El pensamiento del Alberdi
Rafael Marcano

Economista – Abogado. 



Antecedentes
Nos luce pertinente comenzar con algunas frases textuales entresacadas del opus en estudio, que resume de manera indubitable la ideología del Maestro:
 
“La libertad no es una mera idea, una linda abstracción, más o menos adorable. Es el hecho más práctico y elemental de la vida humana. Es tan prosaico y necesario como el pan. La libertad es la primera necesidad del hombre…
 
 “…...la libertad no es ni más ni menos que el gobierno expedito de sí mismo. Ser libre, es gobernarse a sí propio. La libertad es el mejor de los gobiernos…”
 
“Todos los habitantes de la Confederación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio, a saber: - de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y de aprender”.
 
Comparémoslas con ésta de Adam Smith: “Si una nación no pudiera prosperar sin disfrute de perfecta libertad y perfecta justicia, no habría en el mundo ninguna nación que pudiera alguna vez haber prosperado”.
 
Salta a la vista la familiaridad entre ambas posturas. La impronta del “Padre de la Economía Moderna” se evidencia, también se nota el sello ricardiano en cuanto al aporte del comercio libre en general y del comercio internacional en particular, junto con la libre navegación, al “bienestar general”. Sostiene Alberdi que: “El comercio es un medio de civilización, sobre todo para nuestro continente, además que de enriquecimiento” y constituye también un hacedor de paz.
 
Del socialismo, ideología “de moda” en aquellos años, decía Alberdi de manera lapidaria que “limita la libertad del individuo en la producción, posesión y distribución de la riqueza”. ¡Razón le sobraba!
Es evidente que el genio de Alberdi no se dejó caer en la tentación marxista. Quizás su lógica aristotélica, seguramente adquirida en sus tempranos estudios de Derecho, lo ayudó a salvarse de tal tropiezo, y le dio claridad de raciocinio para combinar de una manera tan exquisita conceptos jurídicos y éticos con nociones económicas, políticas y sociológicas, engendrando así en el siglo XIX los fundamentos de una economía política impecable que la volveremos a encontrar, casi intacta, en los más connotados pensadores liberales del siguiente siglo.
 
Son muchas sus obras en las que plasmó su propuesta ideológica; siendo insoslayables las “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” y el “Sistema económico y rentístico de la confederación Argentina”, producidas desde su exilio chileno a mediados del siglo XIX.
 
En estas magnas obras que consagran a Juan Bautista Alberdi como uno de los constitucionalistas y economistas hispanos más talentosos de su tiempo, hace una magistral interpretación de Derecho Comparado entre constituciones previas de la Argentina y las de otros países de la región. En ese trabajo expone lo debería ser la ratio legis de su nuevo Derecho Constitucional de la Hispano América independizada pero no necesariamente libre por la existencia de tendencias militaristas del recién superado status colonial:
 
 
“Hoy se busca la realidad práctica de lo que en otro tiempo nos contentábamos con proclamar y escribir. He aquí el fin de las constituciones de hoy día: ellas deben propender a organizar y constituir los grandes medios prácticos de sacar a la América emancipada del estado obscuro y subalterno en que se encuentra.”
 
Nótese que se habla de “realidad práctica” y de “medios prácticos”; o sea que Alberdi “acaricia” la noción de “praxeología” tan socorrida por los marginalistas del siglo XX.
 
Alberdi muestra una significativa acuciosidad en este aspecto tocante a la diferencia entre independencia (de un Estado) y libertad (de las personas). Distingue entre países “libres” (soberanos) y países sin soberanía plena pero con “ciudadanos libres” con derechos políticos, económicos, etc. Concreción de esto es la dicotomía actual entre Cuba y Puerto Rico.
 
Por supuesto, para Alberdi la importancia del Derecho a la propiedad privada es capital (inexistente en Cuba comunista).
 
Demos ahora un paseo por las más importantes aportaciones de Juan Bautista Alberdi en diferentes aspectos vitales para la formación de una nacionalidad vigorosa y próspera.
 
 
 
Ámbito Sociológico
 
Política Migratoria y Educativa: La oración “Gobernar es Poblar” lo dice todo y la explica así:
 
Gobernar es poblar en el sentido que “poblar es educar”, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos.
 
