Confusiones sobre la economía de mercado
Ricardo Valenzuela
Hace un par de años me
invitaron a una entrevista en la estación de radio Univisión de Los Angeles. El
tema era inmigración, pero, como había participación de los radioescuchas, se
inició una avalancha de llamadas tratando de lincharme por mi posición
defendiendo el retiro del gobierno de las actividades que, de forma natural,
pertenecían a la iniciativa privada. Me impresionó una dama que me acusaba de
aliado del capitalismo mexicano, y al responderle que en Mexico nunca había
existido el capitalismo, me rebatía esgrimiendo como ejemplos, a Azcárraga,
Slim, Salinas Pliego etc. Al ver su furiosa reacción cuando le notifico que eso
no era capitalismo, me di cuenta de la gran confusión que existe de lo que
realmente es el capitalismo y el motivo de su mala reputación. A partir de esos
momentos entendí por qué la gente, entre el paraíso o el infierno, escogen el
infierno.
¿Qué realmente es
capitalismo?
Hay solo dos formas
para organizar la vida económica. La primera es por la decisión de familias e
individuos de llevarla a cabo a base de cooperación voluntaria, y este arreglo
se le conoce como mercado libre. La otra, es bajo las órdenes de un dictador y se
le conoce como economía comandada. En su forma más extrema, cuando el estado
expropia todos los medios de producción, es llamada socialismo o comunismo. Sin
embargo, puede haber una mezcla y, desafortunadamente, es la que portan hoy día
la mayoría de las naciones del mundo. Pero esa química tiende a ser sumamente
peligrosa. Si la mezcla es de economía libre y sazonada con coerción, las
secciones coercidas constantemente tienden a incrementarse hasta dominar.
Una de estas etiquetas
necesita ser enfatizada y bien definida. Mercado libre no significa, y nunca ha
significado, que todo mundo puede hacer lo que le dé la gana. Desde tiempos
inmemorables la humanidad ha operado bajo el estado de derecho, escrito o no
escrito. Bajo un sistema de mercado, como en cualquier otro, a la gente no se
le permite matar, molestar, robar, difamar, defraudar, agredir, o
intencionalmente perjudicarse unos a otros. Porque si no fuera así, la libre
elección y todas las libertades individuales serían imposible. Pero un sistema
económico debe ser libre o comandado. No hay de otra.
Desde la introducción y
la expansión del marxismo, la mayoría de la gente que participa en discusiones
de temas económicos, siempre han estado confundidos. Es común escuchar a
“líderes sociales” afirmando y denunciando los sistemas económicos que, según
ellos, responden “solo a las fuerzas del mercado y son gobernados por la
motivación de ganancias para unos cuantos, en lugar de las necesidades de
muchos”. Luego advierten que, ese tipo de sistema puede causar que “el
suministro mundial de bienes llegue a un nivel sumamente peligroso”.
Pensamos que hay
sinceridad en esa clase de afirmaciones, pero al mismo tiempo demuestran cómo
las frases nos pueden traicionar. Nos han llevado a pensar de “la motivación
por ganancias”, como un motor egoísta y miope confinado a un grupo pequeño de
quienes ya son ricos, y cuyas ganancias se producen a expensas de todos los
demás. Pero la motivación por las ganancias es algo que todos tenemos y debemos
compartir. Es un motivo universal para lograr condiciones más satisfactorias
para todos nosotros y nuestras familias. Es una motivación de auto
preservación. Es lo que motiva a un padre, a no solo estar tratando de
alimentar y dar un techo a su familia, sino que, además, si es posible, estar
constantemente mejorando esas condiciones. Este es el motivo dominante para
lograr que las actividades sean productivas.
Cooperación voluntaria
Esta motivación muy
seguido es calificada como egoísmo, y no hay duda de que hasta cierto punto lo
es. Pero es difícil imaginar cómo la humanidad—o cualquier especie
animal—pudiera sobrevivir sin un egoísmo racional. El individuo tiene que
asegurar su sobrevivencia antes que las especies sobrevivan, y lo que llaman la
motivación por las ganancias no puede ser considerada egoísta. Una organización
que no produce ganancias fracasa y desaparece. Y al desaparecer se esfuman los
empleos, los servicios o productos que ofrecía en el mercado y, sobre todo, se
esfuman los impuestos que pagaba al gobierno. En una sociedad primitiva la
unidad raramente era el individuo, sino la familia, e inclusive el clan. La
división del trabajo se iniciaba en la familia. El padre salía a cazar o a
sembrar los campos; la madre cocinaba, cuidaba y alimenta a los niños; los
niños salían por la leña.
En el clan o en grupos
más amplios, hay aún más especialización de trabajo. Hay agricultores,
carpinteros, plomeros, comerciantes, arquitectos, doctores, abogados. Ellos se
abastecen unos a otros intercambiando sus servicios. Debido a esta
especialización, la producción se incrementa más que proporcionalmente a los
números; se convierte en un conjunto de acciones increíblemente eficientes, y
sus participantes en expertos. Desarrollan un inmenso sistema de cooperación
voluntaria productiva, y un intercambio voluntario benéfico para todos. Cada uno de nosotros es libre para decidir la
ocupación en la cual nos vamos a especializar. Y al seleccionar somos guiados
por las recompensas que podamos obtener en esta ocupación, su relativa
facilidad o dificultad, lo placentero o no placentero, requerimientos
especiales, habilidades necesarias, entrenamiento requerido. Su recompensa es
decidida por la forma en qué valúan nuestros servicios otras gentes.
Economía de Mercado
Este inmenso sistema de
cooperación es conocido como economía de libre mercado. No es algo que haya
sido conscientemente planeado por alguien. Fue producto de una larga evolución.
No es tan perfecto que pueda llevarnos a un balance máximo de producción y/o
distribución de las recompensas o penalidades, en proporciones exactas a los
beneficios/castigos que cada quien merece. Pero esto no es posible bajo ningún
sistema económico.
El destino de cada uno
de nosotros es siempre afectado por los accidentes o catástrofes, bendiciones o
maldiciones de la naturaleza, como lluvia, temblores, tornados, huracanes etc.
Una inundación o una sequía, podría destruir nuestras cosechas y eso provocaría
un desastre entre determinados productores, y tal vez precios récord y grandes
utilidades para quienes no fueron afectados. Y no hay sistema económico que
pueda solucionar la negligencia de los seres humanos que los operan—la
ignorancia, ineptitud, la mala suerte de algunos, o la falta de visión de todos
nosotros. Y nadie nos debe rescatar.
Sin embargo, las alzas
y bajas en la economía de mercado siempre tienden a la autocorrección. La
sobreproducción de automóviles o apartamentos se traducirá en menos producción
al año siguiente. Una producción limitada de maíz o trigo provocará que las
siembras de esos productos, en el siguiente año, sean mayores. Aún antes de que
hubiera estadísticas del gobierno, los productores eran guiados por precios y
ganancias. La producción entonces tenderá a ganar eficiencia constantemente,
porque los productores menos eficientes serán eliminados del mercado, y los más
eficientes tendrán incentivos para invertir y expandirse.
La gente que reconoce
las ventajas de este sistema lo llaman economía de mercado o de libre empresa.
Sus enemigos y la gente que quiere abolirlo lo han llamado—desde la publicación
de “El Manifiesto Comunista” en 1848—capitalismo. El título fue inventado con
la intención de desacreditarlo—asegurando era un sistema desarrollado por y
para los “capitalistas”—por definición los odiados ricos que, según ellos,
usaban su capital para esclavizar y explotar a los trabajadores.
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