Bolsonaro y Cuba
Carlos Alberto Montaner
Abogado, escritor, periodista. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Jair Messias Bolsonaro pudiera ser el Presidente de Brasil el próximo 28 de octubre. Los brasileños se ven en el espejo de los vecinos venezolanos y se aterran. Las encuestas más solventes le asignan un 75% de posibilidades de ganar los comicios … siempre que no se duerma en los laureles. Al fin y al cabo, le sacó 17 puntos de ventaja a Fernando Haddad, el hombre seleccionado desde la cárcel por Lula da Silva. Le ganó 46 a 29. La democracia es así: con frecuencia se trata de elegir la opción menos mala.
Bolsonaro está lleno de prejuicios. Dice que prefiere tener un hijo muerto antes que homosexual. ¡Qué estupidez más cruel! Afirma que si ve dos hombres besándose en la calle estaría dispuesto a pegarles. Aunque su paso por las Fuerzas Armadas no fue ejemplar –pasó 17 años y sólo llegó a capitán como paracaidista y artillero–, y aunque se atreve a decir que el error de la dictadura militar fue torturar a los detenidos, cuando podía matarlos, su candidatura es mejor que la de Haddad.
¿Por qué? Porque a Bolsonaro no le importa contradecirse. Dice cosas absurdas que no tendrán un resultado práctico. También ha hecho manifestaciones profundamente racistas, pero eligió como su vicepresidente a un exgeneral mestizo. Las barbaridades que ha dicho contra las mujeres no fueron expresadas por un misógino, sino por un tipo irrespetuoso y bocón que se ha casado tres veces y mantiene una intensa vida familiar. Y porque su homofobia choca con una tradición de tolerancia que hace que Brasil sea una de las naciones más abiertas en materia sexual. Una de las pocas que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Contra eso, afortunadamente, no podrá su rechazo a los gays.
Hay muchas razones para preferir a Bolsonaro. Lula presidió una cueva de bandidos, no un gobierno decente. Él ha sido el principal culpable de la devaluación de la clase política brasileña. Si son muy graves las desvergüenzas de los de siempre, son peores las que comete una persona de origen humilde que prometió adecentar la vida pública e hizo lo opuesto. Lo que se esperaba de un líder obrero que pidió los votos para enfrentarse a la pudrición es la total honradez en la conducción de los asuntos oficiales. En el Infierno de Dante había un lugar terrible para los hipócritas.
Sus negocietes con los corruptos de siempre, como se demostró en la operación Lava Jato, es imperdonable. Dejaba robar a sus compinches ideológicos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y el Ecuador de Rafael Correa. Sus dos gobiernos y el de Dilma fueron una sentina. Presuntamente, convocaba a Haddad a rematar la faena. Primero el profesor y ex alcalde de Sao Paulo lo liberaría de la condena a 12 años de presidio y enseguida continuarían el saqueo de los brasileños.
Según El Nuevo Herald a Cuba le horroriza que Bolsonaro sea seleccionado por los brasileños. El exdiputado ha dicho que no está de acuerdo en continuar pagándole a la dictadura de los Castro –Fidel sigue vivo a los efectos ideológicos– por los médicos que Brasil alquila. Ese es un delito que contraviene los acuerdos internacionales de la OIT suscritos por Cuba y Brasil. Son los esclavos de bata blanca. Ese alquiler es la mayor fuente de ingresos de La Habana y se parece al repugnante negocio que hacían los negreros en Cuba en el siglo XIX.
Los Castro, que se embarcaron en el sistema más improductivo del mundo, cuadran la caja con los excedentes que les cobran a sus amigos y cómplices por el alquiler de médicos, soldados, entrenadores de deportes, espías y otras especies que crían en sus viveros revolucionarios. Venden esos servicios con el innoble propósito de financiar la vida muelle que se da una oligarquía que acaso llega a tres mil oficiales de las Fuerzas Armadas y del Partido Comunista, mientras el país se cae a pedazos.
Es muy probable que Bolsonaro le ponga fin a ese comercio ilegal de seres humanos. La función de este alquiler no es mejorar la salud de los brasileños pobres, sino subsidiar a la parásita cúpula cubana. Veremos qué sucede el 1 de enero de 2019, cuando comenzará a gobernar Bolsanaro. Ese día, por cierto, se cumplen 60 años del inicio de la pesadilla cubana.
Este artículo fue publicado originalmente en El Blog de Carlos Alberto Montaner (EE.UU.) el 13 de octubre de 2018 y en Cato Institute.
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