San Martín, la independencia y la masonería
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Por la Patria,
sacrificar la vida e intereses, pero no el honor”
José de
San Martín
Nacido el 25 de febrero de 1778, el primer
interrogante que se presenta al hablar de José Francisco de San Martín y
Matorras es, ¿quiénes fueron sus padres?
La historia oficial y documentada dice que fue
el quinto hijo del matrimonio del entonces teniente gobernador de Yapeyú, Juan de San Martín y Gregoria Matorras del
Ser, prima hermana de Jerónimo Matorras, gobernador y capitán general del
Tucumán. Los antecedentes militares y
políticos españoles de San Martín son insoslayables.
Pero también existe la versión mal llamada “romántica”, en la que se dice que fue
el hijo ilegítimo del amorío entre el capitán español Diego de Alvear y la
criada guaraní Rosa Guarú; hecho que lo convertiría en hermanastro de Carlos
María de Alvear. San Martín, sería un
mestizo, condición que lo acercaría más a una “identidad nacional”; pero esta versión carece de sustento
documental.
Luego de un breve período en Buenos Aires, con tan
sólo 7 años de edad, se embarca a España y apenas cumplidos los 11, ingresa a
la Academia Militar. Tanto en tierra como
en mar, su carrera militar fue intensa y brillante; vivió todos los sinsabores
de la guerra: heridas de batalla, derrotas, fue prisionero del ejército
napoleónico e incluso sufrió una peligrosa herida cuando le robaron la paga de un
batallón, hecho por el cual fue sancionado.
Quiso el destino, que mientras servía a la
corona española, le tocase combatir a las órdenes del general inglés William
Carr Beresford, el mismo que dos años antes, había gestado la primera invasión
inglesa. En esa campaña, conoció a James Macduff, un Lord
escocés que lo entusiasmó con las ideas republicanas, liberales e independentistas
del nuevo mundo; así como con los principios de la masonería, organización
fuertemente ligada a estas empresas libertadoras. San Martín se convierte en masón en Cádiz en
1808.
El 6 de septiembre de 1811, San Martín renuncia
a su carrera militar en España y viajar a Londres, en donde, junto a Carlos
María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, entre otros,
se suma a la logia Gran Reunión Americana, espacio de debate, apoyo y
planificación de los libertadores de la América de habla hispana.
Es allí donde se supone que San Martín conoce
el plan de conquista de Latinoamérica de Thomas Maitland, que es exactamente el
que aplica para liberar la Iberoamérica.
Don José se embarca con destino a Buenos Aires
junto a algunos de “sus hermanos” y
al llegar al Río de la Plata, participa de la reorganización del gobierno
nacional, de la profesionalización de las fuerzas armadas y de la conformación
de la logia Lautaro, organización cuyo objetivo central era la independencia de
estas tierras.
Pero San Martín despertaba sospechas. ¿Qué hacia en estas tierras este militar que
hablaba como español, tenía modos de francés y se relacionaba con los
ingleses? Don José fue acusado en la
misma proporción, de ser espía de estas tres potencias.
Quizás fue para borrar esas sospechas, o quizás
fue por puro amor, pero el hecho es que, a los 34 años, se casó con María de
los Remedios de Escalada, de tan solo 14 años de edad. No falta quien alude que se trató de un
matrimonio “arreglado”; a San Martín
le servía el apoyo de una familia “aristocrática”
de Buenos Aires y los Escalada veían en el general un futuro promisorio.
Pasó la batalla de San Lorenzo, que junto al
héroe Cabral, fueron brillantemente elevados a iconos patrios en el marketing
independentista y en el fogoneo de la moral de la tropa.
San Martín sufría de reuma, lo que lo llevó a
consumir opio para calmar los fuertes dolores que padecía (era lo que se
acostumbraba). Pero este hábito le
produjo un cierto grado de adicción, dolores abdominales y hemorragias
digestivas, las que en más de una oportunidad, lo dejaron postrado durante
varios días.
Apenas 5 años después de haber arribado a la
Argentina, este “paisano” sospechado de
“espía europeo”, profesionalizó las
milicias, reorganizó el Ejercito del Norte, presionó en forma determinante a los
congresistas de Tucumán para que de una vez por todas declaren la independencia
y se convirtió estratégicamente en gobernador Mendoza, lugar donde “creo” un ejército ad hoc, destinado a
llevar adelante el temerario cruce de Los Andes (una proeza militar superior
incluso a la de Aníbal Barca) y con él liberar a Chile y Perú del dominio
español, para finalmente unirse con Simón Bolivar en Guayaquil, Ecuador; luego
de casi 5 años de batallar contra los realistas fuera de Argentina.
Lo que hablaron estos dos generales, en las 6
horas que duró la reunión privada que mantuvieron, nunca se sabrá. Sólo se pueden realizar algunas
especulaciones. Lo indiscutido es que,
más que una conferencia entre militares, esta fue una reunión entre hermanos
masones.
