Culpables por portación de sexo, placa o propiedad
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




 
Ana desaparecida
Hace muy pocos días, Ana Guadalupe Rodríguez, salió de su casa a buscar a su hijo al jardín de infantes, pero nunca llegó.  El padre de Ana (no el del hijo) fue a buscar al pequeño a la institución pues él “tenía autorización para retirarlo”.
Su hermana responsabilizó directamente a la ex pareja de Ana por la desaparición, este había sido denunciado por violencia de género en forma reiterada y habría amenazado con una trincheta a su ex un par de días antes, llamativamente la policía no lo detuvo.
Apenas realizada la denuncia por la desaparición, los medios fueron a la caza y captura del ex, a quien sindicaron como el principal sospechoso, de quien remarcaron que tiene una orden de restricción de acercamiento.  El “acusado” se prestó al diálogo y comentó que su ex lo contactaba constantemente y que ella también tiene una orden de restricción de acercamiento para con él.
Con el paso de los días, Ana apareció en una guardia médica en un pueblo de La Rioja y le dijo al facultativo que había sido maniatada y secuestrada y que luego escapó; el médico confirmó que no presentaba lesiones de haber sufrido violencia.  Los medios comenzaron a hablar de trata de blancas.
Finalmente, la mujer confesó que se había ido por sus propios medios; de lo que se desprende la inocencia de su ex pareja y que la madre abandonó a su hijo.  ¿Por qué los medios no continuaron con esta historia de abandono?
 
Pitbull
Una mujer fue acusada de lesiones graves culposas, luego de que un ladrón que ingresó a su domicilio, perdiese una pierna como consecuencia del ataque que sufrió por parte de los perros de la morada.  El hecho tomó conocimiento público al momento de que la jueza ordenase el sacrificio de los canes y que se produjese un pedido masivo de los ciudadanos para evitar esta matanza, petición coronada con el éxito.
Del mismo modo en el que un jurado popular declaró inocente al médico que mató al delincuente que lo asaltaba, o el clamor generalizado se hizo oír en defensa del accionar de Chocobar, nuevamente la ciudadanía mostró una mayor coherencia que la justicia garantista y priorizó la defensa de los derechos de la víctima sobre los del malhechor.
 
El gordo Otto
Se produce un enfrentamiento con disparos en la Galería Norte y el Gordo Otto se encuentra involucrado en el mismo, luego corre a la cochera, se sube a un vehículo y emprende una rápida carrera desoyendo la voz de alto de la policía.  Los uniformados disparan alegando que corrían riesgo de vida y el Gordo Otto fallece en el episodio.
El test de pólvora da positivo en la mano izquierda del abatido (¿habrá sido zurdo o era su mano libre al conducir?), aunque no se encontró ningún arma en el lugar del hecho.
 
El bebé cómplice de robo
Una pareja de delincuentes asaltó en su domicilio a dos jubiladas, las que además fueron golpeadas por los malvivientes.  Tanto el episodio del robo como el de la violencia física contra las mujeres mayores, fue presenciado por una criatura, quizás una forma que encontraron los delincuentes de ir educándola desde pequeña.
 
Entonces
Cuatro eventos muy distintos pero que quizás muestren algunos puntos en común.
Primero, lo simple y habitual que resulta ser un delincuente; y consecuentemente, el grado de inimputabilidad y de igualitarismo en la consideración de la justicia y de los medios de comunicación entre el malhechor y el ciudadano de a pie.
Luego, la ligereza con la que emiten juicio los medios (amparados en el uso de los potenciales “sería”, “habría”) contra las “personas normales” y el posicionamiento arbitrario, políticamente correcto, rentable e ideológico a favor del “excluido social” (víctima de esta sociedad), sea este un contrabandista, un ladrón, un motochorro, una mujer, un travesti o cualquier otro “marginado del sistema capitalista, heteropatriarcal y de poca sensibilidad”.
Un ex marido, la dueña de casa y sus perros, y un policía, son sospechados de “actuar mal” frente a una madre que abandona su hijo, un ladrón y el presunto líder de la Galería Norte.  Este relativismo moral en el que, como dice Cambalache, “los inmorales nos han igualado”, nos somete a la tiranía de la inmunidad de la violencia y de la prerrogativa de sexo.  El que defiende su propiedad, el policía, el hombre, por su posición de “dominio” se transforman en sospechosos.
Por último, la perlita del bebé “cómplice de robo”.  Los niños que roban guiados por sus padres, los que trabajan explotados por estos (sea en una esquina o en la televisión), o los que son paridos con el sólo fin de cobrar un subsidio. Todos ellos son las pobres víctimas de padres que no los merecen, que los cosifican y esclavizan, amparados por los políticos que los “compran”, por los periodistas políticamente correctos que los justifican y por los ideólogos amantes del igualitarismo y la “justicia social”, verdaderos y perversos enemigos del ser humano, de su autoestima y de los auténticos derechos humanos.
Es tiempo de que digamos ¡basta!, y de que la vida, la libertad y la propiedad privada de quien es atacado sean defendidos en forma eficiente.  El agresor no es la víctima, primero los ciudadanos de bien.
 

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