La división del trabajo de Adam Smith en tiempos de Cuarta Revolución Industrial
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.



“El trabajo en el siglo XXI es el siglo del “la mitad, por dos y por tres”: 
la mitad del personal, con el doble de sueldo, 
exigido a triplicar la producción.”
Michael Camdessus
Introducción
En la presente columna de opinión presento una serie de reflexiones propias vinculando dos temas que consideré pertinentes en el marco de la Fundación; por un lado la división del trabajo según Adam Smith y por el otro las modificaciones cualitativas del trabajo en el contexto de la actual Cuarta Revolución Industrial. La columna está compuesta por breves reflexiones y una valoración final sobre las implicancias actuales del pensamiento de Adam Smith en el mundo del trabajo local.

Cuarta Revolución Industrial: ¿el verdadero fin del mundo del trabajo?
En 1995 Rifkin publicó el bestseller “The end of work” instalando en la agenda de varios países el debate en torno a ello. Más de veinte años después, el debate retomó fuerza debido a la aparición de una serie de tecnologías por demás disruptivas (Internet de las Cosas, Robótica, Inteligencia Artificial, Big Data, Algoritmos) propias de la 4RI aunque con una diferencia para nada sutil en torno a las tres revoluciones anteriores: podríamos sustituir totalmente la mano de obra humana a manos de las nuevas tecnologías.

¿Estamos preparados para perder al principal estructurador social de las sociedades modernas occidentales? ¿Psicofísicamente, podemos vivir sin trabajar? ¿Cómo nos ganaríamos la vida? ¿Qué rol jugaría el Estado en esa nueva realidad? ¿Cómo serían los intercambios entre las personas? Éstas e infinitas preguntas más se conjugan con nuevas naturalezas del trabajo que inclusive desconocemos a la fecha y de cara al corto plazo, por lo que considero adecuado retomar la división del trabajo de Adam Smith para esgrimir reflexiones que sumen al actual debate.

Dividir y aumentar
Según Adam Smith dividir el trabajo, especializando a los trabajadores, aumenta la productividad. Superamos la pobreza, generando riqueza proveniente del trabajo y no de la tierra. Esta ecuación logra una mayor cantidad de productos terminados y seguramente con una calidad superior derivada de la especialización de cada interviniente. En suma a esto Smith también esgrimió que cada persona en la búsqueda de un beneficio propio, genera mejores trabajos y por ende beneficia al colectivo social. Lejos de considerar el egoísmo en términos negativos, la insigne “mano invisible” permite a los agentes progresar en línea con las necesidades y expectativas que los consumidores demanden a cada momento bajo riesgo de no sobrevivir si la adaptabilidad y transformación no están en su orden del día. En resumen, lo que en una primera lectura podría representar una disminución -la división- en realidad termina generando aumentos considerables en lo que el autor promueve para las sociedades.

Ahora bien, ¿Un empleado al buscar lo mejor para sí, deja de lado lo mejor para la empresa? Va aquí una primera reflexión: estamos pensando al revés. El management habitualmente sostiene que el engagement proviene de personas que dejan todo por la empresa. Tienen que dejar todo por ellos mismos, por su progreso o en otras palabras por el propio interés que redundará en mejores rendimientos organizacionales.

En segundo lugar, reflexionar si la especialización en la actualidad no conlleva aumento de contrataciones. Menciona el autor que la división del trabajo requiere apertura de mercados. El escenario local impone la necesidad de controlar costos laborales incontrolables y sortear restricciones intervencionistas tales como leyes, impuestos y tributos de todo tipo. En tanto y en cuanto nuevos mercados permitan a la empresa mejorar sus rendimientos y ampliar el negocio, el costo de nuevos trabajadores que sumen especialización debería ser secundario. Dejará de serlo cuando, tal como dice Adam Smith, los mercados se cierren condenando a la pobreza a los actores intervinientes.

En esta misma línea vale también reflexionar cómo aplican estas ideas cuando un puesto de baja calificación es ocupado por muchas personas. Seguramente la productividad será alta por la repetición de horas hombre realizando un mismo proceso, más corresponde contemplar el costo laboral asumido que tendrá una alta incidencia en los rendimientos de una empresa condicionada por un Estado intervencionista.

