La contrarreforma mexicana
Ian Vásquez
Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, Washington D.C. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



En poco más de dos meses, el nuevo presidente de MéxicoAndrés Manuel López Obrador (AMLO), ha iniciado de manera acelerada lo que llama “la cuarta transformación” de su país, siendo la revolución mexicana la anterior. Lo está haciendo tanto en estilo y sustancia con el apoyo inédito del 86% de la población, según una encuesta reciente.
La ironía es que México se transformó en las últimas décadas luego de abandonar primero el sistema económico que reinó durante buena parte del siglo XX y, segundo, el sistema político en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ejercía un monopolio. Es decir, liberalizó la economía y se democratizó.
México hoy es un país infinitamente más moderno de lo que era hace dos décadas. Su economía está diversificada e integrada al mundo. Pero comparado con otros países latinoamericanos, México se quedó a mitad de camino. Su agenda incompleta de reforma hizo que prosperara una buena parte de México –algunos lugares del país hasta están creciendo a tasas asiáticas–, mientras que otras partes siguen estancadas. El resultado ha sido un crecimiento mediocre.
La visión de AMLO, sin embargo, no es a futuro sino del pasado. Quiere regresar a un México autosuficiente en que el Estado vuelva a tomar enorme control de la economía y el poder se centralice mucho más en él. Ese modelo, dirigido por el viejo PRI, fue precisamente lo que culminó en la crisis de la deuda de los años ochenta, la década perdida, y repetidos colapsos del peso.
Durante una visita a México estos días, me impresionó cómo y qué tanto ha logrado AMLO. El presidente, que tiene mayoría en el Congreso, usa una retórica moral para justificar su plan centralizador. Quienes critican sus políticas son corruptos y “neoliberales”, causantes de todos los males de México. En sus conferencias de prensa ha condenado, con nombre y apellido, a individuos que dice son corruptos, que además son promotores de políticas que no le gustan.
Es así como AMLO está iniciando una serie de contrarreformas. La apertura del sector energético a la inversión privada, por ejemplo, fue una gran reforma modernizadora de años recientes. La está revirtiendo. Ha nombrado a un agrónomo sin credenciales en el sector energético ni experiencia en la dirección empresarial para encabezar el monopolio petrolero estatal, Pemex. Ha propuesto una ley que fortalece al director de Pemex y debilita al consejo administrador, lo cual prácticamente eliminará la rendición de cuentas de la empresa. Cuando AMLO propuso construir una refinería en su estado natal de Tabasco, el Instituto Mexicano de Petróleo concluyó que era “técnica y financieramente inviable”, cosa que tuvo que retractar luego de que lo hizo público un periódico.
AMLO también quiere revertir la reforma educativa que introdujo evaluaciones a los maestros. Quiere además crear 100 universidades nuevas y cientos de miles de becas universitarias. Por otro lado, ha creado bonos para jóvenes y jubilados que implican nuevos costos importantes para el Estado.
En nombre de la lucha contra la corrupción, AMLO canceló un necesario proyecto de aeropuerto de la Ciudad de México, bastante avanzado, que tenía un valor de US$13.000 millones. Su gobierno redujo la importación de gasolina de EE.UU., lo cual produjo una escasez enorme cuyo costo se estima en US$1.300 millones de pérdida productiva.
Es posible que, al nombrar a nuevos jueces de la Corte Suprema y gobernadores del Banco Central, AMLO llegue a controlar esos entes en unos años. Sería volver al viejo modelo del PRI, pero con el partido de AMLO.
Esa incertidumbre todavía no ha afectado el peso mexicano. Pero algunas inversiones se han suspendido y sectores como la construcción se han paralizado completamente. ¿Hasta qué punto puede un México mucho más moderno regresar al pasado sin causar una crisis económica?


Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 19 de febrero de 2019  y en Cato Institute.

 

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