La Argentina de Chaquespiare
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Dueños de sus destinos son
los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en
nuestros vicios”
Shakespeare
Luego de los sucesos que sacudieron los
mercados y a la sociedad la semana pasada, no puedo menos que reflexionar
acerca de todo lo que afecta la vida de los argentinos en estos días y debo
decir que estoy bastante cansado.
Cansado de un gobierno inepto (basta leer
mis artículos al respecto desde que asumió Cambiemos para comprobar mi
contrariedad), un gobierno que es conjunto de incompetentes con “buenas intenciones” y poco más. Los cánceres se tratan con cirugía mayor, no
con aspirina. Como decía Shakespeare “las medidas templadas, que equivalen a
remedios prudentes, son hartamente nocivas cuando el mal es violento” y
argentina sufre un mal violentísimo.
Cansado de la oposición, que muestra
regocijo ante los yerros de cambiemos; como hienas, afilan sus dientes y se
ríen por lo bajo, esperando devorar su plato favorito: podredumbre. “El
infierno está vacío, todos los demonios están aquí”, decía Shakespeare.
Cansado de los delitos impunes; tanto los
del ladrón, del violador o del homicida, como los de la corrupción. El dramaturgo inglés decía que “la clemencia que perdona a los criminales
es asesina”, la clemencia para con los malvivientes, le cuesta la
integridad, la propiedad y sobre todo la vida, a los argentinos de bien. La corrupción es traición a la patria y le
cuesta la justicia, la seguridad, la salud y la educación de nuestros hijos, de
nuestros abuelos y de todos los honestos que “le ponen el lomo” al país.
Cansado de “la corrección política”, que vestida de hipócrita benevolencia,
condena a los que marchan derecho por la vida a ser indulgentes con el que
actúa mal, aboliendo el juicio ético y moral de nuestros derechos. Todo es válido, todo es igual bajo el cemento
gris de mediocridad perversa. “El modo de contener los delitos y fomentar
las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente”, sentencia
con razón Shakespeare.
Cansado de la abulia y resignación de las
personas de bien de nuestra patria, patria regada con el sudor y la sangre de
nuestros próceres y de nuestros padres y abuelos; la actual multitud apática se
entrega sumisa a los depredadores de la virtud y de la Argentina, rindiendo su
propio esfuerzo presente y el sueño futuro de sus hijos a los políticos y
dirigentes parásitos. Pero nada ni nadie
les quitará su responsabilidad por acción u omisión; Shakespeare les diría que
los “dueños de sus destinos son los hombres.
La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios”.
Cansado de la burocracia que nos carcome,
que se mete por nuestra médula, debilitando nuestros huesos y paralizando
nuestros músculos. Burócratas que son la
nueva aristocracia parasitaria, abejorros y sanguijuelas que nada son sin los
que producen y a los que les tenemos pleitesía. Erguidos, firmes y orgullosos, los que
producimos digamos basta, Shakespeare nos recuerda que “los zánganos no chupan la sangre del águila; se contentan con robar los
panales de las abejas”.
Es hora de ser los dueños de la victoria
sobre el delito, la vagancia, el culto a la incultura y la corrupción; "hay
algo podrido en el estado de Dinamarca" y es nuestra necesidad y deber
terminar con ese mal.
Combinando las sabias sentencias de
Shakespeare te digo que “ningún legado es
tan rico como la honestidad”, te pregunto “¿por qué pedir al cielo lo que está en nuestras propias manos?”,
te recuerdo que “los motivos poderosos
engendran las acciones extraordinarias” y te conmino a ser protagonista de
tu vida ya, porque “más vale tarde que
nunca, pues nunca es demasiado tarde”.
No repitamos la historia, según Shakespeare
“el pasado es un prólogo”; yo digo
que es nuestro deber elegir y escribir la trama del libro Argentina. Tengamos coraje,
ya que ante la “Rebelión de los Mansos”;
los mediocres, vividores y corruptos responsables del “Imperio de la Decadencia Argentina”, tiemblan.
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