Vocación suicida
Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
La Argentina es un país privilegiado…con vocación
suicida. La naturaleza ha sido pródiga en dones de todo tipo, largos de
enumerar. Un enorme territorio, el 8º del planeta y una larguísima costa
marítima, rica en pesca.
Hay que sumarle la pampa húmeda, con capacidad para
alimentar a 400, quizás 600 millones de personas, lo que dio nacimiento a una
formidable y moderna agro industria. Y la minería, Veladero ha sido la más
importante mina de oro del mundo. Además
del litio, indispensable para las baterías.
Todos los climas, montañas, serranías, llanuras, ríos
poderosos, lagos profundos, trópico y hielo. Una maravillosa Constitución
Nacional, que pocos conocen y a la que casi nadie respeta, por ignorancia o por
decisiones personales. La Argentina tuvo una educación pública.
La tiene, pero antes era de excelencia, único rasero
socio económico conocido hasta el día de hoy. Hoy esa educación no sólo no es
de excelencia, es mala; pobre en conocimientos, fuera del siglo XXI. Y los
chicos tienen clase, si los gremios de la educación lo permiten.
La Argentina fue grande cuando su educación pública
era deslumbrante. Fue. La Argentina fue grande cuando su salud pública tuvo
tecnología y conocimientos de punta. Fue. La Argentina tuvo premios Nobel en
ciencias, único país de Latinoamérica en tenerlos. Fue un ejemplo.
Tuvo una infraestructura memorable. Puertos,
kilómetros de redes férreas, teléfonos, aviones y aeropuertos, el cine
argentino fue pionero en la región. Los escritores argentinos, así como los
pintores, los pensadores se hicieron internacionales. Florecieron las
editoriales y las galerías.
La Argentina hasta 1943 y desde finales del siglo XIX,
estuvo entre los 10 países más desarrollados del mundo. Una esperanza para los
migrantes que ayudaron a consolidar la nación. Un país serio, confiable, con
una economía sólida, con horizontes amplios, en todos los sentidos.
Todo eso, fue. Y es triste hablar de un pasado
glorioso cuando el presente es triste, angustioso y gris. Hoy, el poder
judicial, en su mayoría, da vergüenza. Hay excepciones, desgraciadamente,
pocas. La corrupción es inherente al ser humano, está en todos partes, pero acá
hay impunidad.
Mientras no haya Justicia en el poder judicial, el
futuro no existe. Hoy, el poder legislativo es tan partidario que no tiene
tiempo para pensar en la Patria. Defender “la quintita” propia y el pedacito de
poder que tienen, es más importante que votar las leyes que se necesitan para
volver a ser.
Hoy, el ejecutivo con una voracidad desconocida y
feroz, destruye la actividad privada para mantener un improductivo gasto
público, a través de impuestos exorbitantes. Y hasta ahora no ha sido capaz de
mostrar un plan de desarrollo a largo plazo, sin el cual nunca se volverá a
ser.
Hoy, los gremios manejan todo, son el verdadero 4º
poder sin el cual no se puede hacer nada. Paralizan el país, exigen, aprietan,
evaden la justicia y también parecen manejarla. Amenazan y se les teme. Sin
gremios ocupados sólo del bienestar de sus afiliados, nunca se volverá a ser.
¿Cómo se permitió llegar a este punto? A pesar del
éxito del G20, la pobreza está en el 33%, la inflación anual llegará al 47%,
los posibles inversores no llegan porque temen que vuelva el populismo de CFK y
rompa todo los contratos firmados, algo que sin lugar a dudas, haría.
Parafraseando al tango *Cuesta abajo, la Argentina
podría decir: “si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor
de ya no ser”, la respuesta no es simple. El populismo es en gran parte el
responsable, pero este fue siempre votado, preferido, elegido.
El pueblo argentino en su mayoría, una mayoría que
gana elecciones y cuando no las gana no deja gobernar a los que le ganaron,
tiene vocación suicida. Los que no votan
populismo y se dedican a demoler a los gobiernos que intentan no serlo, también
tiene vocación suicida.
Para evitarlo, si es que todavía es posible y con la
esperanza de estar a tiempo para revertir la situación, existe el Centro de
Ayuda al Suicida, CAS, (11) 5275 1135. “Su llamado es personal, confidencial y
anónimo”.
Para volver a ser, hay que olvidar la vocación suicida
que nos aqueja.
*Cuesta abajo”: tango, 1934, música Carlos Gardel,
letra Alfredo Le Pera.
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