El Gobierno ensaya la misma receta que siempre llevó al fracaso
Roberto Cachanosky
Economista. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Desalienta el comercio exterior con el aumento de las retenciones sobre las exportaciones, pese a que es uno de los pocos rubros con alto potencial de crecimiento
En enero 2020 el saldo de balance comercial mostró un saldo positivo de US$ 1.015 millones casi triplicando el saldo positivo de enero de 2019. Sin embargo, ese fenomenal aumento del saldo de balance comercial no se debe a un gran incremento de las exportaciones, ya que cayeron el 0,8% interanual, sino a que continúo la caída de las importaciones fruto de la gran recesión económica que golpea la economía argentina. Entre enero 2020 y 2019 las importaciones cayeron el 16,1%. Todos los rubros de importación tuvieron bajas, pero el que más cayó fue Piezas y Accesorios para Bienes de Capital, lo cual estaría mostrando la destrucción de stock de capital que está teniendo la economía argentina.
En 2019 las exportaciones aumentaron el 5,4% con relación a 2018, en gran medida gracias a que en los últimos meses del año los exportadores aceleraron las exportaciones de granos para no caer en el aumento de los derechos de exportación. Por el lado de las importaciones, hubo una caída del 25% interanual, como resultado de la recesión. En total llevamos 14 meses consecutivos de caídas en las importaciones.
Este saldo de balance comercial positivo, no se da por las buenas razones, un aumento de las exportaciones, sino por las malas razones: la fuerte recesión interna.
Para el gobierno, la buena noticia es que hay menos demanda de dólares para importar insumos y bienes de capital, por lo tanto existe, transitoriamente, menos presión sobre el mercado de cambios. La mala noticia es que a dos meses de haber asumido la presidencia, lejos de ponerle plata en el bolsillo a la gente, se la están sacando y lejos de encender la economía, la siguen apagando con mayor carga impositiva que hace inviable el crecimiento.
Entre las jubilaciones que caen en términos reales, salvo un par de puntos por encima de la inflación las jubilaciones mínimas, los salarios reales no recuperan toda la inflación y la inversión que brilla por su ausencia, la única opción que le queda al gobierno para mover la economía son las exportaciones. Sin embargo, las ataca por doble vía: les atrasa el tipo de cambio real e incrementa las retenciones, al tiempo que les pone un tipo de cambio más alto para comprar insumos importados.
Gráfico 1
El gráfico 1 muestra la evolución del tipo de cambio a pesos constantes de enero 2020 desde diciembre 2001, último mes que aun sobrevivía la convertibilidad aunque agonizando, hasta enero de este año. Actualmente el tipo de cambio está un 85,2% más alto que al fin de la convertibilidad. Pero desde el pico del 2002 en adelante hubo continuas caídas del tipo de cambio real, por cepo cambiario, endeudamiento, precios de las commodities y una serie de factores que no fueron, justamente, el ingreso de divisas por inversiones. Es decir, el peso nunca tendió a fortalecerse por confianza, sino que se “fortaleció” por artificios financieros y regulatorios.
Gráfico 2
Si se toma una serie larga de 50 años, se observan dos puntos muy bajos que son, el fin de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz y la convertibilidad, y tres picos muy altos que son el rodrigazo, la licuación del pasivo de 1982 y la hiperinflación de 1989. Hasta fines de la década del 80, salvo los picos mencionados, el tipo de cambio se mantuvo en la banda de $ 100 a $ 200 actuales. Y luego tenemos 29 años en que el tipo de cambio estuvo por debajo de los $ 50 salvo el salto de 2002 en que sobrepasó levemente los $ 100 actuales.
Durante la convertibilidad hubo dos factores que mantuvieron el tipo de cambio estable: 1) hubo inversiones en el sector real de la economía en el rubro infraestructura por las privatizaciones y 2) por el endeudamiento. Entrando en el presente siglo, el precio de las commodities contribuyó a mantenerlo por debajo de los $ 50 actuales, aunque en 2011 ya se estableció el cepo cambiario a pesar de los buenos precios internacionales de la soja. En efecto, el segundo mandato de Cristina Kirchner el poroto de soja cotizó, en promedio, a US$ 465 la tonelada, unos US$ 508 actuales ajustado por IPC de EE.UU.
Podemos afirmar que en los últimos 50 años el tipo de cambio fue utilizado como ancla para frenar la inflación, usando diferentes métodos, pero en última instancia, fue un ancla que perjudicó el comercio exterior, eliminando la exportación como motor de crecimiento económico. Siempre se quiso impulsar el consumo interno como motor de la economía, obviamente por razones políticas populistas, llevando a perder participación en el comercio internacional y desincentivando la inversión.
Entre noviembre de 2019 y enero de 2020 el tipo de cambio se mantuvo estable en torno a los $ 63, mientras que la tasa de inflación acumulada fue del 11% en el mismo período. Otra vez se está usando el tipo de cambio como ancla inflacionaria, con un BCRA que sigue expandiendo la base monetaria y pisando las tarifas de los servicios públicos y de ciertos precios cuidados para frenar transitoriamente el aumento del IPC pero no la inflación. En definitiva, para frenar la inflación, atrasan el tipo de cambio y apuntan a un modelo de sustitución de importaciones creyendo que con eso vamos a crecer.
Gráfico 3
El gráfico 3 muestra nuestra participación en el comercio mundial. Cuando fuimos un país abierto al mundo, las exportaciones argentinas representaban entre el 2% y el 3% del total de las exportaciones mundiales. Actualmente representan el 0,3% del total mundial. Dicho de otras palabras, si hubiésemos mantenido nuestra participación en el comercio mundial, en vez de cerrarnos al mundo, hoy deberíamos estar exportando US$ 572.000 millones anuales en vez de los escasos US$ 70.000 millones que se exportaron el año pasado.
Claramente la dirigencia política insiste en impulsar el consumo interno como motor para captar votos y lo único que están consiguiendo es no impulsar el consumo pero sí achicar cada vez más la economía.
Todos sabemos cómo termina la historia de pisar el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos y algunos precios de la canasta familiar con déficit fiscal y sin reformas estructurales. ¿Para qué ensayar la misma receta que siempre nos lleva al fracaso?
ESTA NOTA FUE ORIGINALMENTE PUBLICADA EN http://www.infobae.com
 

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