Política criminal: Programas vs. Marketing
Marcelo Romero
Fiscal, Provincia de Buenos Aires.


El alarmante aumento del delito en todas sus formas y el pavoroso incremento de la violencia en casi todas las modalidades de comisión criminal preocupa sobremanera a gobernantes y gobernados. Las secciones periodísticas dedicadas a temas policiales y judiciales-penales se han incrementado en todos los formatos de divulgación.
La agenda de seguridad ocupa un triste lugar de privilegio en campañas y discursos a lo largo y ancho del país, siempre al compás de las encuestas de opinión, los sondeos de imagen y los análisis de redes sociales. Marketing político explícito.
"Más policías en las calles" es la frase mágica que pronuncian todos los ministros de Seguridad de la República Argentina, desde la restauración democrática hasta nuestros días, cuando de promesas electorales, poselectorales o coyunturales se trata. Nadie, hasta el momento, aparentemente, les ha informado a estos secretarios de Estado y a sus equipos que, con sus promesas y sus anuncios, no hacen sino advertir a los delincuentes sobre las tácticas y las estrategias del Gobierno al que sirven para neutralizar o, al menos, intentar controlar los graves problemas que acarrean el crimen y el criminal.
Porque no es solamente la promesa de saturar de efectivos policiales o de fuerzas federales de seguridad las calles de las ciudades, sino, además, informar detalladamente y mediante conferencias de prensa exteriorizadas en diarios, revistas, televisión, portales de internet, redes sociales y hasta en plataformas de mensajería personal (WhatsApp, Telegram, entre otras), lugares, horarios, modalidades, etcétera, de la presencia de las fuerzas de orden para luchar contra el delito. El marketing político se ha convertido en una obsesión de los asesores-gurúes de imagen de los dirigentes y, por ende, estos la asumen como propia.
Poco daño causa la divulgación del inicio de una obra vial o la inauguración de un hospital. Sonrisas de 500 watts para las fotos, testimonios de vecinos agradecidos, cortes de cinta, videos institucionales… Pero con el delito y quien lo comete es diferente.
La psicología elemental del criminal explica que el individuo al margen de la ley no se intimida con más policías en las calles, ni con las camaritas de seguridad, ni con los patrulleros similares a coches del TC 2000. Todo lo contrario. Esta parafernalia es un nuevo desafío para él. Seguirá siendo delincuente… Pero ahora, tomará sus recaudos frente "a los giles" que intentan enervarlo. No es necesario ser un experto del FBI, de la Scotland Yard, de la Sûreté o de la Liga de la Justicia para entender que, al criminal no se le debe brindar información que pueda beneficiar su ilícito accionar.
¿Es posible una estrategia eficiente para lidiar contra el delito, mostrando las cartas antes de comenzar la partida? La respuesta negativa aparece como la más lógica de las opciones. Sin embargo, todos los días, en todos los rincones del país, lo que aparecen son funcionarios de traje y de corbata, o sin corbata, mostrando los ases que tienen en su manga para combatir a los ilegales.
La lucha contra la delincuencia necesita de políticas de Estado serias y duraderas. Es decir, continuadas en el tiempo sin importar el color político de los funcionarios que ocupen transitoriamente los despachos oficiales. El delito y sus víctimas no son de derecha, de izquierda, del medio, de arriba o de abajo.
Tal vez la seguridad y la defensa sean las únicas carteras ministeriales con las cuales el marketing político no conforma un buen maridaje. A ningún general, brigadier o almirante, por más diezmadas que se encuentren nuestras Fuerzas Armadas, se le ocurriría mostrar por televisión o por internet las tácticas y las estrategias de defensa de nuestra República. No obliguemos a los jefes de Policía y a los comandantes de las Fuerzas Federales de Seguridad a hacer lo propio para que los delincuentes no brinden con champán antes de cometer sus tropelías.

 

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