El fracaso político del gradualismo económico
Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad
Libre. Profesor titular de Economía Política I en UCES) y de Economía en Cámara Argentina de Comercio. Autor
de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina
2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber
International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la
mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos
reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para
desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada
Británica y la Fundación Antorchas,1999). Miembro del Instituto de Política Económica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del
Salvador, Buenos Aires), Magister en Política Económica Internacional
(Universidad de Belgrano), MBA (U. Isabel I, España), habiendo realizado un Posgrado en Psicología
Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa
"Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation
(Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).
Contacto: mcjsimonetta@gmail.com / Twitter: @martinsimonetta
Mauricio Macri será recordado como el líder que
derrotó a Cristina Fernández, tras doce años de gobierno populista autoritario.
Pero también, como el presidente que resucitó a un populismo, que parecía
agonizante. La derrota de 15 puntos vivida por el macrismo en las recientes
elecciones primarias ante el kirchnerismo ampliado, renovado, remozado, de
aspecto más civilizado (47 por ciento a 32) es el inicio de una nueva etapa de
la historia argentina.
A lo largo de su primer mandato, Macri no logró
desarmar la pesada estructura dejada por el legado populista: un Estado
gigante, sobre empleo público, déficit fiscal, y una peligrosa presión
impositiva, que hicieron fracasar su economía.
No es fácil desarmar los legados del populismo, pero
menos sin determinación y sin consciencia de las consecuencias económicas y
sociales de no hacerlo. El presidente Macri pidió –a pocos días de asumir- que
se lo juzgue por: 1) su capacidad de reducir los niveles de pobreza y 2) ganarle
la batalla a la inflación. A casi cuatro años de mandato, la pobreza alcanzaría
al 35 por ciento de la población, la inflación de los últimos doce meses es
superior al 55 por ciento anual, uno de cada dos niños es pobre. Además, en las
últimas horas tras los resultados electorales, el riesgo país se acercó a los
1500 puntos básicos y el peso argentino perdió valor respecto de las monedas
extranjeras, necesitándose alrededor de 30 por ciento más de la moneda local
para comprar un dólar.
El gobierno se negó a aplicar una política de “shock”
y fue un firme defensor del “gradualismo”. A pesar de haber experimentado un
positivo resultado electoral en 2017, en 2018 enfrentó la primer gran crisis
cuya característica central fue una fuerte devaluación de la moneda, que a lo
largo del año perdió la mitad de su valor. Ante el cierre de los mercados
financieros, el gobierno de Macri debió recurrir al Fondo Monetario
Internacional como prestamista de última instancia. A pesar del apoyo del FMI,
la economía argentina no logró comenzar a despegar con firmeza, más allá
mantener un “dólar pisado” en el período pre-electoral, es decir
artificialmente barato, con efectos positivos sobre el nivel de precios.
Las elecciones PASO del 11 de agosto quedarán para la
historia por los sorprendentes resultados en contra del oficialismo macrista,
totalmente alejados de las estimaciones de casi todas las encuestas de opinión.
La sociedad parece no recordar el legado de los
Kirchner, o prefiere “lo malo sobre lo peor”, en su visión. Una de las
debilidades del gobierno de Macri ha sido sin duda la comunicación, que
permitió a los opositores aprovechar al máximo el descontento popular y el
malestar material para resucitar políticamente. En este marco, el Kirchnerismo
populista -o peronismo renovado- retorna como héroe ante un gobierno que subestimó
la economía, que no logró alcanzar sus metas y terminaría su mandato siendo un
mal recuerdo en la historia de los argentinos, especialmente en los sectores más
bajos. Si bien no está todo dicho, los desafíos parecen abismales para revertir
la situación.
La lección parece clara: no es posible cambiar sin
cambiar. Y sin cambios profundos, rápidos y con determinación no parece factible
escapar de las tentadoras garras del populismo 'cool' que también lleva al
colapso las cuentas públicas, acerca nuevamente al kirchnerismo al poder y evapora
los sueños de cambio de una porción de los argentinos.
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