Sindicalismo, enemigo del progreso
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Uno de
los rasgos patentes del sindicalismo argentino es el populismo, pero rechaza la
revolución tal como es entendida por anarquistas, socialistas o comunistas,
aunque , muchas veces, como amenaza, esgrime posturas que recuerdan tácticas de
esas corrientes de pensamiento. El populismo del sindicalismo en Argentina, se
encuentra más cerca del corporativismo.No tienen “conciencia de clase” sino “
conciencia estatista”.
El presidente
Mauricio Macrí catalogó como prepotentes a varios sindicalistas como Moyano, Palazzo,
y Biró, entre otros. Dio un ejemplo de lo que cuesta mantener una empresa del
Estado: “Hoy Aerolíneas le sigue costando más de 2000 millones de pesos por mes
a los argentinos que no vuelan”, refiriéndose a los conflictos gremiales y los
métodos muchas veces violentos a los que recurren, como sucedió en un episodio
en Virreyes, donde hubo trompadas, tiros y muertes.
Los
líderes sindicales argentinos, tendrían que preocuparse por mejorar la calidad
de vida de sus afiliados. En el siglo XXI es increíble que no se den cuenta que
el sistema capitalista es el que permite prosperar y mejorar las condiciones
laborales de los trabajadores. Los instrumentos tradicionales del poder sindical, la negociación colectiva y el paro han perdido
la fuerza porque empeoran la industria y aumentan el desempleo. Ante los malos
resultados no encuentran otra solución que culpar solo al Gobierno, de la crisis y el desempleo,
ocultando siempre, la responsabilidad sindical.
Promueven
leyes que protegen a las industrias evitando la competencia extranjera, defienden
leyes de contenido nacionalista y los impuestos a la importación, oponiéndose a
cualquier esfuerzo del Gobierno a reducir barreras comerciales que obstruyen la
llegada de importaciones. Se valen de piquetes para apoyar legislaciones o
medidas que evitan el cierre de plantas, y subsidien empresas en problemas,
fuertemente sindicalizadas.
Tienen
un discurso lacrimógeno: catalogan a los empresarios como explotadores de los
discriminados trabajadores a quienes los sindicatos defienden y representan
valientemente para inclinar a su favor a la opinión pública. Es una estrategia
probada y que siempre da resultados, es así como miles de personas creen que
los sindicatos y legisladores laborales mejoraron las condiciones de vida y
salarios mediante huelgas, amenazas de huelgas o restricciones legislativas. Es
sorprendente que se nieguen a creer que
el progreso de los trabajadores se debe al incremento enorme de la
productividad, gracias al aumento de la inversión de capital por
trabajador que permitió la introducción
de tecnología, herramientas y equipos.
Es
indudable que donde los sindicatos hicieron declinar la producción, por
cualquier razón, se mantuvieron las tasas salariales y las condiciones de
trabajo por debajo de de lo que habría ocurrido de otro modo. Hay muchos
ejemplos que muestran el deterioro de las condiciones económicas en países con
sindicatos poderosos.
Aquí
se exige más salario a la vez que se reduce la aportación de trabajo. En los
países capitalistas se eleva la productividad de la mano de obra aumentando de
este modo los salarios y mejora de la calidad de vida de los trabajadores.
Los
incrementos salariales debieran pactarse a cambio de mayor productividad, apelando a la negociación particularizada por
empresa.
Todas
las normas que incrementan los costos laborales con alcance general,
sobrellevan un efecto inflacionario, por lo cual el Congreso no debe dictar
normas otorgando tantos beneficios sociales de dudosa efectividad.
Las
deficiencias del sistema laboral junto a normas obstructivas de la producción
hacen que caiga el poder adquisitivo de los salarios .No es posible ningún plan
antiinflacionario exitoso sino se modifican las estructuras jurídicas
socioeconómicas entre las cuales se encuentra el sistema laboral.
La
apertura económica que se ha refleja en el tratado con la Unión Europea, la
integración de nuestro país en el marco regional y mundial, nos obliga a que
nuestro sistema laboral responda con flexibilidad a los requerimientos de la
competencia. La rigidez que lo caracteriza
impide que nuestras empresas compitan con los países vecinos y con otros, donde sea necesario llegar al mercado mundial.
La
reforma laboral debe ser integral respondiendo
a cada uno de los problemas que suscita, aportando de este modo, a un
real beneficio de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto. Para ello
se debiera terminar con la errónea idea de que el Estado debe tener una
importante papel en la economía en vez de limitarse a una presencia simplemente
moderadora. Argentina ha sido un país orientado durante gran parte del siglo XX
y aún en la actualidad con una política
hacia adentro, no pudo ser beneficiada por las ganancias derivadas del
comercio.
Corea
del Sur, Taiwan, Singapur, han disfrutado de elevadas tasas de crecimiento
económico por haber adoptado políticas orientadas hacia afuera. O sea, el nivel
de vida de un país depende de su capacidad para producir bienes y servicios por
lo cual un gobierno debe dedicarse a aumentar la capacidad productiva del país,
fomentando la rápida acumulación de factores de producción y garantizando se
empleen lo más eficazmente posible. El Estado debe ayudar a la mano invisible manteniendo al menos, los
derechos de propiedad y la estabilidad política.
Los líderes
sindicales no ayudan en Argentina. Los acontecimientos de días atrás en
Virreyes, muestran la calidad de la clase dirigente. Tiros, pelea, muertes en
busca de afiliados, en vez de preocuparse por los trabajadores, negociar con
los empresarios condiciones favorables de salarios y pensar en que se formen en el trabajo y se capaciten
para mejorar.
Los
sindicatos y el sector empresarial deben dejar de desarrollarse a costa del
Estado y del sector privado, que no se encuentra en condiciones de proveer los
recursos para su funcionamiento.
En la
situación actual se requiere voluntad y coraje para tomar decisiones difíciles.
La reforma laboral es necesaria ya que se necesita encarar la industrialización
del país sobre bases competitivas. Un sistema de elevada protección aduanera y
un sistema laboral que asuste al inversor no permiten la adaptación a la
eficiencia ni la competencia llevando a un grave peligro, la autarquía
industrial.
Perder
el empleo es uno de los acontecimientos más angustiantes en la vida de una
persona, produce ansiedad sobre el futuro y se pierde la confianza en uno
mismo. Los sindicatos con su política de pretender subir los salarios por
encima del nivel vigente en los mercados competitivos reducen la demanda de
trabajo, hacen que aumente el desempleo entre otros males. El próximo Gobierno
necesitará de una actitud comprometida tanto de ellos como de las fuerzas políticas
y empresarias para lograr algunos
objetivos concretos, como bajar la inflación
y otros males que no permiten despegar. Todos tendrán que ayudar a que
se respeten valores fundamentales que evitan la violencia como método para
resolver los conflictos políticos y conspiraciones contra el Gobierno.
Argentina
necesita de un sistema democrático estable, caracterizado por un consenso
general acerca de la importancia de
comportamientos y actitudes políticas que respeten las reglas de juego basados
en la moderación, la tolerancia, la negociación y el diálogo político, como así
también la búsqueda de consenso en metas fundamentales para mejorar la política
y la economía.
Últimos 5 Artículos del Autor
16/05 |
Reason Weekend 2024
10/07 |
Freedom Fest - Las Vegas
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!