Impuesto al turismo: el gobierno se da un tiro en el pie para sacar un mango
Federico Fernández

Senior Fellow del Austrian Economics Center (Viena, Austria). Presidente de la Fundación Internacional Bases (Rosario, Argentina). Premio a la Libertad 2005, otorgado por la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.






Horacio Rodríguez Larreta, intendente de la ciudad de Buenos Aires, ha anunciado la creación de un nuevo impuesto a los turistas extranjeros para promocionar que más extranjeros visiten Capital Federal…
 
No hay remate.
 
En una contradicción tan flagrante que parece psicótica, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires quiere forzar a los turistas extranjeros que visiten aquella hermosa ciudad a pagar hasta un dólar con cincuenta por noche por persona para, con ese dinero, financiar un “ente” que tendrá a su cargo la promoción turística internacional.
 
Es decir, que el gobierno porteño tiene planeado penalizar a cada uno de los extranjeros que viajen a CABA con el fin de hacer crecer el flujo turístico. Parece que las políticas de turismo se rigen por la misma filosofía que tiene un marido golpeador: “porque te quiero te aporreo”.
 
Copiando sólo los malos ejemplos
 
Como no podía ser de otra manera, desde la administración de la ciudad de Buenos Aires citan ejemplos citan como ejemplo lo que sucede en Europa y otros lugares, donde algunas ciudades cobran impuestos similares. Es cierto que ciudades como París o Barcelona cobran este tipo de impuestos. Pero también es cierto que, por caso, en Venecia se utiliza como medida para combatir el sobre-turismo y fomentar lo que ellos consideran un viajero con perfil más de lujo.
 
Independientemente de los que pensemos de las medidas específicas tomadas en Europa, en nada se comparan con la situación de Buenos Aires en particular y de Argentina en general.
 
Mientras que una nación europea como España recibió casi 83 millones de turistas extranjeros en 2018, la Argentina tuvo menos de siete millones ese mismo año. Pretender darse los mismos “lujos” impositivos que países cuya industria turística es más de diez veces grande no parece ser lo más razonable.
 
Pero en el corazón de las políticas de Cambiemos, tanto a nivel nacional como de CABA, yace un equívoco aún más grave.
 
Si bien siempre han sido tildados de chicos del Newman, chetos o directamente millonarios, la carencia de lucidez que poseen respecto de la relevancia y posicionamiento de Argentina es escandalosa.
 
Argentina nunca estuvo cerca
 
Cualquier extranjero que quiera volar hacia la Argentina desde el hemisferio norte, pensemos Europa o Estados Unidos, tiene que afrontar en un vuelo de entre 8 y 14 horas dependiendo de dónde venga. Los pasajes, además, son caros.
 
A eso hay que agregarle que no todas las capitales europeas o norteamericanas tienen vuelos directos al país y que no todo potencial turista vive en la capital. Tan sólo llegar a la Argentina, puede demandar puerta a puerta, unas 24 horas dependiendo de cuál sea el destino final.
 
También se suma que en el avión hay que completar una declaración que incluye qué modelo de celular el turista posee. He visto mucha gente ponerse nerviosa porque no sabe exactamente qué modelo es el suyo y tiene miedo de las consecuencias de completar mal un documento migratorio.
 
Y el broche de oro es que cuando el extranjero finalmente arriba a Ezeiza, cansado tras largas de viaje, se ve sometido al escarnio de tener que hacer fila para que unos simpáticos empleados le revisen la valija. Tengamos en cuenta que los controles de ingreso no existen en casi ningún lado y que en Europa, dentro del Área Schengen, la gente viaja sin control de pasaporte o aduanero alguno.
 
La xenofobia fiscal de Larreta
 
Pero como si todas estas dificultades no fueran ya suficientes, el Sr. Larreta quiere aplicar un castigo extra a los valientes extranjeros que aún visitan Buenos Aires con un impuesto que los discrimina por no haber nacido en la Argentina y haber viajado horas y horas para venir a conocer nuestro país.
 
Dado que citan tanto el ejemplo europeo, deberían hacerse eco de las palabras de Tom Jenkins, director ejecutivo de la Asociación del Turismo Europeo (ETOA, por sus siglas en inglés). Jenkins recientemente explicó que los impuestos al turismo son “una forma muy localizada de auto-mutilación económica” y definió a este tipo de gravámenes y tasas como “una náusea xenófoba”.
 
La ciudad de Buenos Aires y la Argentina toda harían mucho mejor en enfocarse en que el país se vuelva más atractivo y seguro para todos los turistas que nos visitan. Darse un tiro en el pie con un impuesto que discrimina y penaliza a los extranjeros que gentilmente nos visitan jamás puede ser el camino correcto.
 
Fuente: La Opinión Incómoda (https://medium.com/la-opinión-incómoda) 
 

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