El accionar de los gobiernos populistas
Julian Larrivey
Participante del Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales de Fundación Atlas. Estudiante de Derecho, UNR.



 
Si bien el populismo parecería estar perdiendo fuerza en la región, en Argentina da la impresión de ser cada vez más fuerte.

Desde el regreso a la democracia, hasta la fecha, los denominados gobiernos “populares” han gobernado la mayoría de tiempo (24 años en total, si sumamos los 10 de Menem, los 2 de Duhalde, los 4 de Néstor y los 8 de Cristina) número que llegará a 28, una vez finalizado el mandato de Alberto Fernández. Casi tres décadas de gobiernos peronistas, y eso, solo en caso de que este último no sea reelegido.

La sociedad Argentina pareciera ignorar por completo la historia reciente. Su enorme falta de memoria nos pasa factura, una y otra vez. Y necios, fieles al estirpe argentino, decidimos no ver las cosas como son.

Vivimos en una sociedad, al menos, compleja. Que transporta su folclore, su pasión, sus cuestiones místicas, a la política e ignora por completo las consecuencias de dichas acciones o, incluso peor, las justifica. Y cuando las personas son cómplices de ello, no ven con objetividad, y caen en el fanatismo, se hace casi imposible revertir la situación. Las herramientas tan valiosas de la democracia, parecen perder total sentido.

El accionar de los gobiernos populistas, se resume casi siempre a la misma lógica. La gente que no aspira a superarse a sí misma, necesita de la figura de algún salvador, y es entonces cuando aparecen estos líderes, que a simple vista aparentan representar los valores del pueblo.

Dichos líderes, llegan al poder con aires de patriotismo, sentido de pertenencia y con la bandera de solucionar los problemas de su pueblo.

Podemos entender que dichos gobiernos puedan tener muy buenas intenciones, y hasta podemos llegar a aceptarlo. Pero lo que no podemos hacer, es negar la realidad. Y la realidad es que dichas intenciones nunca tienen buenos resultados en el largo plazo. Y además, la mayor parte de la sociedad no entiende que, tal como decía Milton Friedman: “no debemos juzgar a los políticos por sus intenciones, sino por sus resultados”.

Los “buenos” gobiernos populistas, o mejor dicho, los gobiernos populistas que son bien recordados, son los primeros que han sucedido dentro de esa cíclica seguidilla de reelecciones. Los segundos o terceros mandatos, se han caracterizado por dejar a la vista de todos, las enormes y casi irreparables consecuencias de dichas medidas.

El populismo tiene su base de sustentación política en el grueso de la sociedad: las clases medias y bajas. Dicha base de sustentación política debe ser seducida, y es por eso que se emplean innumerables programas de asistencialismo que dicen “solucionar” los problemas de dichos sectores sociales, y se llega a un punto en el cual la sociedad comienza a creer que ese sistema puede ser sustentable en el tiempo. Y no se entiende, o no se quiere entender, una frase cuya autoría desconozco, pero que es una síntesis formidable: “no hay nada más caro, que lo que el gobierno te ofrece gratis”.

Producto de dichas políticas, comienza la suba de impuestos, retenciones, y burocracia, pretendiendo que el sector productivo de la economía siga produciendo, pese a todo.


Lógicamente, es entonces cuando aparece la escasez, ya que nunca se comprendió que es imposible repartir sin producir, y que la pobreza se combate creando riqueza, y no repartiéndola de manera arbitraria, ni muchos menos destruyéndola.

Llegado a este punto, muchos sectores de la economía comienzan a mostrar incomodidad y a manifestarse, y los lideres populistas se encargan de tratarlos como el enemigo interno, y los culpables del malestar socioeconómico, por no querer colaborar ni ser solidarios.

A su vez, también se crea un enemigo externo: los fondos buitres, el FMI, los yanquees, el imperialismo, etcétera, etcétera, que “buscan continuamente sacarnos nuestra riqueza”.

En todos los países del mundo hay empresarios, y en ninguno causan los inconvenientes que causan en este. Por lo cual, queda más que claro, que estos no son los culpables de que haya hambre. Y además, Argentina representa en el mundo, apenas el 0,3% del producto bruto, por lo cual, le duela a quien le duela, no somos tan importantes como creemos, para que la conspiración internacional quiera quedarse con lo nuestro.

En definitiva, los gobiernos populistas no se hacen cargo de nada, y siempre intentan responsabilizar a otros de sus propios errores. Es decir, se encargan de hacer cosas contrarias a la naturaleza humana, para luego ignorar las consecuencias de estas acciones, y culpar al enemigo interno y a la conspiración internacional.

Como mencionamos al principio, estos gobiernos han estado en el poder, la mayoría de tiempo desde el regreso a la democracia. Por lo cual, decir que no tienen responsabilidad en el presente que atravesamos, sería inentendible.
Es hora de dejar el fanatismo de lado, y entender de una vez por todas que este, no es el camino.


 

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