Las contradicciones de los devotos del estado
Alan Riedmaier

Inversor - Value Investing y Teoría Austríaca del Ciclo Económico OMMA

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Empiezo esta nota con una anécdota personal, no sin antes mencionar que la palabra estado en el título no desciende de un error ortográfico, sino que, por el contrario -y como consigna Alberto Benegas Lynch (h)-, no creo apropiado nombrar estado en mayúscula si se nombra individuo en minúscula-.

Tiempo atrás debatía amistosa y fructuosamente con una persona radicalmente estatista e instruida a quien aprecio mucho aun estando en las antípodas de pensamiento, y me pareció oportuno resaltar una frase excelente a la que hizo mención, y es que, mientras se mantenga honestidad intelectual actuando de buena fe, se puede mantener opiniones de cualquier tipo sin que ello sea motivo de repudio. Y esto me parece una descripción excelente para reflexionar y no confrontar agresivamente con personas adheridas a la religión del estado, que en su gran mayoría actúan de buena fe convencidos de la efectividad de las medidas que propagan.

Dicho esto, y entrando en el hueso del asunto que quiero transmitir, analizaremos como los estatistas benefician a empresarios inmorales, sindicalistas con fortunas abismales, y banqueros imprudentes, perjudicando a emprendedores, jubilados, empleados más vulnerables, y seres humanos en condiciones de miseria.

Por el lado de los empresarios beneficiados, me referí anteriormente a ellos como inmorales, ya que, en un sistema abierto o economía de mercado, quienes se enriquecen son elevados a esa categoría por las personas satisfechas que eligen comprar sus productos como resultado de que supieron satisfacerlos y servirles en bandeja lo que deseaban, ya sea a mejor precio, mejor calidad, o en un tiempo más breve. En cambio, en una economía cerrada bajo el lema de “protección de la industria nacional”, los incentivos empresariales se desvían desde intentar satisfacer a la población innovando o bajando precios, a cerrar mejores tratos con los políticos de turno, estrechando las manos en cómplices y amistosos saludos, vendiéndonos productos caros y de baja calidad, mientras vemos pasar por nuestras narices las sorprendentes innovaciones del mundo.

También hable de los sindicalistas con fortunas abismales, quienes se escudan bajo la falsa defensa de los trabajadores, cuando la realidad es que los perjudican apoyando leyes laborales rígidas y draconianas, por ejemplo:
  • Aumentos de salario mínimo: ¿Alguno de los lectores se preguntó alguna vez por que, frente a los supuestos beneficios para el trabajador, actúan con tanta tibieza a la hora de los ínfimos aumentos de salario mínimo que otorgan? Ellos saben que una subida abrupta solo desembocaría en expulsar a muchas personas al terreno del empleo informal, no pudiendo afrontar sus empleadores el costo de contratarlos “en blanco”, cuando los salarios de mercado -los únicos reales- se encuentran por debajo del mínimo impuesto por las autoridades de turno. Y aquí entra una de las categorías de perjudicados que mencione: los empleados mas vulnerables, es decir, personas envejecidas y jóvenes con poca experiencia laboral, que su productividad no llega a compensar el piso de salario mínimo. Curiosamente, en algunas ocasiones las empresas más productivas -y por ende con salarios estratosféricos-, forman parte de quienes impulsan estas medidas para complicar a su competencia de menor productividad;
  • Rigidez en el mercado laboral: En línea con la teoría austriaca del ciclo económico, en épocas de expansión del dinero y crédito, cuando los empresarios reciben señales equivocadas y se lanzan a invertir en proyectos de inversión erróneos como si el ahorro de la población hubiese aumentado cuando no es así, se ponen de manifiesto las malas inversiones que jamás debiesen haber llevado a cabo, iniciando así el proceso rápido y doloroso de reajuste y sanación, liquidando malas inversiones para volver a la etapa previa al boom artificial dilapidador de los -siempre escasos- recursos. Este hecho en una economía abierta es un proceso rápido y doloroso de sanación, al igual que la resaca, donde la fuerza laboral se traslada de empleos en los que producían bienes que a nadie le interesa comprar, a trabajos con demanda basada en un ahorro real que, por el contrario, la gente si desea adquirir. Las leyes laborales rígidas impulsadas por los sindicalistas son un cóctel explosivo que no permite el rápido reajuste, prolongando las malas inversiones y las dolorosas recesiones de la economía que terminan por elevar el número de desempleados fuertemente.

    Los sindicalistas son conscientes de esto, aunque hay acuerdos tácitos donde a nadie le conviene tocar este tema tan delicado y polémico que atenta contra sus intereses personales (y por supuesto, su riqueza). 
 
