Mitos de la política industrial
Ian Vásquez
Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, Washington D.C. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




Nunca faltan las voces que elogian al favoritismo estatal con el fin de dizque promover la competitividad de la economía nacional. Cuando el ministro de Justicia, Vicente Zeballos, se pronunció la semana pasada a favor del Estado empresario y el apoyo oficial a sectores estratégicos, expresaba un punto de vista que, para muchos empresarios, empleados públicos y académicos, nunca murió a pesar de la experiencia mundial.
Está bien que el presidente Martín Vizcarra se niegue a apoyar a su ministro, pero no olvidemos que su propio gobierno ha empujado un plan nacional de diversificación productiva –y no fue el primero en hacerlo–. La política industrial, en cualquiera de sus variantes, sigue atrayendo a entusiastas.
Por eso cae bien la publicación de un nuevo libro de uno de los economistas más destacados en el área de comercio y desarrollo. El profesor Arvind Panagariya de Columbia University escribió “Comercio libre y prosperidad” (Free Trade and Prosperity) para contrarrestar historias revisionistas de casos exitosos de apertura en el mundo en desarrollo.
La evidencia internacional, dice el profesor, muestra que el libre comercio –y no el proteccionismo selectivo, la política industrial o el intervencionismo estatal– ha sido una de las políticas claves detrás del crecimiento y la reducción de la pobreza en los países en desarrollo. Según Panagariya, quienes atribuyen el éxito de Corea del Sur Taiwán, por ejemplo, a algún grado de activismo estatal comercial están equivocados. Ahora que está resurgiendo el proteccionismo en países alrededor del mundo, su mensaje es importante.
No es verdad, como dicen los economistas Dani Rodrik y Ha-Joon Chang, que los países en desarrollo crecieron más en los años en que aplicaron políticas de industrialización a través del proteccionismo y el activismo estatal que después de estas políticas. El mundo en desarrollo creció de manera más rápida en las décadas que siguieron a 1990, cuando optó por la apertura. Es más, incluso antes de 1973, los países más abiertos crecieron más que los demás.
También se suele oír decir, incluso entre quienes profesan favorecer el comercio libre, que el éxito de los tigres asiáticos se debió no solo a la apertura, sino también a políticas que apoyaron a ciertas industrias. El Estado Surcoreano, por ejemplo, promovió sectores que consideró estratégicos como el acero y la construcción naval de 1974 a 1982 y tuvo un alto crecimiento anual de 6,9% en promedio. Pero en la década anterior, cuando Corea del Sur tenía una economía abierta sin tal política industrial, su crecimiento anual era más alto (9,1%). De todas maneras, el país se vio obligado a abandonar esas políticas industriales para principios de los ochenta y volvió a crecer de manera más rápida.
Panagariya destruye otro argumento que se ha hecho a favor de la política industrial surcoreana: las exportaciones (y, por lo tanto, la apertura) no pueden explicar el crecimiento económico de Corea, dado que el país empezó a crecer antes de que crecieran sus exportaciones. Cierto, pero la exportación de bienes manufacturados empezó a crecer inmediatamente con la apertura y de manera fenomenal –87,9% por año– y eso estimuló el crecimiento económico. Esas cifras se pierden dentro de las exportaciones totales y el mal desempeño de las exportaciones de productos primarios contribuyó, además, a la impresión de que el comercio no produjo el crecimiento coreano.
El profesor Panagariya muestra cuidadosamente cómo todos los argumentos más importantes a favor de la política industrial y el proteccionismo –la necesidad de diversificar la economía, cuidar a industrias emergentes, crear externalidades positivas en el resto de la economía, etc.– son falaces. Es buen momento para leer este primer libro que presenta el caso a favor del libre comercio enfocado en los países en desarrollo.


Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 11 de junio de 2019 y Cato Institute.
 

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