¿Porqué los políticos tienen tendencia a gastar más de la cuenta?

Eduardo Filgueira Lima
Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales. Magister
en Sistemas de Salud y Seguridad Social (ISALUD). Magister en Economía y
Ciencias Políticas (ESEADE).
Largos
años de desaciertos políticos y económicos (los unos siguen a los otros) nos
han sumido en condiciones de progresiva decadencia. Un 30% de pobres azota
todos los días nuestras puertas.
Desde
mediados de los años ´30 del siglo pasado el gasto público argentino ha tenido
un peso creciente dado su constante incremento, en la política y la economía
argentinas. Pero es en las últimas décadas cuando su peso relativo en términos
de PBI se ha acelerado sustantivamente al compás de políticas populistas.
El incremento del gasto público puede acompañar tendencialmente al
aumento de la población; o también ha sido utilizado como proceso de equilibrio
compensador en situaciones de recesión de la actividad económica, aunque esto
tuviera consecuencias deletéreas a mediano/largo plazo.
Pero en
nuestro caso el gasto público ha sido el instrumento que la política ha
utilizado para satisfacer crecientes demandas propias[1] y
también de la población, en una asociación perversa en la que los unos
resguardaron su supervivencia o perpetuación y los otros delegaron su voluntad,
recibiendo a cambio los beneficios del Estado en forma de dádivas, protección o
empleo público.
La
Argentina se acostumbró así a vivir crecientemente dependiente del Estado. Eso
mismo generó grupos cada vez más numerosos de privilegiados que pudieron vivir
de sus prebendas y un pensamiento “estatista” que se instaló y perdura
inconmovible, como si el estado pudiera hacerse cargo de todo, y dar
satisfacción a todos, en todo tipo de demandas y sobre todos pudiera recaer el
peso de sostener los beneficios que solo algunos usufrutuan.
Hemos
reproducido a la perfección la “tragedia de los comunes”[2].
Porque los incentivos están puestos en maximizar intereses individuales
explotando hasta extenuar recursos que son comunes, e inevitablemente
limitados. El Estado ha quedado subyugado por diversos grupos de interés del
que obtienen beneficios particulares. Este es el conflicto más pertinaz que
condiciona las democracias[3].
El estado ha quedado así agotado para incluso cumplir con lo que elementalmente
debiera.
Los
argentinos pedimos cada vez más que el Estado nos dé,.. que el estado nos
garantice,.. que el Estado nos proteja,.. que el Estado controle,.. que el
Estado regule,.. que normatice, que cada vez tenga mayor intervención en cada
una de las actividades de nuestras vidas. Pero sabemos también quejarnos cuando
asumimos lo que ese estado elefantiásico que hemos creado
nos cuesta, sin comprender la contradicción implícita que significa
pedir cada vez más y quejarnos después por tener que pagarlo.
Y todo
ello con la complicidad de los dirigentes políticos para quienes agigantar el
estado resultó un pingüe negocio porque les otorgó el rédito de
“administradores sensibles del Welfare State”, resultando lo que más aprecian:
adhesión y votos. Los incentivos están puestos en defective democracies[4] en las que se sostiene que la única
rendición de cuentas son las elecciones, que ingentes recursos públicos sean
puestos precisamente para obtener resultados electorales.
La trampa
política populista es precisamente encontrarnos en la imposibilidad creciente
de superar nuestras dificultades porque los unos demandan del Estado lo que los
otros asumen como necesidad propia de otorgar. Mientras, otra parte de la
población que no se encuentra en el grupo de privilegiados, debe soportar la
mayor carga que le imponen ambos.
El
problema es ideológico y cultural y por lo mismo es más difícil de superar.
Demandas no son siempre necesidades y todos –cada vez más y crecientemente a
medida que se reducen las oportunidades– se prendieron con avidez a obtener su
cuota parte del Estado, que hoy está agotado y que no encuentra medios para
financiarse, pero más grave aún constituye un enorme peso para el crecimiento y
eliminar los graves problemas que nos agobian.
Hoy el
gasto público supera el 42% en términos de PBI. Como muestra el gráfico
siguiente y su incremento fue brutal desde 1993 (23%) a nuestros días.
El gasto público casi se duplicó en menos de treinta años. De lo que nunca se habla es el
costo agregado –calculado hoy en deterioro social, político y económico– que
esa conducta depredadora ocasiona.
De esta
lógica perversa difícilmente pueda escapar el accionar político que requiere
para permanecer de los votos de las mayorías. Y difícilmente puedan escapar los
ciudadanos, que con este circuito obtienen prerrogativas inmediatas, sin
percibir que a largo plazo disminuyen inevitablemente sus perspectivas futuras.
Porque el
crecimiento del sector público se hace indefectiblemente a expensas del sector
productivo y aún de toda la población, cualquiera sea su mecanismo de
financiamiento: vía impuestos, emisión monetaria y/o endeudamiento (con las
consecuencias nefastas que cada uno de estos medios de financiamiento
ocasiona).
