Macri vs. Fernández, inflación y dólar, ¿quién ganará?
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.





Pasaron ya cuarenta días del nuevo gobierno y quedan cosas por definir, pero, de momento, es una continuidad de lo básico del macrismo, solo diferente en cosmética.
Lo primero que no entendió Macri es que a la economía no la hace el Estado que, por el contrario, es un parásito del mercado -del pueblo- que trabaja y produce, y destruye porque es el “monopolio de la violencia” -el poder policial- y la violencia destruye, siempre. Y, el pueblo solo necesita espacio y paz para trabajar, crear y crecer.
El Estado tiene cuatro modos de destruir, de violentar, la actividad privada: regulando -encorsetando, impidiendo su expansión- y quitándole recursos de tres modos: con impuestos, con inflación -exceso de emisión con el fin de solventar expensas estatales- y con endeudamiento, y las consecuentes tasas altas.
Macri tampoco entendió que aumento del IPC no es inflación que no es sobreabundancia de dinero en el mercado sino exceso de emisión en tiempo real. Precisamente, cuando la emisión es excesiva, la moneda se deprecia automáticamente -“inflaciona”- hasta equilibrar la oferta y demanda, de modo que no sobreabunde el circulante. Entonces, si luego se ofrece una tasa de interés alta para absorber moneda, se produce inflación porque se absorbe excesivamente demanda de dinero lo que equivale a excederse en la emisión.
Además, subvencionar al dólar -como el Banco Central al vender a “precio oficial”- también es inflacionario desde que succiona demanda de pesos que se vuelca a la divisa. Lo que no queda corregido con el cepo porque, si bien limita el vuelco al dólar, provoca una serie de distorsiones -presión sobre el blue, MEP, y otros- que terminan impactando de lleno en el IPC y la inflación.
El dólar que se puede comprar vía Bolsa duplicó su volumen negociado desde las PASO, de u$s8 millones a u$s16 millones diarios, considerando solo contado, la forma de hacer MEP más masiva. Sólo las operaciones grandes pasaban por dólar MEP hasta que apareció el impuesto del 30% y empezaron a crecer fuerte la cantidad de operaciones y el monto.
En diciembre, el IPC subió 3,7%, debajo de noviembre (4,3%), arriba de octubre (3,3%). Así en todo 2019 subió 53,8% -56,7% el núcleo- y en Ecolatina, midieron que en la primera quincena de enero avanzó 3,2% i.a.
Tasas exageradas, dólar subvencionado y precios fijos explican por qué en 2019 la base monetaria aumentó “solo” 35% contra el 53,8% del IPC y el blue que trepó 95% siendo esta la medida más cercana a la inflación real ya que marca con mayor pureza la depreciación del peso. Si el IPC subió menos que la inflación se debe a la caída en el consumo que retrae la suba de precios. Y, por cierto, el precio real del dólar seguirá a la inflación.
Es antiinflacionaria la actual política de bajar las tasas de interés, aunque el mercado debería determinarlas ya que bajarlas excesivamente puede suponer un aumento artificial de la demanda de dinero, ergo, un exceso de emisión sobre lo que el mercado necesita naturalmente. Pero la fijación de precios, por el contrario, desalienta la producción, ergo, la demanda de dinero y así potencia la inflación.
Además, la fuerte suba impositiva, si no es efectivamente compensada por una baja de la inflación y las tasas, provocará una contracción de la inversión y la producción demandando menos moneda.
Y todavía no hay un presupuesto, no sabemos cuál es objetivo del resultado primario. Irónicamente, al mejor estilo “ajuste López Murphy” parece que se busca reducir el gasto bajando jubilaciones, lo que no alcanza y pudo haberse evitado vendiendo propiedades. Bajar el gasto, al contrario de lo que dice la derecha, no necesariamente es bueno: el de la Administración Pública Nacional (APN) cayó 6,4% en 2019 y, sin embargo, el PBI no paró de caer. No se trata de bajarlo sino de financiarlo con recursos no extraídos coactivamente del mercado.
En 2019 el gasto de la APN alcanzó un nivel de ejecución del 96,2% del presupuesto. Siendo los intereses de la deuda el rubro de mayor variación pasando del 3,7% al 4,3% del PBI y el único gasto que no retrocedió en términos reales, con un aumento del 10,7% sobre la inflación, pasando del 16,4% del gasto total al 19,4%.
En fin, al final el Estado deberá desregular fuertemente de modo que el mercado pueda desencorsetarse y expandirse, y reconocer su condición de deudor serial y reconvertirse cerrando, vendiendo y reacomodando sus innumerables propiedades y funciones. O no podrá solventar el gasto, ni bajarlo, ya que la recaudación impositiva caerá, la inflación resultará un boomerang y endeudarse ya no puede.

Publicado en Ámbito Financiero.

 

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