BCRA: Brazo armado de una corporación política ladrona
Javier Milei
En la Primera
Conferencia de Génova, celebrada en 1445, los gobiernos establecieron
oficialmente el patrón oro y eliminaron la posibilidad de la acuñación privada.
Así el monopolio de la acuñación sentó las bases para que se produjeran
"recortes" oficiales en las monedas, al tiempo que se decretaba el
curso forzoso de las mismas, lo cual, significaba una sustracción de recursos a
los ciudadanos y la desarticulación de los precios relativos. Por otra parte,
luego de establecido el monopolio de la acuñación y el curso forzoso, los
gobiernos impusieron el monopolio de la convertibilidad. En definitiva, esto
último significaba la instauración de organismos estatales con la función de
tomar depósitos en metálico y emitir contra ello los recibos correspondientes.
De este modo, los
gobiernos descubrieron la posibilidad de emitir estos recibos sin el
correspondiente metálico y con ello financiar el gasto público evitando la
necesidad de recurrir a impuestos. Sin embargo, cuando esta política trascendía,
el público tendía a convertir sus recibos para obtener el metálico, lo cual
implicaba una corrida contra las cajas de conversión, por lo cual, para eludir
los efectos de dichas corridas los gobiernos suspendían la convertibilidad.
Así, luego de varias
crisis monetarias de origen fiscal, finalmente los gobiernos decidieron
quitarse la máscara y así; decretaron terminar con la convertibilidad. De este
modo, manteniéndose el curso forzoso, la clausura de las instituciones de
conversión inexorablemente condujo a la aparición de la autoridad monetaria. En
este contexto, la autoridad monetaria debía establecer la cantidad de moneda y,
de esta manera, influir en el poder adquisitivo de la misma. Por lo tanto, el
origen de los bancos centrales no es más que una estafa "legal"
contra aquellos que depositaron bienes tangibles a cambio de unos papeles que
prometían un repago que luego fue repudiado. Si bien el mecanismo de conversión
desapareció, la estafa, bajo el formato de dinero fiduciario persiste y la
manifestación de ello es la inflación.
En este sentido, la
historia del Banco Central de la República Argentina (un apéndice de la nefasta
corporación política) es la prueba palmaria de la existencia de un estafador
serial a escala colosal. Previo a la creación del BCRA en 1935, la base
monetaria crecía a una tasa anual promedio del 6,1%, mientras que la inflación
era del 3,4%. A su vez, en los primeros 10 años de operación, cuando era mixto,
la cantidad de dinero pasó a crecer a un ritmo promedio del 13,6% anual,
mientras que la inflación trepó; al 6%.
Sin embargo, lo peor
estaba por venir. Luego de la estatización del “órgano de descontrol
monetario" en el año 1946, se pueden diferenciar tres períodos. El primer período
va desde la estatización del BCRA hasta 1991, donde la cantidad de dinero creció;
a un ritmo promedio del 176% anual, al tiempo que los precios lo hicieron al
225%.
Es más, dentro de los
logros monetarios del BCRA en dicho período, se registran momentos de alta y
muy alta inflación, dos hiperinflaciones y la destrucción de cinco (en rigor
seis) signos monetarios. Por ello, a lo largo de los años, los agentes, para
preservar su poder adquisitivo demandaron menos moneda local, y con ello
amplificaban los efectos inflacionarios de la emisión monetaria.
Luego de semejante catástrofe,
se terminó; repudiando al dinero doméstico y en abril de 1991 se implementó; el
Plan de Convertibilidad, el que, mediante una ley, estableció que el BCRA sólo podría
emitir contra dólares a una paridad 1 a 1. Al mono salvaje se le quitaba la
navaja y el resultado fue contundente. La tasa de emisión promedio entre 1991 y
2001 se ubicó; en el 16% anual, mientras que la inflación fue del 9% anual. Sin
embargo, en 2002, bajo promesa de que esta vez será diferente, el salvaje
primate recuperó la navaja y su resultado no sorprendió;. De 2002 a 2016 la
tasa de emisión promedio trepó al 28% anual y con ello la inflación ascendió al
21%. Dicho desastre no ha sido gratis. La diferencia en la tasa de crecimiento
de la economía por pasar de una inflación superior al 20% anual a una menor al
5% es de 1,58% por año. Esto es, los más de 80 años del BCRA nos han privado de
tener un PIB 3,5 veces mayor al presente.
Por lo tanto, habiendo
visto que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario y los
costos que ha implicado para el país, la pregunta es ¿por qué no podemos parar
de una vez y para siempre la máquina de imprimir billetes? Y ahí, como todas
las pestes que azotan a este país desde hace más de 70 años, la respuesta está en
John Maynard Keynes, quien señalara: "Un gobierno puede vivir largo tiempo
imprimiendo dinero. Por este medio puede obtener el control sobre recursos reales,
los que son tan reales como los obtenidos por la tributación. Lo que se recauda
emitiendo billetes se toma del público del mismo modo que a través de un
impuesto a la cerveza o un impuesto al ingreso. El público paga lo que el
gobierno gasta. No existe déficit que no se cubra".
En definitiva, la
historia monetaria argentina no es más que la contracara del despilfarro
fiscal, por lo cual, ello nos indica que el Banco Central es un mecanismo por
el cual la corporación política estafa a los individuos de bien creadores de
riqueza y que no es una locura intentar eliminar al BCRA, sino que, además a la
luz de la calidad humana, ética y moral de la corporación política argentina,
la verdadera locura es tenerlo.
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