Un repúblicanismo económico para superar la barbariedad de su tiempo
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Introducción:
 
Juan Bautista Alberdi sigue siendo una referencia ineludible a la hora de pensar los problemas institucionales vigentes de nuestro país. Mediante sus obras sentó durante el Siglo XIX no sólo los pilares del pensamiento liberal argentino sino también buena parte de la mejor proyección de una estructura institucional para fundar a la entonces incipiente republica argentina.
 
La historiografía argentina ubica a Alberdi en lugares reconocidos como el: padre fundador de la patria, padre de la constitución nacional o a un visionario forjador de instituciones de corte panamericanista, entre otras denominaciones. Pero aquí nos vamos a enfocar en resaltar, brevemente, su rol como sociólogo realizando un ensayo en el que se propone revalorizar el estudio sobre la barbarie en su obra y tentativamente cual fue su propuesta superadora desde el punto de vista institucional.
 
En esta clave interpretativa, su visión social se estructuraba a partir del individuo como artífice de la sociedad. Solo el individuo encarnaba hábitos y creencias. Las instituciones (formales) del progreso no tenían conductores si no había personas con hábitos (informales) conducentes a esos fines.
 
Entonces, si el individuo era artífice de su destino al gobierno sólo le restaba acompañarlo promoviendo la justicia, la seguridad individual, la industria, el trabajo, la inversión, la inmigración y las relaciones exteriores comerciales, por dar algunos ejemplos. Nunca debía ser el ejecutor de las actividades dado que no debía ocuparse de los negocios que no le eran propios, la felicidad se la procuraban los hombres por sí mismos.
 
Pero ahí veía Alberdi a uno de los mayores problemas de la argentina incipiente: la relación sociedad – estado y modernización. En este sentido, las extendidas costumbres arraigadas de carácter anacrónico, heredadas de la España y de la novel América que aún gobernaba por sobre las nuevas leyes y constituciones importadas tensionaban los modos de legitimación del poder. Estas costumbres anacrónicas eran la falta de habito de comercio, industria, libertad expresión y religión.
 
En síntesis, había poca costumbre de la denominada libertad de los modernos y todavía la opinión pública imperante enarbolaba glorias a los héroes guerreros, a los caudillos y sus gobiernos militares, a los gobiernos electos por gobiernos y a los que desde el poder señalaban como traidores a la patria a quienes reclamaban el derecho de disidencia. Era más común ser considerado un extranjero y un traidor en propio suelo que un disidente de respetada pluma política por propio fuero.
 
En esa visión de época reaccionaria en donde el monopolio político y económico encontraba aún fuerzas para el control interno y para la guerra, Alberdi pensaba que era factible la evolución hacia un estado de individualidad emprendedora gracias al comercio pacificador y al descubrimiento de las artes que dulcificarían las costumbres. Era la causa de Alberdi.
 
Pero, lamentablemente, todo esto no fue realizado plenamente en vida de Alberdi y este nos legó melancólicos textos en sus últimos alientos cuando ve que la barbarie aún se extendía largamente por el suelo americano. Su discusión con Sarmiento, paradigmática en este sentido, pero también con la mayor parte de la dirigencia de la época, sumada a las guerras todavía en curso, le permitió ensayar sus últimas sentencias sobre la tentativa distinción imperante entre civilización o barbarie.
 
La barbariedad
 
Aquí se sostiene que Alberdi muere convencido de que lejos de haber una distinción hay una comunicación sostenida por la costumbre heredada que no nos permiten alcanzar un progreso liberador.  En atención a esto,  la conjetura que se ensaya viene a hacer reflexionar  críticamente sobre esa matriz binaria, dicotómica, a la hora de explicar la dinámica social de aquellos tiempos.
 
En su visión, la oposición civilización – barbarie más bien tenia grises, en los que se dejaba entrever trazos de progreso (el ferrocarril, el puerto, el gaucho y el caballo como símbolo de trabajo) en la bárbara extensión de la argentina interior, pero también, había barbarie en la ciudad puerto o metrópoli que bajo textos y proclamas racionalistas de déspotas que ejercían dominio sobre todo vestigio de pretendida diversidad política y seguridad individual.
 
Por eso, queda abierta una puerta para hipotétizar que, sociológicamente hablando, Alberdi visualizó un fenómeno propio de la mixtura e hibridez latinoamericana que aquí denominamos: La barbariedad.
 
La barbariedad en este sentido fue un esforzado y cruento proceso de desarrollo en donde las instituciones liberales y sus constituciones con pies de puerto y comercio veían fraguarse continuadamente tanto en manos de un protector de Buenos Aires, como por la vigencia de dos capitales o por las guerras injustificadas, por enumerar un par de hechos políticos, entre otros.
 
Esa barbariedad también fue la postal de caudillos asentados en una riqueza de miles de leguas repeliendo las relaciones comerciales con el exterior americano o en las aduanas interiores o en los permisos de paso.
 
