La paradoja del capital semilla
Iván Alonso
Obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.



En el sistema público de pensiones, las contribuciones de los afiliados van a una bolsa común. Ahora la Asociación de AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) propone que ciertas contribuciones salgan de una bolsa común, el Tesoro Público, a las cuentas individuales de los futuros afiliados al sistema privado. Una completa inversión de los términos. Una desnaturalización del sistema privado, que se basa en el ahorro personal; en los aportes individuales a cuentas individuales de capitalización; en la eminentemente plausible hipótesis de que el ciclo de vida de los seres humanos consta de una primera etapa en la que trabajamos y acumulamos riqueza y otra en la que dejamos de trabajar y desacumulamos.
La riqueza acumulada puede ser mucha o poca, y de eso dependerá naturalmente la pensión que recibamos. La idea de la asociación es que cada peruano tenga, al nacer, un capital “semilla” en su cuenta individual, aportado por el Estado, que se vaya capitalizando durante 65 años para que, llegado el momento de jubilarse, reciba una pensión mínima de, digamos, 1.650 soles mensuales. Si la rentabilidad de los fondos administrados por las AFP se mantiene como hasta ahora, la semilla tendría que ser de unos 2.000 soles por cada recién nacido.
Detengámonos un momento para considerar dos cuestiones menores. Primero: ¿qué pasa si una persona muere antes de comenzar su vida laboral? ¿A quién pertenecen los fondos acumulados? ¿Regresan al Estado o se los entrega a sus familiares? Segundo: ¿qué pasa si, siendo el titular de la cuenta menor de edad, los padres deciden mudarse al extranjero? ¿Se le transfieren los fondos o se quedan en el Perú, esperando a ver si un día regresa?
Otra cuestión no tan menor son las comisiones que recibirían las AFP por administrar esos aportes. A 1% del saldo administrado, que es, más o menos, el promedio de lo que cobran hoy, las comisiones del primer año no sumarían más que unos cuantos millones de soles. Pero con el tiempo, los nuevos aportes y la rentabilidad acumulada harían crecer el saldo administrado. En menos de 10 años las comisiones podrían llegar a 100 millones de soles anuales. No faltarán políticos que crean que las AFP están al servicio del Estado.
Hay otras cuestiones más serias, que las AFP harían bien en meditar profundamente y que tienen que ver con las implicaciones fiscales de la propuesta y con su propio gobierno corporativo.
En el Perú nacen más de 600.000 personas al año. A 2.000 soles por persona, tal como hemos calculado, se necesitaría una partida presupuestal de 1.200 millones de soles (incrementándose año a año). Eso es más de la mitad del presupuesto del Poder Judicial y casi tres veces el de la Universidad de San Marcos. Seguramente se puede encontrar dónde recortar para financiar el capital semilla, pero dudamos de que el gobierno –este o uno venidero– quiera ceder esa porción del presupuesto a las AFP para que la administren sin reservarse el derecho a, por lo menos, “sugerir” cómo invertirla.
A medida que los aportes de capital semilla se acumulen y representen un porcentaje cada vez mayor de los fondos administrados por las AFP, el Estado se sentirá con más derecho a involucrarse en el manejo de su negocio. Primero exigirá un asiento en el comité de inversiones; luego quizás uno en el directorio. No vaya a ser que el capital semilla sea la semilla de una planta carnívora.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 27 de diciembre de 2019 y en Cato Institute.


 

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