No sólo es la economía
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
El presidente cree que el peronismo no es
un problema. Preguntado si el peronismo se negaba a apoyar el programa
comprometido con el FMI, el presidente contestó que “no hay lugar para eso, el
peronismo sabe que hizo micho daño en el gobierno anterior y no hay espacio
para la demagogia, la locura y la mentira”.
¿Usted
está seguro, señor presidente? ¿Usted cree de verdad que el peronismo no es
capaz de apostar a que todo vuele por el aire con tal de que la opinión pública
crea que ellos son inocentes y el culpable de la deflagración es usted? ¿Cree
en serio que el peronismo es consciente del mal que hizo? Olvidémonos por un
momento de los “borders”, de los Cristina Fernández, de los Aníbal Fernández,
de los Agustín Rossi, de los Axel Kicillof, de los Héctor y Mariano Recalde…
Centrémonos en los aparentemente “racionales” ¿Ha escuchado a Gioja, a Alberto
Fernández, a Felipe Sola...?
Yo no estaría para nada seguro de que el
peronismo “sepa” el daño que causó y que por lo tanto esté consciente de que no
hay espacio para la demagogia, la mentira y la locura.
En mucha medida si el peronismo se diera
cuenta de eso se negaría en parte a sí mismo, porque durante las últimas siete
décadas representó cabalmente la demagogia, la mentira y la locura.
Es verdad, y lo dijimos aquí hace unos
días, que sería necesario un acuerdo político. El mismo tipo de acuerdo que el
propio gobierno se encargó de ningunear desde que asumió, producto de las
posiciones de Marcos Peña y Jaime Durán Barba que siempre creyeron en el embrión
PRO y fueron displicentes hasta con los propios socios de la coalición
Cambiemos.
Entonces, para que ese acuerdo se
verifique, son varias cosas extraordinarias las que deberían suceder. En primer
lugar lo dicho, que el peronismo negando gran parte de su propia ontología
acepte el daño que causó y haciendo la demagogia a un lado esté dispuesto a
hacerse cargo de la parte que le toca en este marasmo.
En segundo lugar que el gobierno deje de
lado cierta soberbia y vaya hacia una órbita “Moncloa” a la que siempre
despreció.
Está claro que la bobina del carretel se
acaba, que ahora hay alguien que puso mucho dinero y que comprometió el
concepto y hasta la posición personal de muchos personajes encumbrados, como
para ponerse a jorobar. Y si a nosotros nos quedaran ganas de jorobar,
seguramente esos muchos nos cortarían el chorro rápidamente.
Ayer trascendió que la Directora Gerente
del Fondo, Christine Lagarde, le confesó al presidente Macri que había
instruido a su equipo técnico para que incluya lo que llamó la “cláusula Raúl
Rizzo” en el acuerdo. Cuando el presidente intrigado le preguntó qué era eso,
Lagarde le confesó que estaba muy al tanto de lo que pasaba en la Argentina y
que seguía personalmente muchos programas periodísticos del país. En ese sentido,
le dijo que, viendo días pasados el programa “A Dos Voces”, había quedado
estupefacta por la participación del actor Raúl Rizzo que, completamente
desencajado, atacaba, con una cara de odio y furia pocas veces vista, a su
colega Juan Acosta. “Si esta gente vuelve al gobierno, el acuerdo se acaba,
Mauricio”.
Se trata de una especie de blindaje que el
FMI quiere asegurarse contra la vuelta del kirchnerismo.
¿Puede el presidente asegurarle a Lagarde
que eso no va a ocurrir? La respuesta es dudosa. La sociedad argentina ha
demostrado (en muchas más ocasiones que las convenientes) que es una sociedad
completamente adolescente, que no está dispuesta a distinguir la verdad entre
un cúmulo de mentiras; que cae fácilmente en el engaño y que puede devolverle las
riendas del gobierno a quien la hundió simplemente porque carece del espíritu
crítico necesario para distinguir lo que un adulto distinguiría con facilidad.
De modo que el país no solo enfrenta una
encrucijada económica por la magnitud de los desajustes que el kirchnerismo
dejó sino un intríngulis político y hasta sociológico que no será fácil
destrabar.
Hay mucha ladinidad en el peronismo y
-también- en muchos bolsones de la sociedad, mucho cuchillo abajo el poncho,
mucha zancadilla esperando encapuchada detrás del primer árbol.
El presidente y el PRO tienen responsabilidad en esto también: deben dar
muestras irrefutables de que quieren un acuerdo; no deben ya ningunear el
modelo “Moncloa” y deben dejar expuesto al peronismo para también darle una
oportunidad a la sociedad para que distinga algo por una vez en la vida. Quizás
esa malicia esencialmente peronista juegue a favor por una vez en la vida y
convenza a los locos, a los mentirosos y a los demagogos que lo que más les
conviene es archivar definitivamente esos delirios, porque la sociedad ya no
los prefiere.
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