Un futuro mejor
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.


El resultado general de las elecciones del 27 de octubre pasado, parece indicar que un número importante de ciudadanos apoya políticas intervencionistas del Estado en la economía y en áreas en donde la iniciativa privada es más eficiente. 
Esta probado por la historia y la realidad presente, que las sociedades que mas progresan, no solo en términos económicos, son aquellas en las que la libertad de las personas en materia de propiedad y comercio están garantizadas por las normas y costumbres vigentes.
Si sumamos los votos de los peronistas (en todas sus variantes) mas los de los socialistas (incluyendo a la UCR) más las minorías de izquierda, se puede poner como  hipótesis, que el 70% de los argentinos prefiere una economía dirigida e importante participación del Estado en ella así como en otros sectores. Es claro que algunos partidos son más republicanos que otros y que no todos son populistas ni demagogos. Pero a todos les molestan las políticas liberales, especialmente en materia económica, pero también en  la educación, la salud, la seguridad social, el transporte, la energía, las comunicaciones, por citar algunas de las áreas en donde la intervención estatal ha hecho estragos permanentes, sin beneficio para la sociedad en su conjunto. Porque es una evidencia que no necesita prueba alguna que el deterioro en aquellas áreas ha sido una constante desde hace décadas, coincidiendo con regímenes estatistas impuestos por gobiernos diversos y disímiles. Las escasas políticas más o menos liberales son las que permitieron algunos avances en materia de energía, comunicaciones y producción agropecuaria.
¿Cómo es posible que con resultados tan magros se siga creyendo que las economías dirigidas y los controles excesivos de la actividad de la sociedad, son eficientes?
Hay pruebas irrefutables de lo contrario y no solo en las llamadas democracias occidentales más o menos liberales, sino en regímenes que provienen de socialismos extremos, tales como China o Vietnam, además de los países de la ex Unión Soviética y sus satélites.
¿Por qué, entonces, negar la evidencia y querer hacernos creer que el Estado nos protegerá de todo infortunio, nos brindará salarios, vivienda, educación y servicios sanitarios, etc. y que ello es viable?
No se trata de una gran incógnita de la ciencia económica: para poder repartir primero hay que producir y para producir hay que dejar que el mercado lo haga.
Aún economías occidentales de tinte socialista, tal como la sueca, dejan grandes sectores de la actividad en manos privadas garantizando así la eficiencia y gravando los beneficios de ello a niveles razonables para permitir la redistribución vía servicios eficientes. Claro que para ello hay que ser una sociedad organizada, con una administración pública profesional y eficiente, sin sujeción a los avatares de la política, el clientelismo y la demagogia.
El desafío de la hora, considerando  un avance la derrota de un gobierno autoritario, ineficiente y estatista, es la discusión elevada y razonada del papel del Estado en la vida de los argentinos.
Para que ello sea posible los dirigentes todos, pero especialmente los políticos, deberían despojarse dogmatismos y preconceptos y preguntarse de qué modo se beneficia a la sociedad en su conjunto, aprovechando la evidencia de otras sociedades nacionales que han optado por ideas proclives a la libertad.
Con los resultados a la vista y comprobados, habrá que convencer a los ciudadanos de las beneficios de la libertad y dirigir todas las acciones para hacer eficiente aquello que quede en manos del Estado.
Insistir en el “socialismo” a la violeta, es asegurar un futuro aún más precario que el presente, con sólo beneficios para los poderosos y los corruptos.


 

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