La victoria postergada
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


El "equipo" económico presidido por Axel Kicillof presentó hoy el llamado acuerdo de precios. Frente a una audiencia de aplaudidores profesionales, algunos unidos de pecheras con el eslogan "mirar para cuidar", Augusto Costa daba detalles sobre las delicias del "catenaccio" que estaba por implementarse.
En ese sentido, las imágenes entregaban símbolos mudos del modelo. En efecto las "pecheras" pueden ser consideradas un ícono, un objeto emblemático de los autoritarismos. Las pecheras invisten de poder; son la manifestación de la delegación que el Príncipe hace en algunos vasallos para que salgan  a la calle a vigilar que su omnímoda voluntad se cumpla.
Los vigiladores son los ojos y los brazos del poder que se mete por su vía en las minucias estúpidas de la vida cotidiana del hombre de a pie.
Quizás con otro "símbolo" concretado ayer -el ascenso del General Milani- pronto los vigiladores de "mirar para cuidar" salgan acompañados por efectivos del "ejército nacional y popular" que se pone del lado del pueblo para tener bajo su observancia a especuladores, cipayos y desestabilizadores.
Pensar que hace un mes cierta parte de la sociedad se ilusionaba con un cambio que pusiera fin a tanta testarudez y terquedad. La llegada de Capitanich a la jefatura de gabinete va camino de convertirse en uno de los fiascos más notorios, ya no del kirchnerismo, sino de la política argentina de los últimos 30 años.
Parece mentira que un hombre aparentemente bien considerado por muchas franjas decisivas de la sociedad se haya prestado a desempeñar un rol tan lastimoso. Si el gobernador del Chaco aceptó el compromiso en la creencia de que sería una buena plataforma de lanzamiento para su propia candidatura presidencial, es hora que vaya revisando sus cálculos.
El otro integrante del "dúo" -el ministro Kicillof- ha optado por la aplicación profundizada de sus experimentos tomando al país como conejillo de indias. Son muchos los argentinos que podrían contarle el final de su fábula. Una fila igual de larga le pediría explicaciones acerca de por qué cree que repitiendo las medidas del pasado, esta vez, se van a conseguir resultados distintos.
El control de precios y de costos en toda la cadena de valor, presentado como la solución al problema que generaba el aplicar un modelo de control solo de los precios de venta finales, equivale  a doblar el ejercicio físico que se le había indicado a una persona cuando esa gimnasia fue la causa del agravamiento de su problema.
Si el gobierno cree que los problemas de inflación que sufre el país se van a solucionar con la amenaza del uso de la fuerza, protagonizada por militantes (y quizás también militares, porque en la espiral de dislate en que ha entrado la Argentina, todo es posible) que lleven una pechera que los autoriza a "mirar para cuidar", estamos frente a un problema más grave aun que la propia inflación.
El desbarajuste de las cuentas públicas va tomando niveles muy preocupantes. El déficit fiscal subió casi 1000% en un año, pasó de $ 723 millones de pesos en noviembre de 2012 a $ 6650 millones en noviembre de 2013. Son papeles pintados. El fruto de una creencia que sostiene que teniendo la fábrica de hacer billetes se puede mejorar el nivel de vida de la sociedad. Si ese fuera el caso deberían cerrarse todas las actividades comerciales, industriales y de servicios en el país y ser reemplazadas por imprentas, incluso particulares, que los ciudadanos podrían tener en el fondo de sus casas, para imprimir unos cuantos billetes en caso de necesidad. Los "vouchers" de colores fabricados de ese modo no tendrían ninguna diferencia con los que imprime el BCRA.
Por lo pronto no son pocos los gobernadores que están pensando en emitir una "moneda" propia, igual que en la crisis de comienzos de siglo. La Argentina más temprano que tarde,  podría verse empapelada de norte a sur por adornos que hagan las veces de plata.
