El mercado cada vez más acosado
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




              El “reloj de la inversión” que creó Trevor Greetham en los 90, entonces director de Merril Lynch, ya está “pasando de hora”, indicando el inicio de una estanflación. Aunque la situación aún no es crítica ya que, como señalan desde Royal London Asset Management, la gestora para la que Greetham trabaja actualmente, "el crecimiento económico global sigue positivo a pesar las subas de tasas de interés que se esperan en los mercados desarrollados, y la inflación sigue siendo benigna".
 
              El mundo ha pasado de un periodo de crecimiento sincronizado a ver unos nubarrones surgidos especialmente en los mercados emergentes. El propio Greetham señalaba, cuando Turquía ya sufría el desplome de su divisa, que "esta crisis es un síntoma, y no una causa, de un problema mayor en los emergentes".
 
            Según él, "Trump puede dañar a los emergentes, mientras que China se está frenando y los precios de las materias primas caen. Entretanto, una economía americana fuerte supone tasas más altas, fortaleciendo al dólar, y encareciendo los costos financieros… hay una alta correlación entre periodos de subas del dólar y problemas en los emergentes".
 
            En cualquier caso, viento de frente o de cola, el núcleo del asunto es la propia eficiencia del sistema económico de un país, que es lo que realmente produce riqueza.
 
           Para empezar, el mercado, al contrario de lo que nos dice la demagogia de los políticos, no son las grandes empresas manejando a su antojo las variables económicas, por el contrario, como evidencian los “papeles de Centeno”, éstas suelen apelar al Estado para conseguir negocios y privilegios. El mercado son los 45 M de argentinos.
 
           También hay que dejar claro que -más allá de la demagogia de “cobrarle a los ricos para distribuir entre los pobres”- los impuestos recaen con más fuerza sobre los más débiles ya que los fuertes, necesariamente, derivan la carga: por caso, los empresarios suben precios o bajan salarios. De hecho, la principal causa de pobreza son los impuestos. Del mismo modo, toda exacción coactiva al mercado perjudica más a los débiles, como hacen la inflación y las tasas altas.
 
              Finalmente, cabe aclarar que la libertad de mercado -de los 45 M de argentinos- hace a la eficiencia de la economía porque no impide la competencia y cualquiera que practica un deporte sabe que, si no se compite, si no se juega con un contrincante es imposible mejorar. La competencia es esencial para lograr el máximo rendimiento, la eficiencia.
 
             Y las empresas estatales, al no tener aliciente para competir ya que no quiebran desde que el gobierno les gira los fondos que necesitan, son ineficientes. Cobrar impuestos coarta libertades, dado que son arbitrariamente decididos por el gobierno que coacciona a los ciudadanos a pagarlos, en contraposición con el mercado donde cada uno paga sólo si prefiere a cambio algún producto o servicio.
 
              Así, el creciente peso del Estado ha aumentado la ineficiencia de la economía provocando la caída del PIB. Con lo que el gobierno obtiene cada vez menos recursos, y no se le ocurre mejor idea que aumentar los impuestos. Dada la voracidad del gobierno, ahora forzará que hasta los servicios exportados paguen retenciones a partir del 1 de enero. Pero el Código Aduanero no legisla sobre servicios dado que estas importaciones y exportaciones, obviamente, no pasan por la Aduana.
 
               Aun suponiendo que la devaluación compense la suba de las retenciones, estas están destruyendo industrias. De pagar cero el año pasado, y llegar a 15% en julio, ahora el gobierno ubicó al biocombustible entre los "productos primarios", imponiéndole una alícuota cercana al 12% o $ 4 por dólar exportado, sumado al 15% que ya tributaba. Así, quedó paralizada la industria exportadora y el sector hoy trabaja al 30% de su capacidad.
 
             Según el BCRA, la base monetaria se expandió 47,26% en doce meses al tiempo que la demanda se contrae en parte debido a las altas tasas. Así, no extraña que la “inflación” -el aumento del IPC- de septiembre tenga un piso de 5% según la mayoría de los analistas, en tanto que la mayorista rondaría el 10% y la interanual en diciembre superaría el 42% que prevé Hacienda quedando entre 43%-45%.
 
           Este es el motivo de la devaluación del peso y no factores externos o ajenos a la política monetaria oficial. Según el gobierno, el traspaso de la devaluación a precios ha sido menor al 50% en lo que va del año y está “monitoreando” para evitar el desabastecimiento o abuso de posición. En tanto, Defensa del Consumidor incrementa el control de los nuevos “precios cuidados”.
 
            Y cercenando aún más libertades, se reglamentó la Ley de Compre Argentino, reclamada por empresarios mostrando que muchas veces trabajan contra el mercado. Por cierto, las compras públicas superan el 5% del PIB y el 2,5% del empleo.
 

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