Por empezar, nunca le comunicó a la población la herencia que recibióa del kirchnerismo. El nivel de gasto público; el déficit fiscal; el atraso cambiario; las tarifas de los servicios públicos artificialmente bajas que se impusieron durante la era K; etc.; exigían de una serie de medidas que a la gente no le iba a gustar, de manera que explicar lo que se recibía era clave para salir del campo minado dejado por el kirchnerismo.
Lamentablemente el Gobierno se limitó a decir que la gente leyera el Estado del Estado, un PDF que no dice nada importante, y prefirió seguir las recomendaciones de Jaime Durán Barba de no comunicar nada de lo recibido.
Tiempo después, y ante la crisis que se desató por errores de política económica, empezó a argumentar que si contaban la herencia recibida, los inversores externos no le iban a prestar un centavo al gobierno para financiar el gradualismo. Un argumento que cualquier economista sabe que es absolutamente ridículo porque en el exterior sabían tanto cómo los empresarios y economistas argentinos la herencia que dejaba el kirchnerismo.
Recurrir a semejante argumentación ofende la inteligencia de cualquier persona medianamente informada de la situación económica que había en diciembre de 2015.
La realidad negativa superó las expectativas negativas
Ellos creían que con optimismo y entusiasmo, recuerde el lector que el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, decía que la crítica no tenía sentido, se iba para adelante y con alegría iban a llegar las inversiones que permitirían hacer crecer la economía de manera tal que no iba a hacer falta bajar el gasto público para reducir el déficit fiscal. Solo con el mágico crecimiento de la economía se iba a recaudar más y la brecha fiscal se cerraría gracias a la mayor recaudación por el crecimiento económico.
La realidad es que el PBI cayó 2,1% en 2016; creció 2,7% en 2017; volvió a disminuir 2,8% en 2018 y este año solo Dios sabe cuánto terminará cayendo.
Es decir, de cuatro años de gobierno, uno solo mostró crecimiento y el que mostró crecimiento fue gracias al financiamiento externo que permitió mantener artificialmente el nivel de actividad.
Forma de financiamiento al Tesoro y sus costos
La cuestión es que el Tesoro tomaba deuda externa para financiar el déficit fiscal. Esa deuda que tomaban tenían que transformarla en pesos. Para ello tenían dos opciones: 1) vender los dólares que en ese momento captaba Luis Caputo en el mercado para hacerse de pesos; o 2) vendérselos al Banco Central de la República Argentina (BCRA) para recibir los pesos y pagar los sueldos, las jubilaciones, etc.
Si optaban por la alternativa 1) la mayor oferta de dólares en el mercado iba a hacer bajar el tipo de cambio comprometiendo el frente externo ya que iba a desestimular artificialmente las exportaciones y estimular artificialmente las importaciones.
Si optaban, como finalmente lo hicieron, por la alternativa 2) el BCRA tenía que recibir los dólares y emitir los pesos correspondientes para dárselos al tesoro. Pero como esa emisión iba a generar presiones inflacionarias, el BCRA empezó a colocar Lebac a marcha forzada. Para tener una idea del grado de endeudamiento interno, Cambiemos recibió un stock de Lebac del kirchnerismo de $300 millones y llegó a marzo del 2018, justo antes de la corrida cambiaria, con un stock de $1,3 billones. Multiplicaron por 4 el stock de Letras del Banco Central.
El diseño de financiamiento del gradualismo fue tan espantoso que varios economistas lo advertimos en su momento, pero fuimos tildados de liberalotes, de irrealistas porque si se aceleraba la baja del gasto público te incendiaban el país (algo que parece estar sucediendo finalmente) y demás descalificaciones. Cualquier economista medianamente formado sabía que no cerraba ese gradualismo que implicaba pagar dos veces intereses para financiarlo: 1) cuando se tomaba la deuda externa y 2) cuando se esterilizaba la expansión monetaria que hacía el BCRA vía Lebac.
Argumentos débiles
No es cierto que todo haya estallado porque subió la tasa de interés en EE.UU. y se produjo la sequía. La suba de la tasa fue de solo 2 puntos porcentuales y ningún país de la región colapsó por esa suba. Y la sequía influyó pero no era como para que volteara toda una política económica.
Cuando se recurre a este arbitraje de te doy tasa, dame dólares, se sabe que salta en el momento menos pensado y por la causa menos sospechada. Y así sucedió.
Encima de todo esto el tipo de cambio real también se atrasó porque el BCRA generaba un arbitraje tasa versus dólar que hacía ingresar dólares de corto plazo para colocarse a las tasas que pagaban las Lebac. Eso hacía que el tipo de cambio se mantuviera estable mientras la inflación seguía en torno al 25% anual, de manera que si hubieran vendido los dólares de la deuda en el mercado interno hubiesen atrasado igual el tipo de cambio, con la diferencia que no hubieran acumulado el problema de las Lebac.
Es más, hoy no tendrían el drama de las Leliq, que cuando las lanzaron dijeron que iba a ser diferentes a las Lebac porque ahora solo las podían tener los bancos y no los particulares, como si los bancos no dependieran de los particulares para sostener el stock de Leliq.
En síntesis, fallaron con el famoso gradualismo, la comunicación del Gobierno y el diseño de toda la política económica que nunca llegó a ser un plan para desarmar la herencia recibida, sino que se limitó a ser un montón de improvisaciones que iban empeorando la situación fiscal porque lo que se arroba de gasto público al subir las tarifas y bajar los subsidios económicos, el ahorro de gasto se iba en intereses de la deuda externa y del gasto cuasifiscal del BCRA.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 10 de septiembre de 2019 y en Cato Institute.