El culpable eres tú

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“Vivimos revolcados en un
merengue y en el mismo lodo todos manoseados”
Cambalache
Nuestra historia está cargada de momentos en el
que unos pocos resistieron a muchos y los derrotaron. Desde las invasiones inglesas y la defensa de
la ciudad por parte de los habitantes de Buenos Aires, arrojándoles agua
hirviendo (no aceite como dice el mito); pasando por la Revolución de Mayo,
Güemes y sus gauchos contra el ejército español, la revolución del Parque o la
Reforma Universitaria. Todos eventos que
mostraron cuan poderosa y contundente puede ser la expresión de un puñado de
argentinos convencidos de que la razón está de su lado.
Pero esos tiempos son tan lejanos que incluso
parecen no ser parte de nuestra historia, sino más bien semejan la trama de una
película épica de algún pueblo orgulloso y amante de su libertad.
Hoy la Argentina está padeciendo una crisis
económica nunca vista, la que dejará un rastro de pobreza, hambre y muerte
difícil de superar.
Pero
hay algo más preocupante aún y es el tremendo grado de sumisión y obediencia
ciega por parte de los argentinos de bien ante los atropellos de la clase
política y de los maquiavélicos ideólogos que se esconden tras el poder.
La famosa “clase
media” argentina ha sido domesticada.
Somos humillados, usados y
esclavizados por una caterva de parásitos inmorales, los que han
destrozado los principios alberdianos que hicieron grande este país.
Pero hay que reconocerles algo, han sido muy
inteligentes en hacer realidad su propósito.
Esto no comenzó ahora, tampoco con el primer
gobierno de Kirchner. Si vamos a ser
puntillosos, podemos remontarnos a Yrigoyen si vamos a hablar del primer
populista; o a Perón, si vamos a decir quien sembró la semilla del rencor entre
los argentinos. Pero prefiero venir más
cerca en el tiempo y fijar el punto de quiebre en el que este proceso de
igualitarismo perverso comenzó a acelerarse, proceso que como un cáncer fue
debilitando los órganos esenciales de nuestra República.
Los antiguos intentos de imponer el populismo
(socialismo nacional), primero desde la política y el poder, y luego a través
de las armas, fracasaron rotundamente.
Es en ese punto en el que estos nefastos cambiaron de estrategia y
adoptaron las ideas posmodernistas del Mayo Francés (nueva cara del socialismo)
y las asociaron a las enseñanzas de Gramsci: adueñase del mundo de las ideas,
para manejar las ideas del mundo y “tomar
la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”.
Este proceso comenzó a ser efectivo a partir
del regreso de la democracia en 1983.
Alfonsín y la coordinadora, amantes de la internacional socialista,
comenzaron a producir los primeros cambios sutiles. Por ejemplo, se bajó el nivel de exigencia en
la educación (segundo congreso pedagógico), se posicionó a Zaffaroni y su
doctrina en la provincia de Buenos Aires, comenzó el sistema de dádivas con la
caja PAN y se encarceló a periodistas (Daniel Lupa de La Prensa) porque sí,
entre otras cosas.
Este proceso de deterioro fue avanzando hasta
llegar a nuestro hoy: el número de personas que dependen de la limosna estatal
es inmenso, lo mismo que el de empleados públicos; la carga impositiva sobre
los que producen es confiscatoria, las regulaciones inauditas, les dicen a los
comerciantes a cuanto vender, cómo armar la góndola y si pueden despedir
empleados. En realidad los “dueños” de los negocios son apenas
administradores, el verdadero dueño “de
hecho, no de derecho” es el estado.
En educación tenemos de los peores niveles de
todo el mundo según las mediciones internacionales (a pesar de tener uno de los
números más bajos de alumnos por maestro del planeta); la salud está
simplemente destruida; la justicia libera violadores y asesinos a la par que
detiene a personas que quieren y NECESITAN ir a trabajar; un ciudadano de bien recibe
el mismo trato y consideración que un delincuente; el Congreso es un bochorno,
los legisladores sólo se preocupan de sus bolsillos y de seguir negociando
pedazos de poder; se destruye la familia como núcleo de la sociedad; es
increíble pero en argentina es más fácil abortar un bebé que adoptarlo; se
generan demenciales enfrentamientos entre mujeres y hombres; la autoridad y las
instituciones han sido humilladas y bastardeadas; persiguen con el
ciber-patrullaje en las redes a quienes son disidentes y se atreven a opinar;
diputadas que pretenden que el estado se quede con la propiedad de quienes
ponen el lomo y más, más y más.
No hablo de economía, cuyo desastre es
indisimulable, hablo de nuestras vidas.
Hablo del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, los
verdaderos y únicos derechos humanos.
Hablo del valor del esfuerzo, del logro, del mérito, el camino por el
cual se sale de la pobreza. Hablo del
valor del respeto, del honor, del orgullo, ejes centrales de una sociedad que
vive en armonía y donde reina la justicia.
Y digo que el culpable eres TÚ, tanto como lo
soy YO. Algunos culpables por acción,
pero la mayoría culpables por omisión.
Hemos dejado en manos de estos depravados el
manejo de las instituciones públicas, de la educación de nuestros hijos y de la
salud y el bienestar de nuestros abuelos.
Solo nos preocupamos por nuestra vida privada, nos miramos el ombligo y nos
desentendimos de lo público. Les
firmamos un cheque en blanco a estos políticos estafadores.
Así, esta manga de trúhanes, se convirtieron en
los dueños de la Argentina, se convirtieron en una aristocracia sin “clase”, ordinaria, vanidosa y
petulante. Son una triste copia de las
cortes de las monarquías absolutistas europeas, las que fueron echadas a
patadas por los defensores de la libertad.
Debemos hacernos cargo de nuestro deber cívico,
debemos recuperar la República, debemos recuperar nuestra Patria y terminar con
el “Imperio de la Decadencia Argentina”.
Por eso, hoy más que nunca, como nunca, como
decía San Martín, tenemos un deber “imposible
pero imprescindible”. Hoy la
Argentina demanda que desatemos “La
Rebelión de los Mansos”.
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