Los tentáculos del Estado usurpa funciones, derechos y poderes
Ramsés Reyes
Abogado venezolano y Coordinador de Rumbo Libertad en Argentina.




¿Quién roba a quién? 
Antes de la existencia de un Estado, los hombres eran libres e independientes, además de iguales, siendo sus derechos por naturaleza, la vida, la libertad y la propiedad, éste último producto de los anteriores. 
 
La propiedad es de los derechos más importantes que anteceden a la sociedad civil, ya que los hombres entran en sociedad y se unen en comunidades políticas con el objeto de preservarlo. 
 
Diversos autores asumen que el Estado por antonomasia es creador de derechos y no guardián de libertades. 
 
Esta lectura es claramente digna de un maleante, ya que ningún ser u organismo puede otorgar a otro algo que no le pertenece. Con esta lectura del rol del Estado estamos en presencia de una apropiación indebida y una gran estafa.
 
Sin embargo, existe un círculo vicioso entre el ladrón (el Estado que "crea derechos") y quienes se benefician de dicha idea a través de prebendas y privilegios. Los demás somos víctimas de un robo, pues nos encontramos con que están vendiendo lo que nos robaron, y además se nos obliga a comprarlo. 
 
Mientras más grande es el Estado, mayor será el robo. 
 
No es coincidencia que los países más corruptos tienen un avasallante aparato estatal y poca o nada libertad económica, como muestran Venezuela, Corea del Norte y Siria, que están bajo el yugo de regímenes totalitarios, y se disputan el liderato del país más corrupto y con menor libertad económica. 
 
De esta realidad no escapan otras naciones que, pese a no estar bajo una tiranía, comparten la fórmula para el desastre: Estado grande y poca libertad económica. Estas naciones también creen que la principal función de la Administración Pública debe ser establecer mecanismos para satisfacer necesidades de índole social, supuestamente obedeciendo al interés general. Pero, a diferencia de lo que sostenía Jean Jacques Rousseau, la voluntad general no es divisible de la voluntad de todos, sino que es la sumatoria de los intereses particulares de los individuos lo que resulta en el Estado. 
 
Por ello, el Estado no debe ser contrario a los derechos naturales cuya protección los individuos le confieren. Bajo la tesis del mal llamado interés general se ha construido una máquina con forma de kraken, cuyos tentáculos se abalanzan sobre la vida de las personas y usurpa todas las funciones, poderes y recursos que le corresponden de forma exclusiva y excluyente. 
 
El kraken, aunque más evidente en países totalitarios, está presente en todas las naciones que le confieren al Estado funciones que no debería tener. Bajo el pretexto de cumplir mejor dichas funciones, tales como las finanzas, la educación y la medicina, el gobierno hace uso de lo que no les pertenece. 
 
A través del control de la economía y la figura del Estado empresario, así como también de de altos impuestos y regulaciones que solo benefician a quien gobierna y a quien le acompaña, el gobierno se apropia de fruto del esfuerzo de sus ciudadanos. Lo que parece ser un simple robo de dinero, es en realidad el usurpo de nuestras libertades. 
 
Todo esto lo hace el Estado para alimentar la mentira de cumplir mejor unas funciones que no le corresponden. 
 
La verdad es que el Estado jamás ha cumplido ni cumplirá mejor estas funciones que son propias de los privados. Hoy en Argentina los servicios estatales de salud y educación reciben muchos más recursos que los privados. Sin embargo, los organismos estatales prestan servicios de pésima calidad. 
 
Ante esto, surge la interrogante, ¿dónde va a parar realmente mi dinero? Cabe destacar que Argentina es el décimo país con más recursos naturales del mundo, petróleo gas, minerales y agricultura, suficientes para poder alimentar al 60% de la humanidad. Pero como consecuencia del Estatismo y de una economía intervenida bajo un burdo pretexto nacionalista, resulta que en el siglo XXI dicho país tiene una de las peores economías del continente, a pesar de ser a principio del siglo XX el quinto país más rico del mundo. Solo con un gobierno y Estado limitados, en una Nación donde los recursos son administrados por sus propios ciudadanos, se puede reducir la corrupción.
 
Porque no se puede robar donde no hay nada que robar. Detrás de la pobreza de Argentina y de muchas otras naciones con el mismo suplicio, se encuentra la corrupción, la cual ha quedado impune. La impunidad reina en una Nación donde el Estado dejó de ocuparse de sus verdaderas funciones, garantizar seguridad y Justicia, para convertirse en una máquina de hacer pobres. 
 
Los fascistas, al igual que los socialistas, proponen justamente el mismo sistema económico. Ambos proponen que el Estado, en nombre y representación del pueblo, tenga la iniciativa en los proyectos económicos. Una supuesta fusión entre Estado y sociedad. Los fascistas creen que el gobierno, en nombre del Estado, y éste a su vez en nombre del pueblo, debe asumir el control de los medios producción, para luego dejarlos a cargo de los privados más capaces. Sin embargo, el criterio de evaluación no es más que la simpatía que pueda tener el privado con el ideal nacional propuesto por el Estado, es decir, por el régimen. 
 
Los privados, en busca de los privilegios que el régimen les pueda garantizar, aceptarán y alabarán el Estado propuesto fascistas. Por otro lado, los socialistas son aún más avaros y pretenden la apropiación de los medios de producción con la misma excusa de bienestar, pero sin inclusión de capital privado. Además, utilizan la ilusoria promesa que algún día le será entregado dichos bienes al pueblo. Esto jamás ocurrió ni ocurrirá, pues el sostén del modelo socialista es la generación de una relación de dependencia total de sus ciudadanos hacia el Estado.
 
Por ello que se puede decir que el fascismo es simplemente una variante chovinista del socialismo. Como bien planteó George Orwell, el destino de todo régimen socialista es ir cayendo en la corrupción, modificando las leyes en favor de la nueva clase gobernante, y adaptándolas a nuevas formas de vida cada vez más similares a los burgueses que tanto criticaron. Nuevas formas de vida sólo accesibles a la clase gobernante, claro está. No es coincidencia que quienes representan al chavismo y llegaron al poder en Venezuela hace dos décadas, hoy son los hombres más ricos del país, e incluso están entre los hombres más ricos de América y el mundo.
 
Mientras tanto, el 10% de los venezolanos se alimenta de la basura y más de 300.000 niños están al borde de la muerte por desnutrición. Eso es socialismo, una ideología cuya política pública es el saqueo. Si en verdad se quiere acabar con el saqueo de los políticos, que no es más que una consecuencia de la usurpación, se debe empezar por luchar para bajar impuestos y reducir el tamaño de los Estados, para así poner límites a los gobiernos. Se debe luchar por bajar los impuestos, privatizar y desregular la economía, devolviendo las funciones a los ciudadanos, sus verdaderos depositarios. De esta manera resulta indispensable desmontar todo el entramado jurídico Estatista, derogando las leyes que atentan contra la libertad, que imponen sanciones al trabajador y premian al ocioso, condenando así el trabajo, el ahorro y la inversión. Además, se debe establecer o reforzar un conjunto de normas que controlen al quien realmente debe ser controlado, el gobierno, para que no meta las manos los bolsillos de los ciudadanos. Pues el Estado no tendría sentido alguno si sus instituciones no devienen en una garantía de nuestras libertades, es decir, un ambiente de seguridad jurídica que perdure a través de la división de los poderes y del cumplimiento de la ley. Ley que, como el Estado, no se pueden oponer a los derechos fundamentales, aquellos que John Locke llamaría, "La Ley Natural".
 

 Publicado en Visión Liberal.
 

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