Economía Imitar a Grecia, pero a la pospopulista (la pos-FMI)
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.





La asamblea anual del FMI y el BM delibera hasta el sábado mientras Hacienda reza por el desembolso de los u$s5.400 M que faltan. Ayer dieron a conocer el informe sobre las Perspectivas Económicas ajustando a la baja la tasa de crecimiento global dejándola en 3% para 2019 y 3,4% para 2020. Según Bloomberg Economics, el ritmo de expansión global ya se desaceleró al 2,2%, en el tercer trimestre, desde el 4,7% a principios de 2018.
Según el FMI, el 90% de los países experimenta debilidad económica. No es para menos, ya que dadas las políticas neokeynesianas insólitamente expansivas, el globo va por carriles anómalos al punto que u$s14 B en bonos tienen rendimientos negativos, cuando la renta variable sube 14% este año según el índice MSCI World.
Ahora, el crecimiento global de las ganancias empresariales se estancó en el segundo trimestre deprimiendo la confianza empresarial induciendo recortes en el gasto de capital. Además, aumentaron los salarios -gracias a las políticas expansivas- sin un crecimiento de la productividad que lo justifique y podrían recortarse puestos de trabajo.
Coherente con su ego, inversamente a lo propuesto en Argentina para asegurarse los fondos de modo que le devuelvan los préstamos, el FMI exhorta a relajar los presupuestos. Pero Morgan Stanley estima que el déficit fiscal primario que subió al 3,5% del PBI en las principales economías desde el 2,4% en 2018, aumentará “sólo” al 3,6% en 2020.
Y ahora, a los que emiten deuda “negativa”, se sumó Grecia en la que algunos ven un caso para Argentina. Syriza, el partido de izquierda que llegó al poder en 2015 “para oponerse al ajuste salvaje” tras la crisis de deuda de 2009, no logró su promesa y, en el afán de seguir con el populismo, aceptó el tercer “rescate” de la “troika”: el FMI, el BCE y la comisión europea.
Hartos los griegos, en julio pasado dieron paso a la era pospopulista -pos-FMI- eligiendo primer ministro a Kyriakos Mitsotakis, que recibió una economía que, después de contraerse 0,25% en 2010-2018, creció 1,9% en el segundo trimestre de 2019, y aunque caía el desempleo seguía alto en el 18%, y desde 2009 la pobreza se disparó alcanzando al 35% de la población.
La recuperación empezó antes de que llegara Syriza y siguió muy lenta mientras aumentaban los impuestos y la deuda pública. La economía sigue 24% por debajo de su nivel precrisis y, al paso que venía, recobraría el nivel de 2009 en 2033, según Oxford Economics.
Mitsotakis propone medidas contrarias a las del FMI: reducir el impuesto corporativo -del 28% al 20%-, los impuestos sobre la renta y la propiedad, las contribuciones sociales e impuestos a las ganancias de capital y al valor agregado. Su propuesta fiscal no prevé aumento del déficit, por lo que debería recortar el gasto o vender propiedades estatales para cubrir la diferencia.
Días atrás, el Gobierno griego emitió €487,5 M de deuda a noventa días con un rendimiento negativo de -0,02%, apalancado en el BCE que inyecta liquidez exageradamente. Por cierto, la deuda griega ronda 180% de su PBI, mucho más que la de Argentina, cuyo tramo de corto plazo en dólares rinde 160%.
Entretanto, concedieron el Nobel de Economía a BanerjeeDuflo y Kremer “por su aproximación al alivio de la pobreza global”. Básicamente, se hacen preguntas concretas que responden con experimentos de campo. Por ejemplo, en Kenia, Kremer comprobó que los libros de texto y las comidas gratis no ayudaban a mejorar los resultados escolares, en cambio, eran efectivos los programas de apoyo a estudiantes como las tutorías de refuerzo.
Parte de su trabajo se basa en la Teoría de los Contratos y la economía del comportamiento que obtuvieron premios Nobel en 2016 y 2017. Entre sus “descubrimientos” está que los microcréditos sólo sirven para aumentar la inversión o el consumo y que la ayuda foránea sirve para puntuales crisis humanitarias, o sea que son parches.
Teorías interesantes, pero que también son un parche y que parten de creer que la pobreza es algo natural y, por tanto, no consideran una solución de fondo. Pero no lo es. Por caso, el hambre no lo es desde que la naturaleza -“infinitamente sabia”- provee de la alimentación necesaria para todo el mundo.
Según la FAO, la producción mundial sólo de cereales basta para alimentar a casi 12.000 M de personas. La malnutrición se debe, básicamente, a problemas de distribución. Ahora, dado que la violencia es, precisamente, aquello que desvía el curso espontáneo de la naturaleza, según la definía Aristóteles, son los Estados los que impiden el desarrollo natural, espontáneo, con su poder policial, sus impuestos y regulaciones.
Por cierto, creer que existen impuestos mejores -como a los bienes personales, según está de moda- no tiene sentido. Todos empobrecen ya que, por la ley de marginalidad, todos son derivados hacia los pobres: subiendo precios, bajando salarios, etc. En Argentina los contribuyentes pagan “el 50% de lo que generan”, según el IARAF, riqueza extraída a los de abajo y triturada por la burocracia estatal -muy superior a los u$s5.400 M esperados del FMI, si consideramos que el PBI ronda los u$s420.000 M-, así es sorprendente que la pobreza alcance “sólo” al 35%.


Publicado en Ámbito Financiero.

 

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