El neoliberalismo. Otra vez

César Yegres Guarache
Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo
de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de
Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento
(1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve
Si las secuelas de aquella obra de teatro no
fuesen tan trágicas y destructivas de la calidad de vida de millones de
personas, quizás fuese hasta divertido. Es un desfile de personajes al ritmo de
la música, que cantan sin cesar en un coro repetitivo, como cuando Mary Poppins
puso a flotar fuera de sus rieles a las figuras del carrusel del parque. Estos
personajes dirigen su mensaje a las grandes masas de población, a los pobres, a
los desposeídos, a los vulnerables, a los “descamisados”, a las “clases
populares”. La pobreza, la mala nutrición, la contaminación ambiental, el
calentamiento global, el racismo, la desigualdad de ingresos…tienen un culpable
común: el neoliberalismo.
En la obra, opera un gobierno que tiene
como oposición a semejante carrusel. A los ojos y oídos del público, aquella
letra tan simple y pegajosa tiene mucha acogida, no faltaba más. Y no pasará
mucho tiempo para que esos figurines asuman el poder, en nombre del pueblo. Una
vez allí, arrancan de raíz toda la institucionalidad vigente. Porque así es la
única forma de que “gobierne el pueblo”.
Subsidian la energía; estatizan y protegen a industrias y sectores “por
razones estratégicas”; aumentan el empleo en el sector público, con múltiples
beneficios para el trabajador; controlan todos los precios en la economía,
desde los de la crema dental, el café y las aspirinas, hasta el tipo de cambio,
los salarios y las tasas de interés; limitan las exportaciones.
En ocasiones, la gente percibe una mejoría
en su cotidianidad. Pero es efímera e, inevitablemente, el modelo colapsa, y
arrastra en su caída libre al empresariado, a la infraestructura de las
ciudades, a la economía, a la gente. Los figurines pierden el poder, no sin
resistencia, y alegan que los grandes grupos nacionales y extranjeros, con sus
intereses, no los dejaron gobernar ni desmontar el “aparataje neoliberal”. El
caos que legan es de tal magnitud que obliga a un nuevo gobernante a tener que
corregir los entuertos lo antes posible, porque de lo contrario, se lo llevarán
por delante.
Y allí estarán nuestros personajes
musicales, prestos a asumir el poder de nuevo. El desfile continuará, a veces con
nuevos personajes, o con los mismos pero con diferentes trajes y maquillajes. Pero
hay algo que no cambiará. El neoliberalismo será siempre tema del estribillo,
el sospechoso habitual, el culpable de todas las calamidades.
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