El peligro de la `Comandante Invisible´
Ariel Corbat
Abogado (UBA), republicano, unitario y liberal. Coautor de "Uso y abuso de las corbatas" y "Teoría romántica del derecho argentino" (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental). Brindó servicios en la Secretaría de Inteligencia desde 1988 hasta su renuncia en 2012. Escribe en el blog La Pluma de la Derecha". 



En 1994, apenas terminada la Guerra Fría, Hans Magnus Enzensberger alumbró el concepto de Guerra Civil Molecular. Su libro “Perspectivas de Guerra Civil”, obra netamente hobbesiana, adquirió una particular relevancia en Argentina a partir de la Crisis del 2001. En ese contexto la Escuela Nacional de Inteligencia publicó en 2003 un artículo dedicado a proyectar la dinámica de lo observado por Enzensberger. Allí, trazando un evidente paralelo con la “mano invisible” de Adam Smith, determinando fases y escenarios de la Guerra Civil Molecular se creó la figura del “ComIn” (Comandante Invisible). 
Viene a representar el ComIn a la antijuricidad como si fuera una inteligencia y voluntad real que orienta sus acciones estratégicamente, y no el resultado de la multiplicación azarosa de factores tendientes a la degradación paralela del mosaico social y el monopolio de la violencia por parte del Estado. Para la toma de decisiones en el transcurso de cualquier guerra es prioritario que los analistas de Inteligencia logren discernir cómo piensa, siente y decide el comandante enemigo. Si ese comandante no existe, como en el caso de la Guerra Civil Molecular, hay que suponerlo; con el mismo objetivo que si existiese: anticipar sus movimientos. 
Ahora bien, la elucubración mencionada se basa en un supuesto de inocencia o buena fe: que el gobierno, en términos generales, obra cumpliendo con su deber, es decir buscando conservar el monopolio de la violencia y la cohesión social; afianzado en ello el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional. Esa presunción ha sido rápidamente desmentida en los pocos días que lleva Alberto de la Fernández en la Casa Rosada. Tanto así que Sabina Frederic, la ministro de Seguridad (nombrada tal por el veto de Cristina Fernández a Diego Gorgal), en lugar de plantearse combatir al ComIn pareciera tener la misión de encarnarlo.
Por lo pronto, Frederic ya ha demostrado su incapacidad para el cargo, porque no debe ser ministro -ni tolerarse que lo sea- quien desconoce el fundamento básico del sistema republicano y cree tener atribuciones que ninguna ley, por objeción constitucional, podría conferirle. Da cuenta de ello su manifestada voluntad de ordenar revisar un peritaje ordenado por el Poder Judicial en la causa que investiga la muerte del fiscal Alberto Nisman. Y por si fuera poco, con el agregado de su petulante ignorancia facultativa para verse dueña de los tiempos procesales y decir con graciosa majestad: “Vamos a intervenir, pero no en este momento, vamos a dejar pasar un tiempito”. 
Lo mismo ocurre en el caso Maldonado, donde se busca inventar una culpa verde reviviendo al relato que mató la autopsia para el envalentonamiento del activismo mapuche. El kirchnerismo, servil al castrismo como continuación de Montoneros, obra tomando a las novelas de George Orwell (Rebelión en la granja y 1984) como si fueran un manual para la construcción del poder totalitario. Y saben, porque Orwell lo enseña bien, que no hay mayor poder que el hacer pasar sistemáticamente a la mentira por verdad. Así, su mentira fundacional es la de los 30.000 desaparecidos sobre la cual se estructura el relato que, dirigido hacia la imposición de un proyecto totalitario de corrupción estructural, socava y subvierte el orden constitucional.  
De allí que Frederic esté operando, en esta etapa, como si fuera ella misma el Comandante Invisible al que debiera combatir. Busca la parálisis que lleva al descrédito de las fuerzas policiales y de seguridad; con especial y marcado interés en atacar a la Gendarmería Nacional, para la cual pretende encontrar una jefatura que entregue camaradas y se flagele por Maldonado. O sea,  perfiles de igual calaña a lo que Bendini y Milani han sido para humillar al Ejército Argentino. Ojalá encuentren Honor; no eso.
La delincuencia, organizada o no, percibe ya que la calle va siendo suya, en especial los dedicados al narcomenudeo que prácticamente han obtenido la bendición del gobierno y la promesa del ministro de Seguridad bonarense Sergio Berni - que juró por Cristina y es el mismo que andaba por el departamento de Nisman-  de ser enteramente legales en cinco años. La perversión es todavía mayor si se interpreta que usarán las drogas como medio de control social, ofreciendo evasión a falta de realización. Y una vez más vale aclarar: en esta etapa, porque la paz del opio termina en el paredón. 
Súmese  al combo que el gobierno planea que los efectivos policiales y de fuerzas de seguridad no porten armas fuera del horario de servicio. E inmediatamente luego, a tono con la línea que baja el Granma (prensa oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba) buscará quitar las armas a los legítimos usuarios civiles; tarea para la que el macrismo (¡ay los proges!) dejó el camino listo al instalar el tema. De ahí a terminar de demoler la República, suprimir la Constitución e instalar otra dictadura castrista, restará un empujón. 
Un gobierno con esta impronta y traza no es compatible con la supremacía de la Constitución Nacional, ni la continuidad histórica de la Nación Argentina. Por ende considero un deber patriótico resistirlo, sin escatimar ningún recurso institucional para ponerle fin lo antes posible. Lo afirmo sabiendo que el grado de negación en Argentina es tal que, incluso cuando empiecen a llegar abiertamente asesores cubanos, los que estén haciendo fila con la tarjeta de racionamiento en la mano seguirán repitiendo que el comunismo no existe, que sólo es “solidaridad”. 
Estimados lectores: como cada 31 de Diciembre recibiremos al año nuevo expresando estos mismos sinceros deseos de paz y prosperidad que les comparto al escribir. Cumpliremos el ritual de brindar a la medianoche, aunque sepamos lo difícil del deseo.

Publicado en La Prensa.
 

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