A todo esto la presidente sigue ausente de la primera plana, aunque no resignó un gramo de su poder. Si principal inspirador es Zanini en quien no confía pero con quien comparte una larga lista de atavismos y rencores. El secretario de legal y técnica es el verdadero numen del gobierno. Su ideología de autoritarismo persecutorio coincide con la del ejecutante técnico del plan, Axel Kicillof. Ellos dos son los diseñan lo que se va a hacer y la presidente endosa esas ensoñaciones.
El trípode de sostén de este perfil social acaba de completarse con el ascenso del General Milani: pulverización de la oposición política, estatismo económico y control e inteligencia militar al servicio de un "proyecto" de poder total. En el fondo es el desiderátum de las organizaciones armadas de los '70 que buscaban la toma del poder por la violencia de las armas para luego ungirse en la única voz, en los dueños de toda la renta nacional y en los supremos vigiladores del pueblo. Casi 40 años después esa concepción gobierna la Argentina con los resultados conocidos por todos.
Sin embargo, hay un capítulo que pareció salir, estos últimos días, del frente de tormenta,  hasta que Lázaro Báez lo resucitó. Se trata de la aspiración al dominio completo de la prensa. Luego de que el Zar de la obra pública se presentara en la justicia de Santa Cruz solicitando la imposición de la censura previa, el jefe de gabinete volvió a referirse a Papel Prensa como a una empresa "robada en una sala de torturas". Nadie sabe si Capitanich tuvo en cuenta que mientras él decía eso, el Senado aprobaba el ascenso de Milani, un militar con sospechas muy fundadas de haber participado en desapariciones y torturas de personas durante la dictadura militar ¿Será que el aire "renovador" del gobernador del Chaco no alcanza para terminar con el principio kirchnerista de que "todos los nuestros son buenos y todos los que se nos oponen son malos" y que aun siendo "malo" podes convertirte en "bueno" por el solo hecho de prestarnos tu adhesión?
Mientras la sociedad debe escuchar, estoica, que los problemas que padece en su vida cotidiana (no hay luz, no se puede hablar por teléfono, las rutas son un peligro, no hay dólares, los precios aumentan, etcétera) no se deben al fracaso de 10 años de vigencia de un modelo anticuado y probadamente inoperante, sino a su éxito. "No tenemos energía porque fuimos muy exitosos y al crecer tanto nuestra infraestructura no da abasto..." ¿Creerán que les creemos? Siempre pensé que si un país lograba crecer verdaderamente durante 10 años no podía terminar al cabo de esa década con esquemas de racionamiento, sin luz y creando cepos al ejercicio de los derechos como producto de la escasez.
Pero dicho en síntesis eso es lo que dice el gobierno. Por las dudas que el relato se vuelva demasiado fantástico como para que la gente se lo crea, se construye un puente que reconstituye la relación con los militares que, de ahora en más, no estarán listos para defender a la patria, sino a un proyecto. ¿Qué pasaría si la "patria" -es decir la sociedad civil- decide en las urnas que éste ya no es más SU proyecto? ¿Será el General Milani el encargado de hacernos entender que estamos equivocados y que debemos seguir endosando la supremacía de la familia presidencial?
Las cosas se han puesto innecesariamente demasiado oscuras y llenas de connotaciones de un pasado que todo el mundo estaba dispuesto a olvidar y que los Kirchner vinieron a recrear para basar su reinado en ese antagonismo.
Lamentablemente serán los inocentes de siempre los que paguen los costos de esta aventura. Aun cuando, en el momento  que alguien nos recuerde que no teníamos ninguna obligación de votar como votamos, esa inocencia se puesta en duda con toda legitimidad.
Nadie hubiera apostado a que, quienes fueron vencidos en un campo de batalla abierto por ellos mismos, serían los que lograrían imponer su "modelo" cuatro décadas después. Pero crease o no eso es lo que ha ocurrido. Se trata del disfrute de una victoria tan postergada para sus directos beneficiarios como nefasta para todos los demás.
 

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