Mas para civilizar por medio de la población es preciso hacerlo con poblaciones civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y en la industria es preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en industria, como sucede en los Estados Unidos.
 
 
Artículo 25 de la Constitución de 1853: "El gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar, ni gravar  con impuesto alguno  la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes".
 
En las citas precedentes, hay dos aspectos fundamentales:
 
1.    Inmigración selectiva (procedente de regiones más desarrolladas)
2.    Educación (en libertad) en las “ciencias y las artes"; incluso gratuita.
En cuanto a la inmigración selectiva (preferentemente del Norte de Europa) son obvias las razones que privaron el Alberdi para enfatizarla tanto. Empero, luce “cacofónica” a la luz del sol de hoy, la expresión siguiente: “Pero poblar no es civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de Asia y con negros de África”.
 
Aquí nació una (minoritaria) corriente de opinión que lo tildó de racista. Prima facie así parece; sin embargo, remontándonos en tiempo y espacio más de siglo y medio hacia el pasado, encontraremos comprensible esta postura. Él disponía de referencias certeras que no le dejaban lugar a dudas acerca de las diferencias de dos realidades abismalmente diferentes: Europa y África subsahariana, proyectadas hacia nuestro continente en las realidades de Estados Unidos de América y de, por ejemplo, Haití que era y sigue siendo un “issue”.
 
Bien entrado el siglo XX aparecieron nombres que le hubieran hecho decir algo distinto: Rabindranath Tagore, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Desmon Tutu, Martin Luther King entre otros; y ¿por qué no?: Louis Armstrong, “Pelé”, etc. En el XXI muestras representativas son Condolezza Rice y tres afrocubanos de excepción por su sacrificio por la libertad: Berta Soler, Orlando Zapata Tamayo y Guillermo (Coco) Fariñas. ¡La lista es larga!
 
El mismo Alberdi lo explica: “Los Estados Unidos pueden ser muy capaces de hacer un buen ciudadano libre, de un inmigrado abyecto y servil, por la simple presión natural que ejerce su libertad, tan desenvuelta y fuerte que es la ley del país”.
 
En la cita precedente, que habla de la idoneidad del marco institucional  de los Estados Unidos para hacer hombres libres, se manifiesta que Alberdi Intuye que el performance humano no es un problema meramente étnico, sino que tiene que ver con la existencia de instituciones que estimulen y premien conductas ciudadanas positivas basadas en una educación que incentive el apego al trabajo como instrumento de ascenso social, el pragmatismo, la igualdad ante la ley y el respeto al derecho ajeno después de prescindir de mitos ancestrales y pensamientos mágicos que inhiban la creatividad del individuo. Los afroamericanos de hoy disponen de todo esto; no así sus vecinos haitianos. Barack Obama nos lo enseña quizás sin proponérselo.
 
Menores y mujeres: Se presta de manera expresa, especial atención a niños, adolecentes y a la mujer en su relación con el rol en la familia y sociedad.
 
Libertad de cultos como manera de facilitar la adaptación de inmigrantes protestantes del Norte de Europa
 
 
Una actualidad lamentable
La idea "gobernar es poblar", puesta en práctica, hizo que se abrieran las puertas de Argentina a una inmigración selectiva de españoles (mayoritariamente de Cataluña y Euzkadi), franceses Belle Époque (¿qué me “decís” de Gardel?), pero sobre todo, de italianos (SS Francisco, Alfredo Di Stefano, ¡Gustavo Lázzari! y un largo etcétera); hebreos (Israel Vitenszteim Vurm mejor conocido como Carlos Argentino (fanático animador del Boca Junior), Alberto Nisman, José Pekerman y otro largo etcétera) y en menor cuantía pero con calidad: alemanes y europeos del Este que hicieron de Argentina un país de primera línea hasta el primer cuarto del siglo XX cuando comenzaron a aparecer en el billboard de la política los militares, demagogos y populistas de distinta índole que no tardaron en corromper la moneda (inflaciones antológicas) y, en consecuencia, solo bastó otro par de décadas para que acabaran con la prosperidad alcanzada hasta entonces, con consecuencias que hasta ahora se sufren.
 
