¿Quiénes crecen más: empresas chicas o grandes?

Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.
Ya sabemos que los cambios se han
acelerado en las últimas décadas. En términos de alcance e intensidad, toda vez
que una nueva tecnología gana el escenario los impactos son inmediatos
independientemente de las latitudes y los negocios en particular. Entiendo que
la idea de constante cambio progresivamente se internaliza, aunque gran parte
siga pensando que ese momento de adaptación sólo le sucede a terceros.
En esa línea de entendimientos, las
últimas décadas también marcaron a nivel mundial la idea que las empresas
chicas y los startups son quienes crecen exponencialmente en detrimento de las
tradicionales empresas grandes (vale aclarar que por tradicionales pienso a
empresa de grandes dotaciones, variadas locaciones, operaciones destacadas y
facturaciones millonarias sostenidas en el tiempo). Algunos hitos mundialmente
conocidos fueron la venta de Whatsapp en 16.000 millones de dólares o la compra
de Nokia por parte de Microsoft en 7.200 millones de dólares. Y en el caso
argentino, me limito a compartir un titular del diario El Cronista “Mercado
Libre vale más que las siete empresas que le siguen juntas” (tiene una
capitalización de mercado superior a los 20.000 millones de dólares).
Sin embargo el disparador de esta
columna es un artículo de Harvard Business Review, donde cuatro académicos
destacan que la brecha entre las empresas grandes y las chicas está
expandiéndose en favor de las primeras. Según los autores Govindarajan, Lev,
Srivastava y Enache, no hay evidencia que las empresas grandes no estén innovando
y que pronto sean “destronadas” por startups. Que las inversiones y
oportunidades de crecimiento en pequeñas empresas están mermando mientras que
las grandes invierten en activos intangibles que las posicionan sólidamente de
cara al futuro.
Este artículo obliga a una
reconsideración de ciertos paradigmas que se han intentado instalar en los
últimos años. No pretendo con esto desalentar el emprendedorismo ni quitar
brillo a esos visionarios que de la nada han construido grandes empresas. Sólo
llamo a la reflexión sobre los peligros de generalizar premisas, cuando por
ejemplo en este caso, todo parece limitarse a las empresas de innovación
tecnológica o de comercio digital.
Ahora bien, ¿por qué las empresas
grandes crecen más que las chicas, aminorando la intensidad de crecimiento de
las chicas? En primer lugar, porque las que “pensamos chicas” dejaron de serlo
hace tiempo. Queda un resabio de asociación de empresa chica a los unicornios
locales y globales que con poca dotación de personal y pocos recursos se
convirtieron en multimillonarias. Ya no lo son: pasaron a la liga de las
grandes. Y entre las tradicionalmente grandes y las que dejaron de ser chicas,
se ha creado un nuevo escenario empresario que se distingue por la
diferenciación. Si algo destaco de todas ellas, es que se convirtieron en
grandes por sus libertades de expresión y no por ayudas proteccionistas. Son
grandes porque en uso de su libertad, alcanzaron y desafían constantemente su
máxima expresión para seguir compitiendo en mercados altamente competitivos
donde los clientes tienen la plena libertad de elegirlos y dejarlos de elegir.
El artículo de HBR realiza un
análisis global, por tanto quiero compartir en esta columna mis reflexiones
locales. Necesitamos un mercado libre, de plena interacción entre las partes y
ajena a intervenciones desequilibrantes. Esas empresas grandes crecieron en ese
tipo de mercado, por eso en Argentina debiéramos apostar a replicar esa
experiencia. Debemos al mismo tiempo alentar a que las empresas aquí apuesten
obstinadamente a sus máximas expresiones de productividad, calidad y
rentabilidades. En tanto y en cuanto tengamos regulaciones obsoletas, barreras
de ingreso y egreso inentendibles y costos estatales de altas incidencias,
nunca seremos los mejores ni los más grandes.
Pensé mucho en las empresas grandes
argentinas. En aquellas que lideran sus propias industrias; creo estos tiempos
les asignan una especial importancia: desarrollar sus cadenas de valor para que
las empresas chicas con las que interactúan (ya sean proveedores o clientes)
también busquen su máxima expresión y desarrollen sus negocios para que en
consecuencia, las empresas grandes logren ser más grandes aún.
Al momento de reflexionar el
artículo de Harvard Business Review, noté que la libertad signó el camino de
las grandes empresas: para surgir, para tomar decisiones internas y para ganar
participación de negocio en mercados definitivamente libres. De igual manera,
fueron igualmente libres las 500 empresas que tomando malas decisiones desaparecieron
del ranking de Forbes de 2016 a 2017.
A modo de cierre, el artículo de
HBR y la escritura de la columna me llevan a pensar que el crecimiento y el
progreso no guardan relación con el tamaño de la empresa, sino con su plena
libertad de entender el nuevo siglo, la capacidad de adaptación, la infaltable
orientación al cliente y dos drivers que ya resultan irrenunciables: contar con
los mejores recursos humanos y la continua búsqueda de la máxima expresión.
Nada muy distinto al propio interés del panadero que nos ofrece el mejor pan.
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