Estados Unidos versus Irán
Ian Vásquez
Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, Washington D.C. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



El costo del asesinato de una de las autoridades más importantes de Irán –el general Soleimani– por parte de EE.UU. será superior a cualquier beneficio imaginado. La escalada militar socava las metas de EE.UU. en el Medio Oriente, desestabiliza la región todavía más, y debilita la seguridad de los estadounidenses y del mundo.
Soleimani fue un personaje nefasto, encargado de organizar actos bélicos, terroristas y otras atrocidades que resultaron en una incontable cantidad de muertes a través de los años. Citando ese historial y una amenaza inminente, el gobierno de Trump justificó su ataque. Pero los estadounidenses han visto una y otra vez que Trump no tiene problema en declarar falsedades, así como a veces ha sido el caso de su secretario de Estado. Además, los congresistas y otros que han visto la evidencia desde el incidente no parecen estar convencidos. Si no hubo una amenaza inminente, el ataque fue ilegal, pues el presidente tendría que haber obtenido autorización del Congreso, como lo requiere la Constitución.
En todo caso, los resultados a corto plazo han sido los siguientes. El régimen iraní, que en tiempos recientes ha lidiado con protestas populares en su contra, ahora cuenta con protestas masivas antiestadounidenses que fortalecen a los conservadores. En Iraq, donde ocurrió el ataque y donde Irán tiene una influencia enorme, el Parlamento votó (aunque de manera no vinculante) a favor de retirar las tropas estadounidenses del país mientras que el primer ministro iraquí declaró que el ataque violó el acuerdo con EE.UU. En tanto, Irán decidió ya no respetar más el acuerdo nuclear que había aceptado en el 2015.
Habrá más violencia en la región a pesar de aseveraciones de Washington respecto de que “el mundo es un lugar mucho más seguro hoy” y que los estadounidenses en Medio Oriente “están mucho más seguros hoy luego de la muerte de Qasem Soleimani”. De hecho, tales afirmaciones se hicieron al mismo tiempo que el Departamento de Estado urgía a los estadounidenses partir de Iraq inmediatamente.
Es inconcebible que Irán no responda de manera bélica o que las actividades de Soleimani no sean inmediatamente retomadas por otros. Irán mantiene una red de aliados en la región que incluyen a grupos políticos y armados como Hezbolá y otras milicias. Las milicias chiítas estarán especialmente activas en Iraq. Las Fuerzas Armadas estadounidenses ahora han dejado de combatir al Estado Islámico para defenderse de las milicias en Iraq. El régimen iraní podrá interrumpir el transporte de petróleo en el Golfo Pérsico y desatar una guerra asimétrica contra EE.UU.
Así es que el presidente Trump, que con razón criticó la política intervencionista exterior de EE.UU. durante su campaña, y que el año pasado declaró que “las naciones grandiosas no libran guerras sin fin”, ahora ha enredado a su país todavía más en el Medio Oriente.
Desafortunadamente, no es algo sin precedente para EE.UU. y constituye una razón más para desilusionarse de Trump. Según el analista John Glaser, “EE.UU. ha estado atacando Medio Oriente cada año por 29 años. Como presidente, Trump ha ampliado campañas de bombardeo en curso en múltiples países y, en sus dos primeros años, aumentó la presencia de tropas estadounidenses en la región en más de un 30%. Desde el verano del 2019, ha dado órdenes para desplegar a casi 15.000 tropas más”.
Todavía hay tiempo para reducir la intensidad del conflicto y volver a intentar encontrar soluciones diplomáticas, aunque la probabilidad de esto ahora luzca mínima. Pero es lo más sensato ante las otras posibilidades que incluyen una guerra mucho peor que la que EE.UU. libró en Iraq.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 7 de enero de 2020 y en Cato Institute.

 

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