La lógica
seguida por Cambiemos una vez en el gobierno, de manera poco disimulada
consistió en recurrir a la obra pública para hacer lo que con seguridad hacía
falta (dado el ingente deterioro que en infraestructura nos había dejado el
gobierno anterior), pero también para inyectar recursos en un mercado deprimido
y sometido a necesarias correcciones que creyó poder hacer con “gradualismo”.
Es
comprensible ya que los políticos no son afectos a dar malas noticias y un
keynesianismo ad-hoc pudo haber sido en este sentido un buen
recurso político, aunque no se valoró lo suficiente que fuera un mal recurso en
el largo plazo. La disyuntiva podría ser dilucidar si el “gradualismo” no es
también en este esquema un disimulado hijo light del
populismo.
Pero a su
vez se debe decir que este gobierno ha logrado importantes avances en lo institucional.
El índice de Calidad Institucional ha mejorado 10 puntos en dos años.
Muy
probablemente, y a riesgo de entrar en peligrosas interpretaciones
psico-sociológicas, el gobierno se vio en la necesidad de desmarcarse de las
posiciones en las que la oposición política lo había colocado, “un gobierno de
ricos para ricos, … De insensibles que llevarían a cabo un ajuste, ... Qué
eliminarían los planes sociales, …” Como se dice en la jerga corriente “los
corrieron por izquierda, …” y tuvieron que parecer o ser más de izquierda que
lo que muchos hubieran deseado. El gobierno termina así mostrándose temeroso de
hacer las reformas necesarias.
Porque
inyectar más recursos tuvo consecuencias en un tema que nos es muy sensible: la
inflación, que resultó muy poco (o nada) elástica a la baja. A lo que
contribuyó la emisión monetaria –instrumento
estrella en el gobierno anterior– pero que en el actual creció 32% en 2016, lo
que le puso desde inicio un piso elevado.
En 2017 creció el 27%[6].
En 2017 el BCRA le giró al Tesoro Nacional un total de $421.708 millones.
Aunque del otro lado de la cuenta, el BCRA logró retirar del mercado por la vía
de la esterilización $225.364 millones. Con lo que quiero decir que el
gobierno, aunque recurrió al endeudamiento[7] para
financiarse, no dejó de utilizar la emisión para ese fin.
En Argentina la emisión monetaria sube exponencialmente a partir de
2006 [8].
Y hoy la masa monetaria se ubica en el 28,9% del PBI[9]La
presión que este proceso monetario ejerce sobre el valor de la moneda, impide
una efectiva baja de la inflación. Y a menor productividad es el
factor “escasez” el que entra en juego para la determinación de los precios.
La vía impositiva también está en su tope La presión
tributaria consolidada pasó desde un 19% para el promedio de los años 90 al 32%
del PIB en 2017. Por otra parte, dada la fuerte informalidad, la presión
tributaria sobre el sector formal resulta de un nivel insoportable del 50% o
superior a esa cifra, lo que ahoga la actividad productiva que es precisamente
de lo que se alimenta el fisco.
Es muy
probable que el gobierno haya subestimado algunos problemas que eran graves
cuando asumió o es muy probable que haya desbordado de optimismo prematuro
suponiendo que algunos problemas estructurales podían ser resueltos por vía de
un decreto que impusiera entusiasmo.
Muchos
problemas de la Argentina derivan de esa perversa asociación descrita sostenida
durante muchos años y cuya más popular acepción es un elemental “populismo”
político que tiene graves e inevitables consecuencias económicas[10].
El
gobierno actual pensó resolver un problema tan complejo también con
“gradualismo” para no verse tapado por las olas que supuso despertaría un
necesario ajuste. “Acá nadie quiere perder nada. Tocás algo y te incendian el
país”[11]
Pero
finalmente entre la obra pública y los compromisos electorales asumidos pagados
con empleo público (que se incrementó desaprensivamente), el gobierno no
reaccionó frente a un gasto público desbordado y mantuvo políticas tan
tramposas como las que se suponía venía a erradicar. El déficit del sector
público, que llega hoy a 7% del PBI, es el resultado de haber ido mucho más
lejos de lo lejos que ya se había llegado con un gasto público exorbitante.
En
nuestro país de manera prevalente la gente quiere dar satisfacción a sus
demandas de manera inmediata. Y quiere que esa satisfacción provenga del
estado, porque no tiene otras posibilidades (estas son reales necesidades), o
porque le resulta más rentable diluir sus responsabilidades en el conjunto (esto
es oportunismo). ¿Como puede definirse claramente la línea que separa estos
comportamientos?
Parece no
entenderse que así se reducen las perspectivas futuras, que a más Estado
mayores limitaciones a la actividad productiva. Que el estado debe cumplir funciones
muy puntuales y específicas que no puede cumplir con eficiencia y mucho menos
con las agregadas que le hemos impuesto.
