El envejecimiento de la población
Iván Alonso
Obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.


Los primeros resultados que se conocen del censo del año pasado muestran cómo la población ha “envejecido” en los últimos veinticinco años. Las personas mayores de 60 son ahora el 12% del total, comparadas con el 7% en 1993; y las menores de 15 son el 26%, frente al 37% de entonces. De continuar estas tendencias, parecería que nos espera un futuro sombrío, en el que un porcentaje cada vez menor de la población tendrá que sostener a un porcentaje cada vez mayor y que además necesitará cada vez más cuidados. Antes de buscar soluciones, detengámonos a pensar si realmente tenemos un problema.
Para empezar, ¿cómo hemos llegado adonde estamos? En números absolutos, la población menor de 15 años se ha mantenido casi constante entre los censos de 1993 y el 2017. Quiere decir que por cada niño que se convirtió en adulto nació uno nuevo. Los grupos de edad de 15 a 60 años y de más de 60 años, mientras tanto, han crecido enormemente: el primero, de 13 a 19 millones; el segundo, de menos de dos a casi cuatro millones. El cambio en la estructura de edades se debe al crecimiento de estos dos grupos. Y el crecimiento de estos dos grupos significa que las tasas de supervivencia han aumentado en todo el rango de edades. Dicho en castellano: que la gente vive ahora vidas más largas (con dolorosas excepciones, naturalmente).
Cuando hablamos del envejecimiento de la población, nos viene a la mente la imagen de un país que se va llenando de gente disminuida en sus capacidades. En realidad, es al revés. La gente llega hoy a los 60 años en mejores condiciones físicas y mentales que hace un cuarto de siglo. Algo que no debería sorprendernos en un país que ha prosperado como lo ha hecho el Perú.
Pero eso no quita que tengamos potencialmente un problema económico. Sea cual sea la causa, el envejecimiento de la población implica un aumento en la proporción entre la población dependiente y la población en edad de trabajar. En el futuro, cada trabajador tendrá que mantener a un mayor número de personas. ¿No es eso acaso un problema?
No necesariamente. Hay más de una falacia en el planteamiento. Las nociones de población dependiente y población en edad de trabajar, que asociamos a grupos de edad definidos, no expresan ninguna esencia inmutable. Son, en el mejor de los casos, descriptivas de la decisión entre trabajar y no trabajar que prevalece en cada grupo de edad. Una decisión económica que puede variar de acuerdo con una serie de circunstancias; entre ellas, el estado general de salud en distintas etapas de la vida. No nos sorprendería si en las próximas décadas la “edad de trabajar” se extendiera hasta los 70 o 75 años, diluyendo el problema de la dependencia.
Otra falacia se oculta en la premisa según la cual un grupo depende del trabajo del otro para subsistir. El trabajo no es la única fuente de subsistencia. La producción de bienes y servicios, que es lo que realmente da sustento a la gente, resulta de la concurrencia del trabajo y el capital. La población “dependiente” puede subsistir perfectamente, sin ser una carga para aquellos que están en “edad de trabajar”, con los ingresos que le proporcionen las inversiones acumuladas durante su vida laboral.
El envejecimiento de la población no debería ser un problema si dejamos que la gente ajuste sus decisiones de ahorro y jubilación a la nueva realidad.


Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 6 de julio de 2018 y en Cato Institute.
 

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