En la actualidad surgen puestos de trabajo cuyas demandas no son cubiertas completamente. No tenemos aún educación formal para “growth hackers”, “profesionales de gaming” o “traffic managers”. Hasta ahora, sin problemas para Smith. El desafío será cómo generar interdependencias entre perfiles de trabajos tan expertos en una tarea, tan abocados a una especialidad, tan centrados en sí mismos como para igualar sus intereses a los de una organización. Hoy ya no importa tanto la repetición de una simple acción sino la generación de valor agregado que diferencia a la empresa. El presente ha catapultado a los clientes como los verdaderos líderes organizacionales y pareciera más que nunca adecuada la idea de trabajadores orientados a su propio interés para generar luego beneficios a los demás.

La división del trabajo de Adam Smith en términos de tareas únicas y repetitivas hoy se reconfigura en trabajos donde las competencias -conocimientos, habilidades y actitudes- se desarrollan desandando una escalera caracol donde se desconoce la próxima necesidad o deseo de los consumidores. Ya no alcanza con la experiencia, con la repetición. Hoy es primordial innovar y generar ventajas competitivas constantemente para sobrevivir. Vale para esto recordar las palabras de Gary Hamel “allí fuera, en algún garage, hay un emprendedor forjando una bala con el nombre de tu compañía”.

También Smith sugiere ahorros de tiempo por la división del trabajo. Cientos de años después de su obra, el tema sigue siendo vigente aunque en una dirección contraria. Por ejemplo Juliet Schor en su libro “Overworked American” establece que los estadounidenses trabajan cada vez más horas a pesar de los debates mencionados en la Introducción. También debido al desempleo mundial, surgen propuestas de jornadas reducidas para generar nuevos puestos de trabajo u horarios extendidos contrarios a los legalmente establecidos. En el plano local, apostamos al “Work Life Balance” cuya aplicabilidad y sustentos teóricos son por lo menos cuestionables.

Un olvido inexplicable: la vigencia de Adam Smith en el mundo del trabajo del siglo XXI
En uno de los artículos del Seminario leí que Adam Smith está presente en todos lados, en cualquier acción diaria de una persona. No podría estar más de acuerdo, ya que en la práctica diaria del área de recursos humanos su legado se encuentra por demás vigente. Los hombres son productos de su tiempo y Adam Smith no fue la excepción. Su Escocia de fines del siglo XVIII no se debatía el reemplazo absoluto del trabajo humano. Por eso pensar la 4RI en clave del economista resulta pertinente para obtener reflexiones singulares que sumen al acervo actual del debate.

A la luz de sus ideas, resulta imposible pensar sociedades sin su principal estructurador social: el trabajo es humano por definición y al mismo tiempo generador de riquezas. En tanto haya personas, habrá trabajo para buscar el progreso individual y en consecuencia la mejora colectiva.

La básica premisa del autor “una persona actúa no por su benevolencia sino por su propio interés” merece un fuerte replanteo de políticas de recursos humanos. Los sistemas compensatorios estipulan premios y castigos para aquellos que rindan de acuerdo a lo que la empresa requiere y no a lo que el trabajador considere su propio interés. Seguramente la segunda idea sería erróneamente condenada. Las evaluaciones de performance se basan en el juicio de comportamientos y resultados orientados superficialmente al beneficio de la empresa y no de sus componentes individuales, dando por sentado equivocadamente que pudieran ser intereses contrapuestos. Y si de intereses en conflicto se trata, los modelos de liderazgo merecen una reconsideración también. Lidera quien influye para alinear los objetivos organizacionales con los personales. A los ojos de Smith, lideraría quien genere las condiciones para que las personas desarrollen su propia individualidad y sinérgicamente se produzcan beneficios compartidos.

Volviendo al primer párrafo, la división del trabajo es visible en cualquier oficina administrativa y en cualquier planta de producción. Recorrer una manufactura permite ver el legado de Adam Smith, lo que ha cambiado es el contexto. A modo de cierre, considero por demás pertinente relacionar la Cuarta Revolución Industrial y sus alcances sustitutivos a dos ideas fundamentales del economista escocés:

·         El propio interés de una persona como fuente del progreso individual y colectivo.
·         La división y especialización del trabajo como generadores de riqueza.
 
 
 
 

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