Si nosotros los venezolanos; en vez de estimular la inmigración "alberdiana", lanzamos al destierro, a marcha forzada a través de Los Andes y de la selva amazónica, a nuestras generaciones de relevo, no tardaremos mucho en ver cómo lo poco que queda de Venezuela se convertirá en una mezcla de Haití con Camboya incluidos con un Papa Doc Douvallier o un Pol Pot autóctonos despachando desde los salones protocolares del Despacho Presidencial.
 
Claro está, a menos que ocurra un milagro.
 
Les extiendo una cordial invitación para ver el siguiente video:
 
 
Ámbito Institucional
 
Esquema confederado, descentralizado y marcadamente presidencialista con clara tripartición del Poder Público.
 
En esto Alberdi y Simón Bolívar se aproximan: “¡Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos!”. No olvidemos que Bolívar, casi 30 años mayor que Alberdi con todo lo que ello signifique; a pesar de haber sido un militar “patriota” (terminología alberdiana), abrevó en las mismas aguas liberales, aunque por su estilo, expresiones y época, algunos lo hayan calificado - quizás con cierta razón - de “bonapartista”.
 
 
Ámbito Económico
 
Infraestructura: Reconoce la importancia del desarrollo de la infraestructura física al darle rango constitucional al “fomento de la industria, la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables”.
 
Plena libertad económica: Por igual para todos los habitantes de la Confederación, nacionales y extranjeros, con derecho a trabajar y ejercer cualquier industria lícita.
 
Lapidario aserto: “Los Estados son ricos por la labor de sus individuos, y su labor es fecunda porque el hombre es libre, es decir, dueño y señor de su persona, de sus bienes, de su vida, de su hogar”.
 
Reconocimiento de la propiedad intelectual: “Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que la ley le acuerde”.
 
Creación y distribución de la riqueza: La riqueza creada debe redundar “en el bienestar y mejora de todos los que asisten a su producción, por medio de sus respectivos servicios”; o sea, según el aporte de cada factor.
 
Política financiera y  tributaria: Se aportan claras directrices sobre el Gasto Público y sus fuentes de financiamiento, organización y manejo de la Tesorería Nacional y la deuda pública (Crédito Público). En materia tributaria el aporte es inconmensurable y contiene una clara tendencia modernizadora propia de autores más contemporáneos. En este orden de ideas, siguiendo a Adam Smith y otros liberales, afirmaba que: “...bajar la contribución es aumentar el Tesoro nacional…” esto en clara alusión a evitar presiones tributarias exageradas por su inconveniencia.
 
Política monetaria y cambiaria: Este tema ha sido tratado de manera sistemática desde que el escolástico Nicolás Oresme produjo su De origine, natura, iure et mutationibus monetarum tan lejos como en 1366; las “Políticas Económicas” alberdianas ven la luz a mediados del siglo XIX cuando “en la Europa más adelantada” imperaba el “Patrón Oro” del cual Alberdi fue un gran promotor porque permitía establecer con sencillez equivalencias entre valutas y administrar la oferta de circulante en función de las reservas áureas (siempre “escasas”), provenientes del comercio internacional. Llama la atención que se adelantó más de un siglo al Monetarismo del Premio Nobel Milton Friedman al afirmar que “la moneda no tiene valor real sino cuando es proporcionada a la necesidad que de ella tiene el mercado”. Este aproach a la preservación del poder adquisitivo del signo monetario, resulta vital para la consecución del progreso social y del desarrollo auto sostenido, meta primordial del pensamiento liberal en términos generales y alberdiano en particular.
 
 
Proyección de la obra de Juan Bautista Alberdi
 
No hay dudas de la filiación liberal de Juan Bautista Alberdi no obstante su preocupación por políticas públicas que van mucho más allá de lo estrictamente económico, como debe ser. Por ello, es explicable que algunos opinen que Alberdi habría sido el precursor de la “Economía Social de Mercado” (mérito adicional que no le vendría mal) basada en una combinación de libre mercado y políticas públicas orientadas a promover la eficiencia económica y la cobertura, por el Estado, de necesidades básicas no satisfechas por la vía cataláctica.
 