Ambas figuras eran demasiado importantes como
para comandar a la par el ejército; por esa misma razón, no era posible que uno
se subordinase al otro, tal como se ofreció Don José; finalmente (se especula), acordaron en dividir
tareas, Bolivar se quedaría a terminar la campaña militar y San Martín viajaría
a Europa, buscando el indispensable reconocimiento de la independencia de las
nuevas naciones americanas, ante los países del viejo continente.
Desandado el camino hasta Mendoza, Don José se
entera del estado terminal de su esposa Remedios, enferma de tuberculosis a sus
jóvenes 26 años. El matrimonio no fue un
lecho de rosas y el amor que quizás algún día existió, era cosa del
pasado.
Lo cierto es que José tuvo varias amantes: María
Josefa Morales, la mulata Jesusa, Rosa Campusano, y Carmen Mirón y Alayón. Por su parte, Remedios no se quedaba atrás;
mantuvo amoríos con Bernardo de Monteagudo, Gregorio Murillo y Joaquín Ramiro.
Los unitarios que gobernaban el país, guardaban
cierto recelo para con el general. Años
atrás, San Martín había desoído la orden de atacar a los caudillos federales, hecho
que no fue olvidado y sus enemigos convertían en muy inseguro su viaje a Buenos
Aires, lugar donde estaba convaleciente su esposa.
Sólo pudo llegar allí luego de su muerte;
después del oficio, tomó a su hija Merceditas, arrancándola de su “malcriadora” abuela materna (que
también lo ninguneaba a él) y en 1824 embarcó con destino a Europa, por el
mismo puerto que 12 años atrás lo vio arribar.
No pudo llegar a Francia, pues el clima
político del momento le era adverso, por lo que cambió de rumbo y se dirigió a
Inglaterra, para luego pasar por Escocia, Bélgica y finalmente terminar sus
días en una Francia más amigable. En su
periplo, consiguió algunos reconocimientos a la independencia de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y en otros casos dio los primeros pasos a tal
efecto.
Haciendo
un pequeño paréntesis, otro dato que confirma su pertenencia a la
masonería, es la medalla que acuñó en
Bélgica, el Capítulo Rosacruz “Los Amigos
de Bruselas”, institución masónica de gran jerarquía.
Eterno amante y defensor de estas tierras, en
1827, ofreció sus servicios durante la guerra con el Brasil (después de que
renunciara a la presidencia su enemigo Rivadavia), pero la contienda llegaba a
su fin por lo que no fue necesaria su presencia.
En 1829, San Martín se encuentra de incógnito a
bordo del buque Chichester en el puerto de Buenos Aires, está a un paso de
volver a su patria a pasar sus últimos días como civil, pero las convulsiones
internas y el fusilamiento de Dorrego lo hacen desistir; desembarca en
Montevideo, donde, al ser descubierto, recibe la visita de varios amigos y la
propuesta de Lavalle de hacerse cargo del gobierno de Buenos Aires, oferta que
rechaza sin dudar. Días más tarde,
volverá a cruzar el Atlántico para no volver.
Termina sus días en Boulogne-sur-Mer, en la
costa francesa, a los 72 años; exhibiendo una riqueza gigantesca, no una
fortuna material (dicho sea de paso, tenía un muy buen pasar económico), sino
un enorme capital humano y cívico, patentizado en su modestia, en su vida
sobria y austera, y en su ausencia absoluta de avaricia y vanidades.
P.D.: La
Masonería y las independencias Americanas
Considero que la independencia de toda la
América, fue un experimento pergeñado por la masonería, organización muy
identificada con los principios liberales y republicanos que florecían en esos
tiempos. Nada mejor para este ensayo, que
un territorio “a estrenar”, sin los
vicios del viejo continente; ideal para crear el “Nuevo Mundo”.
No es casualidad que en todos los países de
esta latitud, los protagonistas principales de las revoluciones, fuesen
masones. Desde los padres fundadores de
Estados Unidos, Thomas Jefferson, John
Adams, Benjamín Franklin y George Washington; hasta los
latinoamericanos Francisco de Miranda, Bernardo O’Higgins, Simón Bolivar,
Carlos María de Alvear, Cornelio Saavedra, Juan José Pasos y el propio José de
San Martín, entre tantos otros.
Incluso la masonería española jugó una carta
fundamental en esta gesta. En 1820, el
comandante y masón Rafael del Riego y Núñez, debía embarcarse al frente de un
ejército de 20.000 hombres, para sofocar las revoluciones de las colonias; pero
sorpresivamente se reveló antes de partir y proclamó la constitución liberal de
1812, evitando la segura derrota de las fuerzas patrias del nuevo continente.
Definitivamente, la independencia americana y
la masonería se encuentran profundamente conectadas entre sí, no tengo dudas. Al lector le dejo planteado un interrogante:
San Martín, aunque nació en territorio español;
fue hijo de españoles y su padre militar y político de la corona; apenas con 7
años de edad, viaja a España donde desarrolla un historial castrense promisorio
durante unos 20 años. Se convierte en
masón, renuncia a su carrera militar de toda la vida y viene a estas tierras a “pelear contra España”. Después de unos 10 años de batallas y
penurias, regresa a Europa para nunca más volver. ¿Qué otra explicación se le ocurre para este
comportamiento que no sea que cumplía un plan trazado por otros?
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