Tabaré Vazquez, el de las dos caras
Hanna Fischer
Analista política uruguaya.




La actitud del presidente uruguayo Tabaré Vázquez con respecto a la tragedia venezolana ha revelado una faceta de su personalidad que hasta entonces había pasado desapercibida: es bifronte. Se parece al dios romano Jano. Como se recordará, esta divinidad tiene dos caras contrapuestas que miran hacia ambos lados de su perfil. Representa cosas contradictorias entre sí, como por ejemplo, los comienzos y los finales. Actualmente, Jano simboliza a una persona falsa, que finge, al tiempo que pretende cubrirse con un manto de superioridad moral. Eso ha derivado a que en el lenguaje popular decir que alguien tiene “doble cara” es aludir a la hipocresía. La palabra “hipócrita” proviene del vocablo griego hypokrites. Hacía referencia al actor de teatro que llevaba puesta una máscara para exagerar frente al auditorio el sentimiento que representaba y para amplificar su voz. De ahí derivó que pasara a designar a todo aquel que pretenda ser lo que en realidad no es o que exprese ideales que no sigue. 
Es en ese sentido que Albert Camus lo utiliza en su obra La caída. Su protagonista –Jean‑Baptiste Clamence– es un ser ambiguo, dividido entre la mentira y la verdad. Lo describe como “un rostro doble, un encantador Jano”, alguien tan consciente de esa realidad que en su tarjeta de presentación pone como profesión “comediante”. La caída gira en torno a la ausencia o tergiversación de los valores, la inocencia y la culpa. Pero principalmente, refiere a un ego desmedido, que es el motor principal de las acciones del protagonista.
Clamence es un exitoso abogado parisino cuya especialidad es defender a las viudas y a los huérfanos de los estratos más humildes. Su carrera le ha brindado muchas satisfacciones y sus clientes le están agradecidos. Posee reconocimiento como profesional y el respeto de sus congéneres. Sin embargo, Clamence tiene un grave defecto: el orgullo. Uno tan grande que no le permite visualizar la contracara de muchas acciones que ha realizado. Por tanto, durante la mayor parte de su vida se ha abstenido de hacer autocrítica. Es decir, fiscalizar sus propios actos e intenciones.
No obstante, llega un momento en que su conciencia se materializa en forma de alter ego y lo obliga a reconocer que detrás de sus buenas acciones se oculta la vanidad, el amor propio y el narcisismo. Descubre que muchos de sus actos no fueron tan bondadosos ni desinteresados como había pretendido. Se da cuenta de que, en realidad, el centro de sus conducta es el “yo, yo, yo”. Ahora le atormenta el recuerdo de la joven que frente a él se tiró al Sena y no movió un dedo para salvarla. Con frivolidad, permaneció indiferente.
En forma análoga, Vázquez es un exitoso y reconocido oncólogo, que ha recibido numerosos premios a su trayectoria. Asimismo, es estimado por muchos de sus pacientes. Pero quizás, llegue el día en que también a Vázquez su conciencia lo obligue a hacer autocrítica y examinar rigurosamente su trayectoria de vida y los móviles que lo animaron.
Su doble cara ha quedado de manifiesto en su accionar frente a la tragedia venezolana. Por ejemplo en 2017, al aplicarle el Protocolo de Ushuaia junto a sus pares del Mercosur, reconoció que Venezuela se apartó de los cánones democráticos. Sin embargo, en 2018, consideró válidas las elecciones que dieron por “ganador” a Nicolás Maduro. Asimismo, el 10 de enero de 2019 envió a un representante a la ceremonia de usurpación del cargo de presidente por parte del dictador. Su “neutralidad” frente a los trágicos sucesos de Venezuela puede ser asimilada a la fría indiferencia con que Clamence ve cómo una joven se quita la vida en el Sena. Es por eso que su actitud ha provocado asombro y múltiples manifestaciones de rechazo tanto dentro como fuera del Uruguay.
Al respecto, el presidente encargado de Venezuela –Juan Guaidó– le envió una carta pública donde le recuerda que: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor. En este momento histórico que atraviesa nuestro país, ser neutral es estar del lado de un régimen que ha condenado a cientos de miles de seres humanos a la miseria, al hambre, al exilio, e incluso a la muerte. Es ponerse del lado de unos pocos […] que se han demostrado capaces de perseguir, torturar y hasta asesinar para mantener esos privilegios”.
Pero donde más resalta el parecido entre Clamence y Vázquez, su “doble cara” y tremendo narcisismo, es al ponerse de anfitrión de la primera reunión del denominado “Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela” este 7 de febrero. Cree haber encontrado la manera magistral de satisfacer simultáneamente a los amigos de Maduro y a los que lo consideran usurpador del poder en Venezuela.
La prueba de lo anteriormente dicho es que los “ministros aprobaron por ‘unanimidad’ la línea política fijada por el gobierno y expresaron su ‘entusiasmo’ de que Uruguay sea sede de los diálogos de paz”. Curioso –¿no? –, dado que esos jerarcas defienden posturas antagónicas con respecto a Venezuela. La moral bifronte de Vázquez se manifiesta al pretender quedar bien con Dios y con el diablo. Lo más lamentable es que parece considerar que nadie se dará cuenta. Su tremendo ego se delata al procurar situarse en un papel protagónico en caso de que el desenlace de la situación venezolana sea feliz. Es decir, pretende vestirse con ropajes ajenos.
Sabiendo que los focos internacionales están dirigidos a Uruguay, Vázquez en persona (junto a su canciller Rodolfo Nin Novoa) está supervisando la organización del evento para que todo sea “perfecto”. Asimismo, inaugurará la sesión junto a la jefa de la diplomacia europea Federica Mogherini.
Otra muestra del desmesurado narcisismo del mandatario es su reacción frente a las sospechas de que los negocios en los que intervino su hijo con las cleptómanas autoridades venezolanas no fueron del todo limpios. Como respuesta a los dichos del excanciller mexicano Jorge Castañeda, la Secretaría de la Presidencia de la República emitió un comunicado donde expresa que esas acusaciones responden a “una operación cruel e infundada”, con la “indisimulada finalidad de entorpecer el papel de Uruguay y el rol que desarrolla el primer mandatario, al optar por el camino de diálogo y solución pacífica de la crisis que vive Venezuela”.
O sea, que ahora el “centro” de la tragedia venezolana es… ¡Vázquez! “Crueldad”, por otro lado, no es solo lo que les están haciendo a los venezolanos, sino tener fundados motivos para dudar de que en medio de la brutal corrupción que reina en Venezuela, sea posible hacer negocios “limpios”.
Realmente impresiona tamaño ego. Vázquez siente que se “entorpece su rol” simplemente porque se desecha su “solución”. Esta actitud delata soberbia puesto que el propio pueblo venezolano –por boca de su Asamblea Nacional– ha rechazado en forma contundente “cualquier diálogo o grupo de contacto que alargue el sufrimiento del pueblo”.
Nuevamente la actitud de Vázquez nos recuerda a la mencionada novela de Camus.“Cuando abandonaba a un ciego en la acera a la cual lo había ayudado a llegar, lo saludaba (sacándose el sombrero). Evidentemente, ese sombrera­zo no estaba destinado a él, puesto que no podía verlo. ¿A quién, pues, se dirigía? Al público”.
En forma análoga, parecería que la iniciativa de Vázquez no está dirigida al pueblo venezolano sino a la “platea” internacional. En definitiva, un hypokrites.


Este artículo fue publicado originalmente en Panam Post (EE.UU.) el 7 de febrero de 2019 y en Cato Institute.

 

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