso nos preguntamos: ¿a quién protege el proteccionismo? Claramente a las poderosas empresas defensoras de sus cotos de caza, y no a los inermes consumidores que verán su presupuesto coartado por mayores precios y su menú de opciones cercenado por las restricciones al acceso de productos del mundo.
 
Esta situación reafirma la concepción mercantilista de suma cero prevaleciente en el comercio internacional administrado, donde se considera que exportar es bueno e importar es malo. Claro, es bueno para la empresa cazadora de privilegios que tiene capacidad de influir sobre su gobierno para que defienda su interés específico de exportar, o de restringir importaciones evitando que los competidores internacionales accedan a su mercado. En este juego, los consumidores son convidados de piedra.
 
Sea en Buenos Aires o en otra ciudad, mientras continúen negociándose estas temáticas en estos formatos, estaremos frente a más de lo mismo. Esta película –lamentablemente- ya la vimos muchas veces. Conocemos la trama y podemos prever el final.
 
 
 
 

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