En cabeza ajena…ni en la propia

César Yegres Guarache
Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo
de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de
Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento
(1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve
Reza el viejo refrán: “nadie escarmienta
en cabeza ajena”. Eso puede aplicarse a casos individuales, donde las propias
experiencias tienen un mayor potencial de cambiar la conducta de una persona
que lo vivido por terceros, por muy ejemplarizante que sea.
Sin embargo, en el caso de colectividades,
esta situación es diferente: ni los fracasos propios ni los ajenos parecen
condicionar directamente el presente y el futuro de las naciones. Los científicos sociales dedican gran parte
de su tiempo a estudiar las razones que conducen a los habitantes de determinados
países a incurrir en persistentes conductas al momento de decidir, por la vía
electoral, quiénes serán sus gobernantes.
Allí no parecen importar los resultados
específicos de una gestión gubernamental, sea en tu propio país o en cualquier
otro comparable (aquello que se denominaba “voto castigo”), porque siempre está
latente la posibilidad real de capturar
las preferencias de las mayorías –permitiendo acceder al poder o
mantenerse en él por un tiempo indefinido- mediante la ya clásica retórica de
carácter populista: una narrativa que ensalza el estado de pobreza; que
pretende mejorar las condiciones existenciales de los gobernados mediante el
reparto y no la productividad; que se interesa por reducir la desigualdad en
los ingresos sin importarle si al final todos resultan en peor situación que
antes; que desconfía del empresario privado y de cualquier tipo de
manifestación de iniciativa particular; que construye y mantiene una relación
de dependencia de la gente con el Estado…
La experiencia histórica demuestra, con
claridad meridiana, el reiterado fracaso de este tipo de liderazgo político en
su ejercicio de gobierno. Pero como la política tiene más de emociones y de
magia que de raciocinio y de la lógica propia de los académicos, el votante
promedio es blanco fácil de una narrativa como la ya citada, obviando las
lecciones de un pasado, propio o ajeno.
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