Otro grupo de beneficiados son los banqueros, que traicionan la confianza de los depositantes creando dinero secundario al realizar, por ejemplo, prestamos imprudentes y arriesgados a personas o instituciones de dudosa credibilidad crediticia, ya que se ve alimentada su moral hazard, abandonando cualquier tipo de precaución convencidos de que si tienen problemas para cobrar los préstamos, procederá a rescatarlos el repudiable organismo prestamista de última instancia con aires de paternidad presente que les financia la fiesta, llamado Banco Central. Además, por lo anteriormente nombrado, este grupo privilegiado es culpable directo de los fuertes y dolorosos ciclos económicos explicados arriba.
 
Por el lado de los grandes perjudicados, además de empleados menos productivos, se encuentran los pequeños emprendedores, que son saqueados sistemáticamente por las mochilas de piedras impositivas que les ponen los gobiernos de turno para financiar derroches de dinero, imposibilidad de contratar fuerza laboral formal, ya que como consigna la famosa frase, “no contratan un empleado, contratan un problema”. Creo oportuno agregar que el máximo protector de empleados es la economía de mercado, donde los abundantes empresarios se muerden los dientes viéndose obligados a ofrecer salarios más altos y condiciones laborales mejor que la competencia, para lograr quedarse con los trabajadores acechados por buenas ofertas de empleo, que no se conforman con poco. En casi ninguna mente cabe la idea de que los salarios suben o se crea riqueza gracias a la firma de la lapicera de un político.

Otro grupo de grandes perjudicados, son los jubilados, quienes aportaron a lo largo de sus vidas para que, al momento de cobrar, se encuentren con sistemas jubilatorios estatales quebrados, los cuales fueron arrebatados de manos privadas por los políticos para financiar compras de votos, símil gacela indefensa atada frente a un león en las sabanas africanas. Estos fondos son dilapidados, por ejemplo, llenándolos de deuda emitida por los gobiernos de turno para conseguir fondos frescos. Deuda que ningún privado que lograra pasar un examen psicológico compraría, pero mágicamente surge la solidaridad forzada de los fondos jubilatorios. En este punto también hay un acuerdo tácito entre los políticos de no reprochárselos unos con otros ya que es un problema demasiado grande, por lo que proceden a patear la bola de nieve para adelante, maquillándolo con bajas de tasas de sustitución o aumentos de edad jubilatoria. Aún más, para desagrado de los lectores de esta nota, el porcentaje de salario que se resigna por mes para ahorrar para sus jubilaciones, no está siendo invertido o custodiado en cajas fuertes como muchas veces se percibe, sino que se lo viene saqueando sistemáticamente por políticos de cualquier camiseta. Dicho esto, que en treinta o cuarenta años cobren una pequeña jubilación, dependerá de que los jóvenes de aquel entonces sean caritativos y quieran pagárselas. O peor aún, que quieran pero no puedan como resultado de las malas políticas económicas aplicadas y aplaudidas por nosotros en la actualidad. Todo esto con el agregado de que en un futuro habrá menor cantidad de jóvenes para sostener a muchos más jubilados. Un verdadero cóctel explosivo profundamente inmoral que atenta contra la consciencia de cualquier persona con principios y valores, por ello es pateado bajo la alfombra por nuestros gobernantes.

Por último, quiero referirme a la faltante categoría de la que hice mención en la presente nota, los seres humanos en condiciones de miseria, sobre los cuales recae con mayor fuerza la abundante mala praxis llevada a cabo desde hace décadas por los políticos, que nombré a lo largo de la nota.

Por ejemplo, uno de los impuestos que mayor cantidad de dinero se arroja en las arcas del fisco es el IVA. Este impuesto en alimentos esenciales para subsistir, golpea a los seres humanos de menor ingreso desproporcionadamente mas fuerte que a los de mayor ingreso, ya que el IVA de los paquetes de fideos o arroz, son un gran peso para los primeros, pero se diluye en los segundos. Pero, aun cuando aumenten los impuestos a los mas ricos, como Marcos Galperin o Paolo Rocca, estarán sacando los recursos escasos de las manos más hábiles e inteligentes para conducir el barco creando riqueza y empleo, dilapidando el ahorro, la inversión, la acumulación de capital y el aumento de productividad, desembocando en una fuerte contracción de ingresos y salarios de empleados, volviendo nuevamente sobre la base, pegándoles con mayor fuerza a las personas mas carenciadas. Aún más, sería un robo e imposición por la fuerza, cuando las personas ya elevaron a dichas personas a la categoría en la que se encuentran de forma pacífica comprando apasionadamente sus productos o servicios, beneficiándose de ellos (en este punto el lector debe recordar que en una transacción ambas partes valoran mas lo que reciben que lo que otorgan, por lo que todos se benefician).

Espero que la nota sea de agrado para el lector, y pueda ayudar a plantar la semilla de la duda en personas que alababan al estado con convicciones de buena fe, o que de a poco comienzan a ver que no es tan bueno como nos lo intentaron imponer.

También los invito a leer mi Twitter donde escribo periódicamente de economía, finanzas y mercados, www.twitter.com/alanriedmaier.

 

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