El costo oculto de una economía cerrada al mundo
José A. Esteves
Fundador y Miembro del Consejo de Administración de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


¿Por qué Argentina es un país tan caro en dólares? Una de las causas tiene que ver con sus políticas, que –aún en la economía global del siglo XXI- continúan siendo restrictivas al acceso de productos del mundo a nuestro mercado. Argentina es uno de los países que cuenta con una de las economías más cerradas del planeta. Así lo confirma el estudio de Fraser Institute que posiciona a nuestra nación en el puesto 158 de un total de 159 países en un ranking que evalúa la libertad de comerciar internacionalmente.[1]
 
Esta situación no debe sorprendernos pues Argentina es un país con una tradición fuertemente proteccionista. Históricamente, el país vivió aislado del mundo desde inicios de la década de 1930 hasta la llamada “apertura” de inicios de los 90. Tras tantas décadas de aislamiento, el impacto tras la reducción de barreras arancelarias y no arancelarias fue alto, como era de esperar. Pero el tiempo transcurrió, el mundo continuó eliminando sus barreras al comercio y Argentina se estancó nuevamente en tal sentido. A esto debemos sumarle las restricciones impuestas por el “factor distancia”, que ya juega en favor de quienes quieren que no comerciemos con el mundo, pues el costo de los fletes opera como una “protección natural”.
 
 
Mitos proteccionistas
La tradición proteccionista en Argentina ha arraigado sus intereses en las políticas públicas y ha generado claros ganadores que son empresas que producen bienes no competitivos internacionalmente pero los pueden vender en el mercado argentino. Los consumidores finales y quienes utilizan esos bienes como insumos son los que compran (o no compran) a esos precios alejados de los precios globales.
 
El gran mito sobre el que se asienta este “proteccionismo” es que al restringir el acceso de productos importados se generarán puestos de trabajo. Falso. Lo que no tiene en cuenta tan simplificadora afirmación es que al limitar el acceso de productos del mundo, los precios de estos bienes serán más elevados y, en consecuencia, los consumidores deberán dedicar una porción mayor de sus ingresos a pagar por ellos. Es decir, el proteccionismo protege al productor nacional y castiga al consumidor. Asimismo, un segundo efecto “oculto” es que si los consumidores pagan diez pesos por un producto en un contexto proteccionista, por lo que podrían pagar cinco en un contexto de apertura, dejarán de utilizar esos cinco pesos en otras actividades, que no prosperarán. Es decir, que más allá del ya mencionado efecto falsamente positivo (restrinjo importaciones, ergo genero empleo), el proteccionismo: encarece los bienes en el mercado local, empobrece al consumidor e impide el nacimiento o crecimiento de otros productos y/o servicios que podrían haber sido adquiridos con los sobreprecios pagados por los productos protegidos.
 
El gran desafío del gobierno actual es recuperar la competitividad para que el comercio exterior traccione el crecimiento económico. Un desafío enorme (por los intereses poderosos que hay que remover, no por la complejidad técnica del tema) y que tiene distintos aspectos. Uno de ellos es quitarle peso muerto a la producción nacional, permitiéndole abastacerse de los mejores productos del resto del globo. Esto es eliminación de restricciones de acceso a los productos del mundo a nuestro país. Mientras no logremos esto, continuaremos dependiendo del supuesto “maná del cielo” que son la exportación de materias primas.
 
Hemos comenzado diciendo que una de las causas de este “costo argentino” tiene que ver con el cierre de la economía a los productos del mundo, pero es importante no dejar de ver otros factores fundamentales, entre ellos el peso impositivo sobre la porción de la economía que se desempeña en el mercado formal, sin evadir impuestos ni regulaciones. Asimismo, la interacción entre alta inflación y tipo de cambio que generan –por momentos- tenazas adicionales a la competitividad, en un cocktail complejo.
 
Tenemos la oportunidad de cambiar en esta materia. Argentina se puede abrir al mundo y empezar a competir con posibilidades de éxito, si esto sucede. Por otra parte, como hemos dicho, el proteccionismo, no protege a los sectores de menores ingresos sino todo lo contrario: los obliga a dedicar una porción mayor de sus salarios a la compra de bienes. En este marco, no sólo tenemos ingresos de país no desarrollado sino precios mucho mayores que los de los países desarrollados. Por eso decimos que menos proteccionismo es igual a menos pobreza.
 
Veamos simplemente lo sucedido con la apertura de importaciones en el mercado de celulares, notebooks y tablets: hoy más personas –especialmente niños y jóvenes- pueden acceder al futuro con simpleza y dejar de pensar en viajar a Chile para poder comprar una herramienta clave para su desarrollo y crecimiento en el mundo del conocimiento.
 
Más allá de las ideologías, el planeta ya no cuestiona este tema y ha reducido fuertemente sus barreras al comercio entre los países. Darle la espalda a este proceso es condenarnos al retraso y a sus consecuencias.


[1] James Gwartney, Robert Lawson & Joshua Hall, “Economic Freedom of the World 2017”, Fraser Institute. https://www.fraserinstitute.org/sites/default/files/economic-freedom-of-the-world-2017.pdf .
 

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