Sustuvo, como lo hizo von Hayek un siglo después, que el mercado es, per se, social. Alberdi se anticipó en muchos aspectos a los grandes autores de la Escuela Austriaca. Lo dicho por Weber, Mises, Hayek, etc. lo pudimos encontrar en Alberdi. Si él vivera, lo encontraríamos en posiciones de alta distinción en, por ejemplo; la Sociedad de Mont Pelerin, Atlas Foundation, “El Cato” o Universidad Francisco Marroquín. Salvo en su explicable defensa al Patrón Oro, todo lo demás hace “match” con relación a los grandes autores de los siglos XX y XXI.
Pero hay más: Alberdi sostuvo que “los pueblos del Norte no han debido su opulencia y grandeza al poder de sus Gobiernos, sino al poder de sus individuos. Son el producto del egoísmo más que del patriotismo…”No lo dijo Ayn Rand sino Alberdi quien también se adelantó al objetivismo y a la ética del mercado según el particularísimo lumen sub quo randiano.
 
La aplicación constitucional en la República Argentina de los inconmensurables aportes de Juan Bautista Alberdi durante la segunda mitad del siglo XIX (y algo más), trajeron como consecuencia un progreso material, social, cultural, etc. único en su historia. Tales aportes se encontraban casualmente presentes en aquella suerte de segunda revolución francesa más cívica, próspera y culta que la primera, que fue “La Belle Époque” que se extendió desde 1871 (fin de la Guerra Franco Prusiana) hasta 1914 cuando estalla de Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, “La Belle Époque” argentina se extiende hasta 1930 con el derrocamiento del Presidente Constitucional Hipólito Yrigoyen, militante de la Unión Cívica Radical, con golpe militar encabezado por el General José Félix Uriburu, en el cual participó modestamente el joven oficial de infantería Juan Domingo Perón. Para entonces, los indicadores socio económicos se habían deteriorado como consecuencia de la crisis y recesión mundiales de finales de los años 20 y 30 del siglo XX. Recordemos, por ejemplo, el “Viernes Negro” de 1929, la inflación y derrumbe de la economía europea seguidas del horrible el surgimiento del Nacional Socialismo y del Fascismo.
 
Es oportuno destacar el hecho de que, después del golpe, Perón ocupó un cargo diplomático en Chile hasta 1938 cuando fue enviado a Italia hasta 1941 cuando las fuerzas del “Eje” parecían imponer su poder bélico a placer desde París hasta las puertas de Moscú. De allí sus alegadas simpatías y coincidencias con “Il Duce”. En 1943 participa en otro golpe (la “Revolución del 43”) que derrota al Presidente Ramón Antonio Castillo y allí comienza su carrera política que, con sus altibajos, sólo su óbito detuvo en 1974. Y aún hoy, su nombre resuena en el subconsciente colectivo de buena parte de la sociedad argentina.
 
Volviendo a la “Belle Époque”, Europa (Occidental) pudo apalancarse muy bien con el Plan Marshall a partir de la caída del Nacional Socialismo y reconstruir sus caminos de crecimiento económico con muy baja inflación, pero aun aguardamos deseosamente el nacimiento de una nueva Belle Époque para nuestra apreciada Reina del Plata perdida entre demagogias y populismos desde el golpe militar de 1930.
 
Por último, nos aventuramos a creer que las  “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” y el “Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina”, fueron simientes que cayeron e incubaron en el  suelo fecundo de la Universidad Católica de Chile;  fructificando en la Constitución Argentina de 1852 como lo hemos visto, y 120 años después en “El Ladrillo”; compendio de políticas públicas basadas en el libre mercado, cuya aplicación, tras el fin la dictadura marxista de Salvador Allende, trajo como consecuencia el despegue sin retorno de ese país hacia el siglo XXI en todo el sentido retórico y literal de la expresión.
 
Los intelectuales liberales de nuestra región están muy claros. No hay suficientes razones para afirmar lo mismo de los supuestos demócratas que ejercen la política y el poder las más de las veces de manera populista. Por ello es alta la probabilidad para que regresen los “Fideles”, “Allendes”, “Hugos” y “Maduros” o sus versiones “homeopáticas” como “Evo” o “la familia Kirchner”.  Mientras, “Occidente” deberá estar listo para actuar con todos los recursos disponibles para evitarlo.
 
¡No podemos perder también el siglo XXI!; pero hay abundantes tareas pendientes. La dirigencia emergente no puede dormirse en sus laureles ni tampoco la sociedad latino americana.



Ensayo realizado en el contexto del seminario online "El pensamiento de Juan Bautista Alberdi".

 
 

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