Pensar. Y pensar la seguridad
Ariel Corbat
Abogado (UBA), republicano, unitario y liberal. Coautor de "Uso y abuso de las corbatas" y "Teoría romántica del derecho argentino" (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental). Brindó servicios en la Secretaría de Inteligencia desde 1988 hasta su renuncia en 2012. Escribe en el blog La Pluma de la Derecha". 


“Pensar o no pensar”; así podría anunciarse la disyuntiva teatral de alguna comedia o drama. Al fin de cuentas, por aquello de “`pienso luego existo” allí está la hondura filosófica del “ser o no ser” de Shakespeare en Hamlet. Esa, y ninguna otra, es la cuestión…
 
Si la República Argentina, que surgió como un esbozo de idea, existió como tal, fue porque a pesar de momentos de retroceso al instinto en anarquía y dictadura, de confusión y chatura, llegó a pensarse realmente como una nueva y gloriosa Nación; basada en la libertad y valores de cuna grecorromana. Nos imaginamos ocupando un lugar en el mundo y arbitramos los medios para ocuparlo, dándonos una Constitución Nacional y organizándonos a partir de ella. La realidad, desde luego, nunca alcanzó a abrazar lo ideal en forma idílica; pero era indudable en 1910 la existencia de la República Argentina, aunque a poco del Centenario empezaran a manifestarse señales de declive.
 
Hay una relación evidente entre la declinación argentina y el abandono de ese modo de proyectarse como país desde sus bases institucionales. Las sucesivas crisis acumulándose y nunca resolviéndose terminaron por consolidarse en daño institucional, que como un efecto dominó acarreó la degradación de la cultura y la merma en la capacidad intelectual de los argentinos.
 
En los 12 años del régimen kirchnerista la puesta en marcha de un proyecto totalitario de tipo orwelliano incluyó la planificada reducción del pensamiento al nivel más bajo de la historia.  Adoctrinamiento y control social mediante, dando uso faccioso a los medios del Estado, la Constitución Nacional fue relegada tras la voluntad en el poder y se impuso la lógica amigo/enemigo como modo de interpretar el disenso y disciplinar la sociedad. Quizás algún intelecto privilegiado pudo salir indemne de ese período, tal vez. Pero estoy seguro que todos los que rondamos la media nos hemos visto afectados de mala manera.
 
Las elecciones presidenciales del 2015, pusieron fin a ese oprobio. Pero el daño intelectual estaba hecho en tal magnitud que, a pesar de la reacción cívica de otra mayoría circunstancial impidiendo el triunfo totalitario, es razonable preguntarse si la República Argentina existe, si piensa, es decir: si se imagina ocupando algún lugar en el mundo y arbitra los medios para ello.
 
En términos generales, aquí y ahora, pensar sigue siendo muy difícil porque no se advierte convicción en la necesidad de ir hacia la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional, y esa es la primera y más significativa evidencia de la poca capacidad intelectual de los argentinos: el país dista de ser serio. Entendiendo que un país serio es aquel que resulta descripto y explicado por su propia Constitución, guardando correspondencia entre lo que dice que es y lo que demuestra ser.
 
En esta desconexión del ser con el deber ser, cualquier debate o discusión se lleva a cabo sin marco de referencia ni encuadre institucional. No sólo eso sino que, además, frente al disenso se recurre a la descalificación agraviante con una facilidad vertiginosa; negación de los grises que demuestra la fuerza inercial de la lógica amigo/enemigo. Se opina y, lo que es peor, se legisla y se gobierna sin consensos ni consistencia argumental. Así se toman decisiones a prueba y error, ignorando que cada cuestión requiere un conocimiento previo. El proceso racional que antecede la toma decisiones, eso que llamamos “Inteligencia”, no está incorporado a los hábitos de la clase dirigente. Especialmente de la dirigencia política, desde hace décadas y sin excepciones partidarias.
 
Si en términos generales pensar es dificultoso, pensar la seguridad, en este contexto, lo es todavía más. La seguridad interior es definida, por nuestro orden legal, como el estado de hecho en el que se encuentra garantizado el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional*. Revisemos entonces qué entendemos por ese estilo de vida y nos daremos cuenta que pensar la seguridad es ni más ni menos que pensar la Constitución Nacional para interpretarla desde su propia lógica en una de sus tantas aplicaciones prácticas y específicas.
 
Hacer ese esfuerzo, requiere la humildad de reconocer que hace mucho tiempo no pensamos a la Argentina proyectándola desde sus bases institucionales, y que por buscar creencias alternativas a la Constitución Nacional, dejamos de obrar como un país civilizado. Todas las respuestas están en la Constitución Nacional, dentro de sus márgenes y al alcance del pensamiento estructurado y formal pero sin dejar de ser creativo.
 
La relación entre seguridad interior y supremacía de la Constitución Nacional es indisoluble, y esa es la principal premisa para pensar la seguridad. Pensar para existir. Ser o no ser. Esa, y ninguna otra, es la cuestión.



 
* “A los fines de la presente ley se define como seguridad interior a la situación de hecho basada en el derecho en la cual se encuentran resguardadas la libertad, la vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantías y la plena vigencia de las instituciones del sistema representativo, republicano y federal que establece la Constitución Nacional”, Ley 24.059, artículo. 2.
 

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