Amnesia social

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
En
estos días luego del discurso de Cristina Kirchner en la “contracumbre” ha
vuelto a instalarse la posibilidad de que la ex presidente vuelva a tener la
oportunidad de ser candidata a la presidencia o por lo menos a dirigir el
destino del partido peronista.
A
quienes la escuchamos con atención no se nos pasó su crítica al sistema de
poderes, asunto por demás preocupante. Aseguró que era obsoleto seguir
rigiéndose por los tres poderes por la antigüedad que tenían. Quién se operaría
hoy, señalo la ex presidente, con los
instrumentos de 1879 cuando no existía ni la luz, ni el automóvil. Atacó al
poder judicial, sobretodo. Hay que cambiar, demandó, esas estructuras que ya no representan a las
nuevas fuerzas y patrocinar, en cambio, un gobierno nacional y popular. Un gobierno
que acepte y congregue a todos los lesionados por el neoliberalismo, para ella,
una construcción capitalista que va contra la solidaridad social y no acepta
que el Estado intervenga en la salud, la
economía y la justicia.
Achacó la inflación, la falta de trabajo, la
injusticia social a políticas individualistas propias de gobiernos como el del
presidente Reagan y el del presidente Macri en la actualidad. Sin nombrarlos
comparó con Hitler a los presidentes Bolsonaro y Trump. Critico a la prensa
contraria a su gestión de gobierno. Recordemos como intentó manejarla mediante
la pauta oficial o la entrada triunfal de Moreno, en una Asamblea del diario
Clarín, con cámaras para mostrar, sin pudor, el patoterismo oficial, y a los
periodistas que se obligó a despedir. De muestra tenemos mucho más que un
botón.
Cristina
Kirchner dejó claro, para el que sabe escuchar, que es una enemiga de una república
democrática. Es una excelente alumna de Juan Domingo Perón. Pretende usar el
mecanismo democrático para llegar otra vez al poder. Lo anuncia, no gobernará
respetando a los tres poderes.
También,
dejó claro el método para lograrlo. Es tributaria de la corriente que apoya la
beneficencia desde el Estado que disminuye la creatividad al disminuir la
libertad y hacer psicológicamente dependientes a los hombres.
Su receta no ha cambiado: controlar a la sociedad civil aumentando el
poder del Estado. Ocurrió en Cuba y se ha intentado en varios países de América
Latina: destruir la democracia donde podemos elegir lo mejor o peor, ya que es
un sistema de aprendizaje que puede eliminarse a sí mismo y conseguir almas
serviles, que se inclinen ante el poder.
Si
avanza el Estado disminuye la libertad de la sociedad, es lo que no saben,
quienes aceptan su tutela. Con democracia, en cambio, el Estado disminuye,
porque implica más responsabilidad de cada uno, arreglarse por sí solos, tan
criticado en el discurso. Pero esto implica que el que es libre de elegir su
destino, si le va mal no puede quejarse.
El
miedo a la libertad hace que se espere todo del Estado, sin medir las
consecuencias. En nombre de la igualdad social, Cristina, como todos los
dictadores, pretenden convertir a las personas en peones de una maquinaria
atroz: un Estado sobredimensionado que tiene “un plan” por lo cual obliga al
ciudadano a hacer lo que le dice, de lo contrario no se puede cumplir. Es lo opuesto
al sistema democrático-capitalista que no obliga, permite elegir. Lo sabe
Cristina, perdió las elecciones y no desea conservarlo. Quiere acercarse al
ideal mussoliniano: todo dentro del estado, nada fuera de él.
En
situaciones de crisis, inclusive en una familia, el poder se concentra, es una
ley sociológica, cuando el grupo es atacado el poder tiene que concentrarse,
Inevitablemente,
porque es una cuestión de supervivencia.
Cristina aprovecha, las circunstancias que estamos viviendo, de descontento
social por los problemas económicos, para despotricar contra el sistema. Y tiene a
su favor, que no haya un sistema de
partidos consolidado que promueva un acuerdo para luchar contra la
concentración del poder. Cuando no existe ese acuerdo, cuando parte del sistema
político está a favor de ello, se abre el camino hacia la violencia, la arbitrariedad ,y a una
cada vez mayor protección del Estado, por lo que se le confiere el derecho a
obligar .Los favores del Estado pesan.
En Argentina no se
aprendió la lección que dio la URSS, el crecimiento del Estado es diavólico. La
relación entre el Estado y la Sociedad civil enseña a ver
muchos
problemas. Los que aman la libertad y al sistema que la sostiene debieran
tenerlo en cuenta no solo a la hora de votar.
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