Porque
ello requiere financiamiento y la vía impositiva ha llegado a un tope
insostenible. El peso del gasto impositivo no debe ser una carga que como una
mochila nos impida avanzar. El costo de esa carga imposibilita el crecimiento
porque limita el desarrollo de las actividades productivas que son esenciales
(a la par que otros factores), para equilibrar otra debilidad
importante hoy como es la balanza de pagos, que se nos muestra hoy deficitaria[12].
Y la
emisión monetaria (que fue el sustento del gobierno anterior y apenas un poco
disminuyó en el actual) se traduce inevitablemente en inflación por lo que la
única vía alternativa que quedaba, para sostener el fenomenal gasto que el
anterior populismo ocasionó, fue el endeudamiento, …que no es gratis!
Hoy el
presidente Macri ha mencionado que “no podemos gastar más de lo que tenemos”! Y
se me ocurre decir que más aún, tenemos que gastar mucho menos que lo que
estamos gastando: el déficit fiscal es un tramo en exceso del proceso del
gasto, ... pero finalmente detrás está el gasto público ya de por sí excesivo.
Con
seguridad reducir el déficit fiscal[13] es
un tema trascendente. Pero disminuir el gasto público requerirá de un esfuerzo
mayor. No será fácil decidir aquellos rubros en los que puede reducirse el
gasto sin conflictos sociales, pero es imprescindible. Obviamente es más
sencillo escribir sobre la reducción del gasto público que hacerlo. Ni gobernadores,
ni intendentes, ... quieren ajustar su gasto, y siendo un país federal la mayor
parte de las transferencias nacionales son automáticas.
El 30% de la PEA empleada trabaja para el gobierno (en sus tres
estamentos) En Formosa, Catamarca, La Rioja, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco
y Corrientes hay más del 50% de la población empleada dependiente del estado[14].
La Fundación Libertad y Progreso ya ha expuesto sobre el peso que el empleo
público tiene hoy y como se ha incrementado entre 2003 y 2017[15]
Si estas
cuestiones no se corrigen las perspectivas de crecimiento, desarrollo y
disminución de la pobreza se encuentran muy lejanos como objetivos y el
costo será el subdesarrollo social y económico, porque la economía nos pasará
sus facturas.
En días
recientes hemos sufrido varios días de tensión minimizada por el gobierno y
exacerbada por los opositores y muchos otros. Pero en su raíz el problema
subsiste inconmovible. El incremento de tasa de interés en los EE.UU. y
la populista imposición a la renta financiera[16] que
se implementó en Abril de este año (por iniciativa de la oposición pero
acompañada por el oficialismo), a lo que se sumó un dólar retrasado, alimentó
los temores de una corrida de los tenedores de deuda hacia este último e
incentivó la demanda. Finalmente los tenedores de deuda argentina renovaron en
un 100% la misma. Pero el dólar alcanzó un nuevo piso,.. que probablemente no
sea su techo. Tal como es previsible la vulnerabilidad argentina persiste.
Mientras
pensemos que “la mejor política económica es la que permite ganar
elecciones” y para ello la política recurra a cualquier medio, el
problema será esencialmente político! Por lo que no debemos alarmarnos entonces
que en cada oportunidad que tenga nos dé un sacudón la víctima: la economía!
[1] Referencia a
un mercado político que tiene incentivos alineados con su propio interés
corporativo.
[4] Merkel, W
“Defective democracies” Centro de Estudios Avanzados de Ciencias Sociales.
Paper N°132, 1999
[6] Nadin
Argañaraz y Bruno Panighel En Informe IARAF del 21 de Febrero de 2018 http://www.iaraf.org/index.php/informes-economicos/area-fiscal/213-informe-economico-5
[8] Banco Mundial
en: https://datos.bancomundial.org/indicador/FM.LBL.BMNY.CN?contextual=default&end=2014&locations=AR&start=2014&view=bar
[10] Las acepciones
político-culturales del término tienen otras raíces y se afincan en las
denominadas democracias delegativas, según G. O´Donnell, en un primer estadio.
[12] En 2017 la cuenta corriente
registró un déficit de US$ 8.738 millones, explicado por los saldos negativos
de la balanza de bienes y servicios. https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/bal_03_18.pdf
[13] De los últimos 60 años,
Argentina tuvo déficit fiscal (entre 3 y 7% del PBI) en 57 años. (J. L. Espert,
2018)
[14] Sipa. Ministerio de Trabajo,
Empleo y Seguridad Social En: http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/
[15] Fundación Libertad y
Progreso https://radiocut.fm/audiocut/hablamos-con-agustin-etchebarne-economista-y-director-de-libertad-y-progreso-fmi-dolar-economia/ y en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/05/02/gasto-publico-inflacion/
[16] Decreto 279/18 que reglamentó
la imposición a la renta financiera (5% para letras en $ y 15% para u$s)
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