Veletas y arbitrariedades
Enrique G. Avogadro
Abogado.
"Señora de ojos
vendados,
con la espada y la balanza
a los justos humillados
no les robes la
esperanza.
Dales la razón y llora
porque ya es
hora".
María Elena Walsh
Debo confesar, sin
ambages, que la principal sensación que hoy me embarga es el asco; es tan
fuerte que he asumido el compromiso íntimo de dejar de ejercer mi profesión de
abogado, después de más de cincuenta años, tan pronto concluya el último juicio
que atiendo.
En la Argentina, la
Justicia ha dejado de existir hace tiempo, pero las manifestaciones actuales de
esa muerte son tan graves que no podría aceptar nuevos clientes a los cuales
prometerles proteger sus legítimos derechos. Porque ya no sé si serán juzgados
con apego a la ley o si, por el contrario, serán víctimas de la arbitrariedad y
de la ignorancia de los jueces o de los inmundos intereses políticos o
monetarios de los poderosos.
Estamos asistiendo a un
trágico sainete: los tribunales orales federales que habitan en Comodoro Py se
han dedicado los últimos días a jugar a la "mancha venenosa" con las
causas en las que se investigó -y se deberían juzgar- los hechos que jalonaron
el período en que se produjo el mayor saqueo que pueda recordar nuestra
historia. Ningún juez quiere asumir esa tarea porque los duros vientos de la
política están impactando en las veletas que coronan sus testas, que son las
que siempre determinan los procederes de los magistrados, que especulan con los
plazos procesales para evitar asumir las obligaciones que el ejercicio de sus
cargos implica.
Traduzco: ante la
probabilidad de un regreso del kirchnerismo al poder, y sabiendo de la espada
vengadora que trae en la mochila, el terror cunde en los despachos y los
pasillos del emblemático edificio. Los tribunales recurren a triviales
argumentos para apartarse de las causas más resonantes -Los Sauces, Hotesur,
etc.- y enviarlas nuevamente a sorteo para que otros colegas se hagan cargo;
éstos, a su vez, repiten el procedimiento y la calesita sigue girando al ritmo
del tango "Las cuarenta".
Todo eso implica que
Cristina llegará a las distintas etapas electorales sin haberse sentado en
ninguno de los juicios orales que la afectan. En ese objetivo coinciden su
preocupación por la suerte de su hija, la cobardía de los jueces y la intención
del Gobierno de tenerla como único sparring en las elecciones de octubre.
¿Terminará todo esto en impunidad generalizada que garantizará el peronismo,
como siempre ha hecho a lo largo de la historia?
Esta situación no es
nueva, ya que viene repitiéndose ininterrumpidamente desde que el menemismo
prostituyó a la Justicia federal con sobres de dinero que repartía, comprándole
impunidad, la Secretaría de Inteligencia del Estado con sus fondos reservados.
Pero el episodio de la
ya innegable fuga de Florencia Kirchner a Cuba, inexplicablemente autorizada
por quienes debían impedirla, es la frutilla que coronó el indigesto postre. Y
su sabor se hace más desagradable aún con la condescendencia y tolerancia que
muestran los jueces ante su notoria desobediencia a las órdenes de presentar su
historia clínica y regresar al país. ¿Dónde está entonces la igualdad ante la
ley?
Ahora están preocupados
por el vencimiento de la prisión preventiva de Lázaro Báez, ya que ha pasado en
prisión tres años, y sólo la extendieron por ocho meses más. ¿Y qué hay de los
presos políticos del kirchnerismo, 500 de los cuales llevan más de diez años en
esas condiciones, mientras Cambiemos mira para otro lado?
Y qué decir del
escándalo que constituye la causa instruida por el Juez Federal de Dolores,
Alejo Ramos Padilla, donde ruedan en el fango vociferantes y arrepentidos
espías, falsos abogados, extorsionados y extorsionadores, ofreciendo un
espectáculo indigno por donde se lo mire.
Pero, ¿qué se puede
esperar de los tribunales inferiores si la propia cabeza del Poder Judicial, la
Corte Suprema, se ha convertido en una bolsa de gatos, que exhibe impúdicamente
sus bastardos "sensualismos de camastros", como diría Leopoldo
Lugones?
¿No fue su ex
Presidente, Ricardo Lorenzetti, quien se dio el lujo de decir públicamente que
la persecución a los militares que derrotaron a la subversión, desatada
arteramente por Néstor Kirchner, era una "decisión consensuada" con
los demás poderes como política de Estado?, ¿no ha ratificado ahora esta Corte
que para ellos no rigen los esenciales principios de inocencia y de ley más
benigna?
Es la primera
obligación de todos los ciudadanos luchar para recuperar la Justicia, porque ella debe ser la verdadera
defensora de nuestros derechos frente al Estado y la custodia del cumplimiento
de nuestras obligaciones para con él, tal como lo establece la Constitución
Nacional, ese contrato que nos permite vivir en sociedad, que firmamos y hemos
dejado de cumplir hace muchas décadas. Con una Justicia preparada, imparcial y
rápida, todo será posible; sin ella, nada lo será.
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