Acuerdos paritarios 2019: ¿Complicados?
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.



El primer semestre 2019 nos dejó una serie de acuerdos paritarios en materia laboral que desafían a los más eximios liquidadores de sueldos. Por ejemplo UOM acordó un aumento del 15% a partir del 1º de abril, 8% a partir del 1º de julio, 5% a partir del 1º de octubre y una gratificación no remunerativa de $ 12.000.- pagadera en 6 cuotas; Comercio acordó un 5% de aumento bimestral hasta abril 2020 con una cláusula de actualización automática de acuerdo a la suba de precios; y Construcción ajustes trimestrales de acuerdo a la inflación y un reconocimiento del 10% sobre la pérdida de poder adquisitivo de 2018.
 
Son sólo tres ejemplos de una larga lista de acuerdos paritarios donde no hay patrón de ajuste ni porcentajes que respondan a una lógica determinada. Cada gremio con su cámara pareciera negociar la máxima expresión posible en la sola búsqueda de mejorar el poder adquisitivo de sus representados. Sin embargo y a los fines de la presente columna, vale preguntarse lo siguiente ¿cuál es la incidencia final del costo laboral de un empleado de UOM, Comercio y Construcción? ¿Pueden empresas de esos rubros planificar adecuadamente sus proyectos de negocio toda vez que el costo laboral dependerá de otras variables de la economía? En términos de cadena de valor, ¿cómo manejarán los precios empresas que interactúan entre sí pero que sus ajustes salariales son en distintos momentos? ¿Los trabajadores de cada encuadre, entienden los aumentos que le fueron otorgados?
 
Año tras año los acuerdos salariales se tornan más complejos. La dificultad para encontrar espacios de consenso y expectativas mutuas, ahora se trasladó al campo enunciativo de los puntos en común: sólo los más eximios liquidadores pueden entenderlos. Y en pos de contextualizar el impacto de estas subas, tanto desgaste termina en un punto angustiante: el salario real termina siendo erosionado por efectos de la inflación y la suba de precios.
 
Acuerdos tan complicados, podría entenderse son respuesta a realidades complicadas. La realidad es que no creo así lo sean. Son acuerdos simples que intentan dar respuesta a la caída del salario real, más no responden a la verdadera complejidad que actualmente enfrentan las estructuras laborales argentinas. Desde hace una década las partes se sientan a negociar anualmente las reconsideraciones de cada categoría laboral de su encuadre, dejando de lado todos y cada uno de los artículos del convenio colectivo de trabajo que tratan aspectos cualitativos de la relación laboral. En la errónea idea que no tienen impacto sobre la compensación integral del trabajador, el siglo XXI avanza y seguimos con encuadres regulatorios que cuentan con más de cincuenta años en el mejor de los casos.
 
Repasar la historia sindical bien sirve para esta reflexión. En épocas de anarquistas y socialistas las reformas que promovían, independientemente de sus ideologías, buscaban mejorar las condiciones de trabajo. En tiempos fundacionales de La Fraternidad o la Sociedad Tipográfica Bonaerense, sus negociaciones paritarias modelaron estructuras laborales acordes a las necesidades productivas de esos días. Si bien esto puede parecer lejano y poco aplicable, la actualidad indica que hace tiempo ya dejamos de preocuparnos por negociar en paritarias condiciones cualitativas de trabajo.
 
Volviendo a nuestros días, los acuerdos paritarios del primer semestre 2019 siguen evidenciando la unívoca preocupación de los gremios por recuperar poder adquisitivo de sus representados y al mismo tiempo, una despreocupación total por debatir sobre el futuro del trabajo y los nuevos paradigmas productivos que ya no tienen como referentes a Taylor y Toyota.
 
Entiendo esto sucede por la falta de libertad al momento de abordar negociaciones paritarias. En primer lugar, es verdaderamente complejo (no complicado) tener que negociar aumentos salariales para sectores enteros cuando las estructuras de costos y gastos son distintas en cada empresa. Los impactos de cada acuerdo, complicados de por sí, inciden distinto en cada organización generando diversos comportamientos: empresas líderes pueden ver erosionada su rentabilidad mientras que otras más pequeñas pueden no tener más alternativa que desvincular empleados.  
 
En segundo lugar, la asunción de altos porcentajes de ajustes no puede ser trasladada directamente a los precios en cada industria. Lleva un proceso y depende de la sensibilidad al precio que demuestre la demanda. Por ende, puede haber casos que el pago de ajustes salariales termine siendo absorbido en gran parte por la estructura de costos. Todo este párrafo, pone a la empresa en una situación donde la libertad de acción no es lo destacado.
 
En tercer lugar, tanta atención y foco en el salario deja sin espacio a la consideración de nuevas prácticas o reconfiguraciones laborales que evolucione la materia y mejoren una desgastada productividad nacional.
 
En resumen los acuerdos paritarios de este semestre no son complicados, sino simples: sólo buscan aumentar sueldos para recuperar poder adquisitivo. Lo verdaderamente complicado es cómo Argentina se inserta en un mercado laboral mundial donde los paradigmas tradicionales y las premisas básicas que rigen el trabajo por estas tierras ya no son válidas. Ojalá pronto veamos acuerdos entre sindicatos y cámaras que apuesten a evolucionar (ya no mejorar) condiciones de trabajo. Lamentablemente, creo ese anhelo no será viable en un esquema donde la libertad no es la regla. 
 

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