La barbariedad entonces no fue más que el resultado de la barbarie extendida en todas sus dimensiones no siendo el elemento divisor o excluyente la ciudad o el campo. La variedad en la barbarie no hizo más que conjurar un destino común a los territorios bajo servidumbre resguardados institucionalmente por los privilegios que usufructuaban encumbrados pensadores de escritorio. Había cuotas de barbarie en el puerto como en el desierto y esos degrades eran suficientes para demorar el desarrollo y progreso civilizatorio.
 
De ahí que los intentos de proyectar un régimen de gobierno distinto y con base en una sociedad industrial y comercial, que permita una independencia y seguridad jurídico política individual frente a los abusos de poder, necesitaba de trabajadores con oficio y una educación enfocada en la instrucción practica y en las artes. Así se descubría en el hacer productivo o egoísmo inteligente al carácter de la virtud republicana de Alberdi. Era la virtud de los hábitos laboriosos, de la libertad moderna, de lo social por sobre lo político.
 
El Republicanismo Económico de Alberdi
 
El  modelo proclamado entonces, entendido como habito y diseño institucional para superar la barbariedad, es una visión y puesta en marcha de un republicanismo económico, sin más, sin vueltas.
 
Esta nominación que hacemos -de republicanismo económico Alberdiano- era la proyección de un régimen de gobierno que ofrece garantías para la vida, la propiedad e iniciativa privada y el progreso de las actividades productivas de una sociedad con capacidad de sustraerse a la prepotencia del propio despotismo patriótico omnímodo o ante poderes extranjeros.
 
Este republicanismo económico, todavía sin partidos políticos y con elecciones indirectas para elegir funcionarios, no es más que la Republica Posible que superaría la mixtura e hibridez cotidiana para apuntalar el desarrollo hasta alcanzar la faz de la Republica Verdadera.
 
La doctrina de esta configuración tenia fuentes tributarias en el orden espontaneo con base en la libertad del uso de las facultades de cada individuo, no excluyendo a ninguno en sus potencialidad y asegurándoles en todo tiempo los resultados y frutos de su obra.
 
Esta era su propuesta, sintéticamente hablando: un republicanismo en clave económico-social que superé la barbariedad terrenal que se aglutinaba sobra la faz americana.
 
Conclusión
 
Juan Bautista Alberdi,  como un padre de la sociología argentina analizó de modo suficiente y acertado al estado de la costumbre de la época que le toco vivir y sus efectos institucionales. Pero también, pensó en promover un modelo -de base económico social- en el que los individuos libres y habituados al esfuerzo en contextos sociales seguros y en donde las instituciones de gobierno -lo político- sólo promoverían lo propio a sus competencias constitucionales liberales.
 
La caja de herramientas (su extensa obra teórica pero profundamente práctica) que nos legó para el análisis sociológico argentino sigue siendo un profundo estímulo para reflexionar sobre la actualidad. El reto sigue siendo superar la barbariedad por medio de un republicanismo en clave económico-político que reencause lo que es debido al gobierno y lo que es propio para el individuo en su vida social.
 
Y la meta más próxima, al menos desde esta humilde actividad reflexiva y académica es, animarnos a ampliar la mirada y el análisis sobre la obra de Alberdi proponiendo una agenda de investigación renovada invitando a todos los jóvenes que crean conveniente y fructífero seguir investigando su ideario en temas incluso poco analizados como su obra literaria, teatral, musical. La invitación entonces está hecha.
 
Es claro que necesitamos más Alberdi –contextualizado- y menos radicales antisistema (racionalistas extremos) para desarrollarnos como parte de una sociedad progresista.




Ensayo realizado en el contexto del seminario online "El pensamiento de Juan Bautista Alberdi".
 

 


REFERENCIAS
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Alberdi, Juan Bautista, 2010, Sistema económico y rentístico de la confederación argentina según la Constitución de 1853, primera edición, Buenos Aires, Edit. Emecé.
Alberdi, Juan Bautista, 2010, El Crimen de la Guerra, primera edición, Buenos Aires, Edit. Emecé.
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Selección de referencias publicadas por
la Fundación Atlas para una Sociedad Libre:
 
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Gómez, Alejandro, 2014, Vigencia del pensamiento Alberdiano, Concurso Internacional de Ensayos, pág. 51 a 57.
 
González Rodríguez, Carolina, 2014, Juan Bautista Alberdi, el pacificador, Concurso Internacional de Ensayos, pág. 69 a 79.
 
Ravier, Adrián, 2004, Premio Nobel para Alberdi, Claves para interpretar la Argentina, pág. 58 a 60.)
 
Rivas, Armando, 2010, Vigencia de Alberdi, Desafíos del Bicentenario para la Libertad, pág. 91 a 98.
 
Salinas, Alejandra, 2014, La presencia civilizadora de Juan Bautista Alberdi, Concurso Internacional de Ensayos. pág. 23 a 31.
 
Soneira, Eloy, 2014, Alberdi sus aportes intelectuales y su influencia en las políticas públicas, Concurso Internacional de Ensayos. pág. 123 a 136.
 
 
 
 

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