Hugo Vaca Narvaja y la justicia injusta
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Nada se parece tanto a la
injusticia como la justicia tardía”
Séneca
La definición más conocida sobre justicia
la brindó Ulpiano “dar a cada uno su
derecho” y tanto las autoridades de la UNC, como el juez y la fiscal
intervinientes en la toma del Pabellón Argentina, han hecho caso omiso a esta
definición.
Las autoridades universitarias se negaron a
solicitar el desalojo de los ocupas, faltando a su deber de velar por el
patrimonio de la Universidad y de asegurar el libre acceso de los empleados,
docentes e investigadores a su trabajo; así como el de miles de estudiantes a
su educación.
Francisco Ferreyra (director del Belgrano) explicó:
“empezamos a tener comunicación con los
jóvenes de la toma para poder destrabar la situación. Se creó una comisión que
conformó una nota y la llevó personalmente al pabellón”. La sumisión de las autoridades universitarias
a las demandas de esta caterva de delincuentes es patética.
Delincuentes, miembros de una secta
ideológica que tomaron violentamente el Pabellón Argentina (toda toma es
violenta, aunque no exista violencia física explícita), mientras aseguraban en
forma perversa que “nuestra intención es
apropiarnos de los espacios de la Universidad de forma pacífica pese al intento
de impedirlo por parte de la Policía de Córdoba”, ¡como si las fuerzas del
orden no tuviesen la potestad y la obligación de detenerlos!
Incluso cantaban “fuera yuta fuera”, obligando de este modo a los desamparados
guardias (abandonados por las autoridades responsables), que se encontraban
protegiendo los bienes del estado nacional a retirarse.
Grupúsculo adoctrinado, que con la cantilena
de “universidad de los trabajadores y al
que no le gusta se jode”, demostraba una clara posición discriminatoria, ya
que este cántico excluye de la casa de altos estudios a quienes ellos no
consideran trabajadores; además de ser absurda, ya que la educación (y la
universidad por ende), tienen su razón de ser en los estudiantes no en los
trabajadores.
Tal es el desquicio de estos infames
patoteros, que a través de un comunicado, afirmaron que hacían “responsables a las autoridades decanales,
rectorales y al Gobierno provincial de la seguridad de cada estudiante”,
abstrayéndose ellos mismos de la responsabilidad de sus actos.
Son incontables los ejemplos de los
mensajes perversos de los usurpadores, “hoy nos despertamos con la noticia de que
el ministro de Educación está pidiendo el desalojo del Pabellón, lo cual nos
parece terrible, y ayer muchos de los grandes medios salieron a pedir un
desalojo, con lo que implica usar la fuerza represiva para sacar a estudiantes
que están haciendo una toma pacífica en una universidad pública”. El estado, en un estado de derecho, está
autorizado a usar la fuerza para reponer los derechos ciudadanos avasallados
por unos malandras.
El propio ministro de Educación de la
Nación, Alejandro Finocchiaro, tampoco asumió su responsabilidad ante este
atropello y expresó que “las autoridades
universitarias tienen todas las herramientas para hacer cesar este hecho”,
“avalamos lo que hagan los padres y lo que hagan las autoridades universitarias
para reponer el orden. Esto tiene que volver a la normalidad”. Increíble, también se lavó las manos.
Finalmente, la justicia también se hizo la
distraída y aduciendo cuestiones formales, se limitó a contemplar los
acontecimientos. El juez Hugo Vaca
Narvaja comentó que “quedó apostada una
guardia de la policía federal frente al pabellón para ver qué sucedía y se me
ha transmitido un informe cada 6 horas de todos los movimientos de estos chicos
estudiantes y no estudiantes de la toma”.
Mientras se llevaba adelante un delito, expuesto incluso con filmaciones
por distintos medios, la justicia sólo se limitaba a “tener informes”.
Ante el delito in fraganti que se estaba
produciendo, la fiscal López de Filoñuk le preguntaba al rector Hugo Juri y al
vicerrector Pedro Yanzi Ferreyra si “querían
el desalojo”, ¡como si esto fuese una cuestión de voluntad de unos privados
sobre su propiedad! ¡La Universidad no
es su propiedad privada, es su obligación defenderla de los vándalos!
Por último, se develaron los motivos
ideológicos y timoratos que disfrazaban con subterfugios los actores de los
poderes públicos.
Ideológicos, pues tanto el Rector como el
Juez, hablaron de “los chicos” al hacer referencia a los estudiantes
universitarios. Cabe aclarar que estos
educandos son mayores de edad, adultos responsables de sus actos y que no son
ningunos “chicos”; así como tampoco
fueron “jóvenes idealistas” los
guerrilleros, ni son “víctimas de la
sociedad” los delincuentes. Llamemos
a las cosas por su nombre.
Y los motivos timoratos quedaron expuestos
por el juez, al confesar que quería evitar “consecuencias
disvaliosas al utilizar la fuerza pública”.
Incluso reveló que estuvo a punto de enviar al desalojo a ¡60 gendarmes
mujeres desarmadas!, quienes pondrían en juego sus vidas por la cobardía de
quienes deben imponer sin dudas y sin dilación, el orden y el respeto por los
derechos individuales y por las instituciones.
“No
queremos ningún Santiago Maldonado” confesó al
respecto Vaca Narvaja, como si ese individuo hubiese muerto en manos de las
fuerzas de seguridad o al menos por su responsabilidad.
Los piqueteros, los sindicalistas, los
politiqueros, las feministas fanáticas, los militantes políticos violentos y
toda esa sarta de energúmenos incivilizados que padecemos día a día, saben que
los que deben “poner los huevos sobre la
mesa”, son devotos de lo “políticamente
correcto” y que nunca cumplirán con su deber.
Estamos en manos de una minoría que es una
cloaca social y quienes deben defendernos les tienen miedo. Es tiempo de terminar con “El Imperio de la Decadencia Argentina”
que estamos padeciendo.
Como dice el dicho, no hay peor ciego que
el que no quiere ver, llegó el momento de abrir los ojos.
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