Yo educo a mi hijo
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
El derecho y el goce de tener un hijo, trae
aparejado como contracara, la obligación y la responsabilidad de prepararlo
para la vida. Los actos generan
consecuencias por las que los efectores (los padres en el caso de engendrar un vástago)
deben hacerse responsables mientras son menores.
Durante siglos, la educación y la formación
técnico-académica fueron aplicadas en forma efectiva y directa por los
padres. Así, más allá del cultivo ético
y moral trasmitido en la casa, los progenitores enseñaban a sus hijos las
tareas cotidianas y la profesión u oficio familiar (que es lo que sabían
hacer). El descendiente de un carpintero
sería carpintero, el de un granjero sería granjero y el de un almacenero sería
almacenero.
Llegamos así al siglo XVI con Martín Lutero y
su reforma protestante. Hasta ese
momento, a lo largo de todo el medioevo, la ética y la moral, bajo la tutela de
la iglesia católica, eran casi sinónimos.
Incluso la formación técnico-académica se mezclaba fuertemente con los
valores dogmáticos.
Lutero se rebela contra Roma y son las
indulgencias que esta dispensa (muchas veces pagadas con dinero) las que
desencadenan su reacción. En este punto
vemos un primer atisbo acerca de la separación entre lo terrenal y lo divino.
Esta separación se transmite luego (en el siglo
XVIII) en la idea de un espacio de formación académica (escuela) y otro
espiritual (catecismo) un poco más independientes; concepto paradójicamente
expuesto por la Biblia Cristiana “al
Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios”.
Al mismo tiempo, en la Inglaterra del siglo
XVIII, se produce la revolución industrial.
Por primera vez en la historia de la humanidad, se genera un cambio en
la matriz productiva pasando de agrícola-ganadera-artesanal a industrial-comercial.
Los innovadores puestos de trabajo precisan de
operarios que estén capacitados para este fin, simultáneamente, los hijos de
los campesinos buscan mejorar su calidad de vida y rompen con la tradición de
continuar con el trabajo familiar, se mudan a la ciudad procurando un puesto en
alguna fábrica.
Los jóvenes deben ser instruidos en
conocimientos técnicos y académicos para sus nuevas labores y en valores
morales de convivencia para la vida hacinada de la ciudad. Los principios éticos venían de la casa.
Los totalitarismos del siglo XX les expropiaron
a los padres la patria potestad y se adueñaron de sus hijos; desde Hitler,
pasando por Mussolini y Mao, hasta llegar a Stalin, los individuos dejaron de
ser la joya más valiosa y fueron sometidos a la sociedad, el interés particular
fue sepultado por el interés general, el yo fue esclavizado por el nosotros. La persona pasó, de ser doblegada por el Dios
de los cielos del medioevo, al dios de la sociedad colectivista de la
modernidad.
El fracaso militar del Nazismo y político del
Marxismo, hizo que este último redefiniera su estrategia a través del
posmodernismo y reinventase el modo de someter al individuo, ya no mediante
internalización de dogmas, sino destruyendo la conciencia sobre la realidad y
los valores de la persona.
La razón sucumbe ante los sentimientos, la
lógica ante los deseos y caprichos, la ciencia ante la opinión, Apolo ante
Dionisio.
Así como fue necesario en el pasado, separar al
estado de la iglesia (separación aún incompleta); hoy es imprescindible separar
estado del tándem individuo-familia; la formación académica y moral a cargo de
la escuela y la fundamentación ética patrimonio de la patria potestad.
Se suelen confundir y usar indistintamente los
conceptos de ética y moral, siendo que son bien distintos.
Ética es el hábito de tomar decisiones
difíciles, es el carácter para elegir de acuerdo a fundamentos propios. Tiene relación con los valores personales, es
individual y la falta de consecuencia entre la ética y los actos genera un
sentimiento de culpa. Por ello los
dogmas religiosos y colectivistas (nazismo, marxismo y socialismo), procuran
equiparar los principios éticos con los morales y lograr la autocensura de las
personas a través de la culpa que genera el pecado o el ser políticamente
incorrecto respectivamente.
Por su parte la moral son las costumbres y
convenciones sociales, es colectivo y su incumplimiento genera vergüenza.
Ambas, ética y moral se encuentran relacionadas
y se retroalimentan. Las convenciones
sociales se generan de los acuerdos de principios individuales, y las normas
morales colectivas son evaluadas por los valores éticos individuales.
Un claro ejemplo de cómo se expropia
disimuladamente el derecho a la formación ética de los hijos a los padres, es
la imposición de la educación sexual en las escuelas.
Los centros educativos deberían abocarse a
enseñar salud reproductiva. En ella se
transmiten los conocimientos sobre la fisiología y la patología sexual, la
prevención de enfermedades venéreas y los métodos anticonceptivos, y el respeto
al consentimiento y los hábitos del prójimo.
Las decisiones sobre las conductas sexuales
personales, el trato hacia el propio cuerpo y la elección del tipo de
relaciones que se pretenden mantener, pertenecen al espacio privado. Son valores éticos sobre acciones personales,
que en el caso de los menores, son responsabilidad de los garantes legales, los
que ejercen la patria potestad, los padres.
Debemos reconquistar la soberanía individual
conquistada por la soberanía colectiva, debemos reconquistar el derecho a
disentir, a pensar distinto, a ser políticamente incorrecto.
Quienes amamos la libertad, quienes nos
resistimos a que se nos impongan lenguajes, valores o ideologías nefastas;
alzamos la voz reclamando el derecho de ser nosotros mismos, el derecho de
tener nuestras propias convicciones, la convicción de que la realidad objetiva
existe y que la razón crítica es el camino para alcanzar la verdad, la certeza
de que tengo el derecho a decidir sobre mi ética sin entregarme a lo que me
dicten y que el respeto irrestricto por el proyecto de vida del otro es la
regla fundamental para la convivencia pacífica.
No me resigno a entregar mi vida, mi libertad y
mi dignidad a los cultores del posmodernismo; no me resigno y daré las batallas
que sean necesarias para despertar las conciencias de aquellos que no han visto
aún, la mísera vida de servidumbre a la que los están conduciendo.
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