Lo racional y lo irracional
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.






Los pensamientos y sus consecuencias (las acciones) pueden ser racionales o irracionales.
Queda por determinar, entonces, que es un pensamiento y acción racional y como distinguirlo de otro irracional.

En el "Glosario de conceptos filosóficos" leemos:
 
RACIONAL (lat. rationalis): Lo que se refiere a la razón o lo que la constituye.
 
RAZÓN (lat. ratio): Facultad distintiva del hombre (animal racional) que le permite llegar a la esencia o verdad de las cosas a partir de la intelección y por medios discursivos. Dícese también razón a la prueba o demostración de algo.
 
De donde debemos indagar sobre los conceptos de esencia y verdad. Y así, de acuerdo al mismo Glosario:
 
ESENCIA (lat. essentia): Lo que una cosa es. Responde a la pregunta ¿qué es? En la teoría lógica de los PREDICABLES (vid.) o formas de atribución de los conceptos, se distingue entre la esencia común con otras especies (género) y la parte privativa de la especie en cuestión (diferencia específica). La esencia se distingue de la EXISTENCIA (vid.), que responde a la pregunta ¿es? o ¿existe?
 
VERDAD (lat. veritas): En su sentido primario, condición del juicio (o de la proposición) por la cual expresa lo que realmente es (adecuación del pensamiento con la cosa). En sentido ontológico, se dice que la verdad es un TRASCENDENTAL (vid.) puesto que cuanto tiene ser es verdadero al ser manifestable a un entendimiento que rectamente lo conozca (eminentemente al de Dios). Es, en definitiva, la cognoscibilidad de todo cuanto es. A la verdad en el primer sentido se opone el error; a la ontológica, la nada.
 
Ahora bien, cabe preguntarse ¿Qué hombre -si es que ha existido o existe alguno- ha llegado "a la esencia o verdad de las cosas”? A ciencia cierta, no lo sabemos. Si sabemos que, algunos, no todos, buscamos la esencia y verdad de las cosas, pero no podemos afirmar rotundamente que hemos "llegado" a ellas. Por lo tanto, procedemos racionalmente cuando buscamos la esencia o verdad de las cosas, pero lo hacemos irracionalmente cuando no actuamos así.
Entonces, entendemos la racionalidad como un proceso tendiente hacia un fin, pero donde la definición dice que "le permite llegar a la esencia o verdad de las cosas" reemplazaríamos la palabra llegar a, por indagar o buscar.
Quizás, en un sentido popperiano, podemos conceder que lograríamos efectivamente llegar "a la esencia o verdad de las cosas" de manera provisoria o temporal, y que ese proceso racional -en realidad- constituye uno de conjeturas y refutaciones, al mejor estilo de Popper. Ese conocimiento de la esencia y verdad de las cosas no sería definitivo, porque carecemos de omnisciencia dada nuestra condición humana y su inherente imperfección. Entonces -en este caso- habrá que decir que conocemos algo de la esencia y verdad de una cosa, o todo, pero imperfectamente.
Pero aquí surge otra dificultad: para poder decir que conozco algo de una cosa debo conocer de ella (previamente) su extensión. Por ejemplo, si la carrera de Derecho estuviera compuesta por -supongamos- un numero de 30 materias tiene sentido decir que conozco algo de ella cuando llevo aprobadas sólo 3 o 4 materias de la misma siendo (al mismo tiempo) consciente que la carrera completa se compone de 30 materias. Pero si yo no supiera que la carrera completa consta de 30 materias puedo suponer perfectamente que esas 3 o 4 materias son toda la carrera, y en este último caso puedo decir que conozco todo el Derecho, lo que objetivamente no es cierto, sino que sólo lo es subjetivamente.
La realidad consiste en que los humanos no podemos saber de antemano que es todo lo cognoscible que aún no conocemos. No obstante, si sabemos que desde el comienzo de los tiempos la humanidad ha venido haciendo descubrimientos continuos y asombrosos sobre cosas de las cuales creíamos ya saber absolutamente todo.
Pero, como expresábamos antes, la razón -tal bien dice la definición arriba transcripta- es una facultad que la persona posee, y como facultad es discrecional para el individuo usarla o no, dado que, como ser dotado de libre albedrio bien podría decidir (y lamentablemente no son pocos los casos donde ello se observa) no ejercer dicha facultad, o sea, abandonar en forma deliberada el uso de la razón. El ser humano no es un autómata, no fue creado de este último modo, posee el libre albedrío necesario que le permite elegir, optar por diversas alternativas y, en el mismo sentido, ese libre albedrio también lo habilita para ejercer y desplegar desarrollando sus facultades intelectivas o bien, en dirección contraria, hacer un completo abandono de estas. Es su opción y su elección la acción o la inacción.
Esto -que a alguno le parecería difícil o imposible- se observa, sin embargo, a diario en el mundo cotidiano, y es notable en campos como en la política donde muchos votantes se abandonan al discurso improvisado (o no) de políticos astutos o ladinos que pretenden "conocer" y poder "decidir" por el votante que es lo mejor para el ciudadano. Y, como decimos, no son pocos los electores que se dejan seducir por el "canto de sirenas" de la clase política y renunciar a su propia capacidad racional para someterse a la de sus dirigentes partidarios, sindicales, etc.
Pero la razón, como cualquier otra facultad humana en germen, debe aprender a usarse, y es aquí donde entra a jugar la educación que recibe el niño primero, el adolescente después y finalmente el hombre a lo largo de toda su vida, ya que la educación es un proceso continuo -según creemos- que no se agota en la escuela y la universidad, sino que continúa luego de finalizada la cursada y se extiende en el campo laboral y el resto de las actividades sociales que cumple la persona en su devenir humano. Si uno no aprende a razonar por sí mismo habrá otros que razonarán por uno. La peor situación es cuando deliberadamente se renuncia a la facultad de razonar, y todavía peor cuando no les interesa aprender a razonar. No obstante, ese abanico de posibilidades entra dentro del campo del libre albedrio humano que es el que nos permite hacer ese tipo de elecciones.


 

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